Por su trabajo sobre la toxicidad de las proteínas Cry, presentes
en un tipo de bacteria, y con las que se desarrolla una nueva generación
de bioinsecticidas contra plagas en cultivos agrícolas, Isabel
Gómez Gómez, del Instituto de Biotecnología
(IBt) de la UNAM, recibirá el Premio Carlos Casas Campillo
2010, que otorga la Sociedad Mexicana de Biotecnología
y Bioingeniería (SMBB).
Desde 1996, el galardón reconoce, cada dos años,
a jóvenes investigadores que se han distinguido por su contribución
en esa área del conocimiento.
Además, honra la memoria del químico Casas
Campillo, precursor de la biotecnología en México,
co-fundador de la sociedad que otorga el galardón, y quien
fuera miembro de El Colegio Nacional hasta su desaparición,
en 1994.
“Estoy muy contenta y orgullosa con la distinción,
porque fue a través de la SMBB que conocí al IBt.
En su congreso anual presenté mis primeros resultados en
la licenciatura y nació mi interés por cursar el posgrado
en la UNAM”, recordó Gómez, quien desde 2004
es investigadora del Departamento de Microbiología Molecular
del instituto universitario, con sede en Cuernavaca, Morelos.
Ingeniera ambiental por el Instituto Politécnico
Nacional (IPN), y maestra y doctora en Ciencias Bioquímicas
por el IBt, Isabel Gómez cursó además una estancia
posdoctoral en la Universidad de Drexel, en Filadelfia, Estados
Unidos.
Actualmente, la joven académica indaga el mecanismo
de toxicidad de las proteínas Cry, presentes en la bacteria
Bacillus thuringiensis, que han resultado la alternativa biotecnológica
más exitosa para el control de insectos, y ha dado lugar
a un importante porcentaje de cultivos transgénicos en el
mundo.
Bioinsecticidas limpios y específicos
Interesada desde estudiante en la biorremediación
y la degradación de contaminantes, Gómez encontró
en el IBt un grupo robusto de académicos; por ello, se incorporó
al área de bioinsecticidas, un campo con gran potencial.
“Siempre tuve curiosidad por hacer cosas que ayudaran
a mejorar el medio ambiente y hacer más sustentable al planeta”,
recordó.
Desde niña, su interés por la ciencia delineó
su camino hacia la investigación. “Una Navidad pedí
un microscopio, pero me trajeron una muñeca y me sentí
triste”, recordó.
En el laboratorio de Mario Soberón, Isabel Gómez
estudia la bacteria Bacillus thuringiensis, muy importante
a nivel mundial porque elimina insectos y se ocupa como bioinsecticida.
“Es biorremediable, no afecta a otros organismos
que no sean insectos y no es tóxica para el ser humano”,
destacó.
Desde el doctorado, la investigadora se centró en
entender cómo esta bacteria mata esos organismos. “La
idea es hacer insecticidas que sean más potentes y controlen
mejor las plagas”.
Una vez conocido el mecanismo básico con el que
funciona la bacteria y sus proteínas Cry, hace dos años
Gómez y sus colaboradores publicaron un artículo en
la revista Science, donde explicaron cómo la toxina
se procesa al entrar al intestino del insecto, lo que permitió
diseñar una proteína que ahora no depende de los primeros
receptores.
“Si entendemos mejor los mecanismos moleculares con
los que la toxina se activa dentro del insecto, podemos mejorarla.
De hecho, ya tenemos el primer ejemplo”.
Este proceso permite ir adelante del proceso natural de
resistencia que esos animales desarrollan ante la presencia de insecticidas.
“Cuando salieron las primeras plantas transgénicas
se predecía que en unos 10 años los insectos comenzarían
a desarrollar inmunidad. Los primeros casos en el campo comenzaron
a aparecer a los 13 años”, recordó. Por ello,
es importante entender cómo la toxina mata y qué proteínas
utiliza dentro del intestino.
Las proteínas Cry
La toxina de las proteínas Cry es cosmopolita, vive
en la tierra, sobre las hojas y es muy común en el ambiente.
“En el IBt, Alejandra Bravo de la Parra cuenta con
una amplia colección de cepas de la toxina, que ha aislado
en muchas partes del país. En el laboratorio trabajamos con
algunas como modelo, lo que nos sirve para comparar nuestros resultados
con los de otros laboratorios del mundo”, indicó Gómez.
La investigadora recordó que cuando comenzó
su doctorado, el mecanismo de las proteínas Cry era “una
caja negra”. “Pero si entendemos su estructura, podemos
modificar la toxina y a una familia más amplia de ellas.
Actualmente, aísla genes de esas toxinas, que obtiene
del intestino de los insectos, purifica su ADN y lo clona en laboratorio.
“La estructura es muy parecida entre varias proteínas
Cry, pero su secuencia es diferente, y creemos que eso les da especificidad”,
concluyó.
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