“A diferencia de otras épocas, el adolescente
de hoy está más solo, aislado, desconcertado, confundido
y lleno de preguntas que no encuentran cauce, lo que hace que se
pierda e incurra en conductas negativas. Esta situación,
y la gran cantidad de menores que conforman nuestra población,
hace que el problema de la juventud sea una bomba de tiempo”,
señaló la doctora Amada Ampudia Rueda, de la Facultad
de Psicología de la UNAM.
Los cambios físicos y mentales que se experimentan
en el paso de la infancia a la madurez siempre han generado estrés,
en todas las épocas y culturas; sin embargo, los chicos de
hoy deben lidiar con el hecho de vivir en un mundo cada vez más
hostil, violento y que, encima de todo, parece no tener lugar para
ellos, expuso la académica.
De forma general (“porque al particularizar las
cosas son diferentes”), los jóvenes de los años
60 mostraban más compromiso social y los de los 40 tenían
otro tipo de valores, en comparación con los actuales.
“Antes, los chicos podían transitar por la
vida con las preocupaciones típicas de la adolescencia, pero
hoy deben afrontar una realidad distinta con muchos elementos asociados
a la violencia o cambios políticos, y esto confunde, porque
en realidad, en esta etapa se es muy vulnerable y sensible”,
acotó la especialista.
En la novela Generación X, un sujeto maduro
cuestiona al protagonista por no ser como los jóvenes de
su época, que con el transcurrir de los años se hicieron
hombres de éxito, con empleos importantes y hogares costosos,
a lo que el chico, de nombre Dag, responde: “¿Crees
que disfruto oyéndote hablar de tu nueva casa? Una casa que
ganaste en la lotería genética por el sólo
hecho de haber nacido en el momento adecuado de la historia.
En estos momentos, Martin, no durarías ni diez minutos si
tuvieras mi edad”.
Y esta misma queja escrita años atrás por
Douglas Coupland en su libro, parece ser la misma de millones de
jóvenes mexicanos que deben enfrentarse a una realidad donde
el desempleo, el tráfico de drogas y la violencia son el
día a día.
Dos caminos para enfrentar una misma realidad
“El gran problema con los adolescentes de hoy es
que no se sienten relacionados con nada fuera de sí mismos
y esto los lleva a tomar dos caminos: la inhibición extrema
o la adopción de pautas y patrones de violencia, es decir,
pueden optar por la inhibición o la desinhibición”,
expuso.
Ambas conductas, aunque muy diferentes, entrañan
riesgos. Quienes rehúyen al contacto social tienden a presentar
alteraciones y a generar problemáticas muy particulares,
y para muchos, es fácil caer en este escenario por los avances
tecnológicos que permiten acceder a realidades virtuales
y a relaciones mediadas por la pantalla de un ordenador.
“Resulta grave que los chicos accedan sin guía
a lo que ofrece el Internet, porque es fácil observar contenidos
violentos o no aptos, y ésta es sólo una arista del
problema”.
Por el otro lado, están los que optan por conductas
violentas, lo que se explica porque “hoy, los adolescentes
fácilmente se identifican con modelos cargados de agresión
y con personajes que, a través de ésta, obtienen poder
y el control, algo que los adolescentes han deseado siempre”,
expuso.
Como resultado, “hoy se delinque de manera más
temprana, los adolescentes incursionan con alcohol y tabaco mucho
antes y se incorporan con grupos de pares para encontrar formas
de satisfacción que, con frecuencia, resultan falsas”.
Lo que pasa, añadió la especialista, es que
el joven busca ubicarse para controlar los elementos de su cambio
de niño a adulto, y en ese tránsito tiende a buscar
modelos de identificación que muchas veces son negativos,
y lo llevan a insertarse en pandillas y a caer en el abuso de drogas
y alcohol. “Ello está ligado a la poca contención
que puede tener el grupo familiar sobre el chico”.
La familia, ¿una salida?
“Me siento más seguro en la escuela que en
mi casa”, es una confesión que con frecuencia escucha
la profesora Amada Ampudia Rueda en los trabajos que realiza en
diversas escuelas primarias y secundarias, donde desarrolla un programa
de atención a la violencia familiar.
“Visitamos distintos colegios en diversas entidades
y trabajamos grupalmente con los adolescentes; la idea es involucrar
a todos, desde los profesores hasta los padres, porque muchas veces
ellos no se percatan de qué es lo que pasa con sus hijos,
y a su vez, los muchachos tienden a cortar la comunicación
con los adultos”, expuso.
“El asunto ya no es regañar al adolescente,
son formas que ya no funcionan, pues el ambiente ya de por sí
es muy nocivo. Lo importante es estar con ellos y aprender a establecer
técnicas de comunicación. Eso puede hacer una diferencia
muy importante”, concluyó.
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