Los fragmentos óseos del llamado Joven de Chan
Hol, descubiertos en 2006 en el interior de una cueva sumergida
de Quintana Roo, pero colectados hace unos días para ser
llevados a la UNAM, podrían dar un nuevo rumbo a las teorías
sobre el origen del hombre en América, explicó Alejandro
Terrazas Mata, encargado del Laboratorio de Estudios de Prehistoria
y Evolución Humana del Instituto de Investigaciones Antropológicas.
“Estos huesos tienen el potencial de dar otra explicación
al surgimiento del hombre americano. Primero, porque fueron hallados
en una región donde nunca se habían encontrado restos
humanos. Segundo, porque tienen una morfología diferente
a todo lo que se había visto en el continente. Con esto no
se busca rebatir ideas, sino enriquecer la discusión. Quienes
hemos estado en contacto con la osamenta pensamos que cambiará
la dirección del debate y dará pie a hipótesis
de mayor riqueza y complejidad”, señaló.
El esqueleto fue hallado por accidente, cuando un par de
buzos alemanes se adentraron en las cuevas sumergidas de Chan Hol
y, en el fondo arenoso del sitio, observaron fragmentos óseos.
“Llevamos nueve años de trabajo en las cuevas
sumergidas de la costa oriental de Quintana Roo (en un proyecto
conjunto entre UNAM, INAH, el Museo del Desierto de Coahuila y el
Instituto de la Prehistoria de América), y hasta el momento,
hemos descubierto cuatro esqueletos, uno excepcionalmente bien preservado,
el de la Mujer de Las Palmas, aunque el más reciente es éste,
el del Joven de Chan Hol”, expuso Terrazas.
Estos vestigios óseos son de especial importancia
porque es la primera vez que se registra la presencia de este grupo
humano en la zona tropical de México, agregó el doctor
en Ciencias Antropológicas por la Universidad Nacional.
Un hallazgo que replantea todo lo que hasta ahora sabíamos
Si regresáramos 10 mil años en el pasado,
al Pleistoceno, veríamos que en el continente americano los
grupos humanos respondían a dos grandes patrones biológicos.
El primero era el de los paleoamericanos (al que pertenecen
los restos más antiguos hallados hasta ahora); se trataba
de seres con cráneos alargados y caras verticales y angostas,
como el hombre de Kennewick, de Estados Unidos, o el fósil
brasileño bautizado como Lucía. El segundo era el
amerindio, que exhibía cráneos redondeados y caras
cuadradas, sumamente parecidas a las de los indígenas actuales.
“Sin embargo, lo hallado en Quintana Roo no se ajusta a ninguna
de estas pautas; más bien tiene características intermedias.
Al comparar el cráneo mejor conservado de nuestra colección,
el de la Mujer de Las Palmas, con calaveras de todo el mundo (tanto
pleistocénicas como modernas), vemos que no se parece ni
a las paleomericanas ni a las amerindias, sino a un grupo de fósiles
de 10 mil años de antigüedad del sureste de Asia”,
expuso Terrazas.
Para el universitario, este hecho pone en tela de juicio
todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre el origen del hombre americano,
porque quienes intentan resolver esta incógnita generalmente
se agrupan en dos bandos.
El primero es el de los antropólogos físicos,
que dicen que hubo dos migraciones humanas de importancia, una proveniente
del sur de Asia, que dio origen a los paleoamericanos, y otra de
gente mongoloide de China, de la que descienden los amerindios.
El segundo está conformado por genetistas que aseguran
que sólo hubo una gran migración hace 16 mil años
y que toda la variedad que presenta la población americana,
repartida desde Alaska hasta Cabo de Hornos, no es otra cosa que
producto de una macroevolución local, es decir, cada grupo
desarrolló características diferentes para adaptarse
mejor a su medio.
“Con estos razonamientos, podríamos pensar
que la gente de Chan Hol o bien es heredera de los pobladores del
sureste asiático o que, como los dos grupos vivían
en entornos muy similares, aunque a miles de kilómetros y
a un mar de distancia, la selección natural hizo que ambos
desarrollaran cráneos muy semejantes”, indicó
Terrazas.
Sin embargo, añadió el investigador, “nosotros
no tomamos partido por ninguna de estas dos opciones, ya que las
nuevas variables que introducen los fósiles hallados hacen
evidente que se trata de un proceso mucho más complejo que
estamos lejos de entender”.
Un joven no tan joven
La prensa e incluso la comunidad científica han
dado en llamar a este fósil el Joven de Chan Hol; “pero
en realidad, parece que no era tan joven”, expuso Terrazas.
Este nombre se lo dio el biólogo y arqueólogo
Arturo González, director del Museo del Desierto de Saltillo
y coordinador de estas investigaciones, quien al revisar la dentadura,
se percató que el esmalte de sus dientes estaba poco desgastado,
algo raro en cazadores recolectores, por lo que se pensó
que se trataba de un individuo de aproximadamente 16 años.
“Sin embargo, cuando sacamos el resto del esqueleto,
vimos que presentaba marcas de edad de alguien mayor; probablemente
estemos hablando de un individuo de más de 25 años,
lo que es mucho si consideramos que en esa época la gente
vivía a lo sumo 40 años”.
No obstante, Terrazas señaló que sólo
hasta que se realicen estudios con los huesos (lo que ahora es imposible
por su extrema fragilidad) se podrá saber la edad aproximada
a la que murió este individuo.
“Lo que sí podemos decir es que tiene más
de 10 mil años, pues aunque aún no realizamos pruebas
de carbono 14, su cráneo es similar al de los de hombres
asiáticos del Pleistoceno. Además, está el
hecho de que su cuerpo fue depositado en una cueva que en esa época
geológica se encontraba seca, y como evidencia de esto tenemos
el hecho de que en su interior se hallaron huellas de fogones y
restos de megaterios, caballos americanos y elefantes enanos, fauna
típica de ese periodo”.
Un lento proceso de consolidación
El Joven de Chan Hol será sometido a estudios morfoscópicos,
tomografías y dataciones con carbono 14, pero dentro de algunos
meses, “porque en este momento los restos son tan frágiles
que, de tocarlos, se nos desharían en las manos”, explicó
Alejandro Terrazas.
Por esta razón, en el Laboratorio de Estudios de
Prehistoria y Evolución Humana, se lleva a cabo un cuidadoso
procedimiento que consiste en conservar los huesos en agua destilada
(que elimina sales y minerales destructivos) para después,
gradualmente, agregar alcohol, que ayuda a secar los fragmentos,
pero a una velocidad controlada. Finalmente, cuando éstos
no tengan nada de líquido, serán endurecidos con un
consolidante.
“Todo este proceso llevará de seis a ocho
meses, pero nos ayudará a manipular el material; aunque deberemos
hacerlo con todo cuidado, pues pese a los pasos antes descritos,
al final los restos tendrán la resistencia del papel maché”,
expuso.
Hasta ahora el trabajo ha sido enriquecedor, pero Terrazas
sabe que lo que viene lo será aún más, porque
“tenemos reportes de buzos profesionales de que aún
quedan muchos más fósiles, lo que nos abre la posibilidad
de realizar investigaciones durante muchos años. Esto es
apenas el principio. Estamos seguros de que encontraremos más
restos que nos permitirán entender mejor el origen del hombre
en América… así que esto apenas comienza”.
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