Las matemáticas son como el amor, una idea simple
que puede llegar a ser muy complicada, decía el profesor
R. Dravek, y así como se pueden parecer al amor, esta ciencia
también se asemeja a la vida misma, “pues puedes resolver
no sólo problemas numéricos, sino personales”,
expuso Irving Calderón, quien regresó de Kazajstán
con una medalla de bronce al cuello, tras participar en la Olimpiada
Internacional de Matemáticas (OIM) 2010.
“De hecho, las matemáticas son como un sendero
que te obliga a poner cada vez más atención conforme
avanzas; si recorres un largo trecho y te pierdes, luego resulta
muy difícil retomar el camino”, expuso.
Irving acaba de ingresar a la Facultad de Ciencias, pero
eso no significa que sea un novato en fórmulas y
números; “de hecho, siempre tuve facilidad para ellos,
y me gustan porque con su práctica adquieres habilidades
que te ayudan a solucionar incógnitas, tanto en el salón
de clases como en el trajín diario”.
Sin embargo, representar a México en una olimpiada
no es sencillo, no importa qué tan hábil seas con
las cifras, pues para que un chico de San Mateo Atenco, como Irving,
llegara hasta las frías estepas de Kazajstán, tuvieron
que darse muchas circunstancias que, vistas en retrospectiva, desafían
toda probabilidad matemática.
Para ello, tuvo que “sumar” una serie de logros
y “multiplicar” sus participaciones en justas académicas.
Primero concursó en la Olimpiada Estatal del Estado de México
y quedó en los primeros lugares.
Posteriormente, compitió en la Olimpiada Nacional
y nuevamente ganó, con la realización de operaciones
como le enseñaron en la escuela; las maestras de primaria
no se equivocaron, al instruirnos en el arte de las fracciones y
la división, citaban al célebre Maquiavelo con su
“divide y vencerás”.
De esta justa, los organizadores seleccionaron a los 16
mejores concursantes para someterlos a un programa de entrenamiento
mensual. “Nos daban una serie de problemas de álgebra,
geometría, teoría de números y combinatoria
que debíamos resolver, lo que nos hizo comprender mejor ciertas
cosas, pues aunque somos estudiantes, la práctica hace al
maestro”.
“Con ventaja numérica”
No todos podían ir a las Olimpiadas, por lo que
los organizadores se vieron obligados a seleccionar a los mejores.
Irving se quedó en la sexteta que representaría
a México en la OIM, y así, junto con sus compañeros,
viajó en julio a Kazajstán para enfrentar a 517 concursantes
de 97 países.
“La experiencia fue interesante, y aunque la competencia
se realizó en un campamento alejado de la ciudad, convivía
con gente de distintas nacionalidades. Lo único que me dejó
un tanto insatisfecho fue quedarme a un punto de obtener medalla
de plata, pero ya será para la próxima”.
Aunque recuerda la emoción de la justa, no olvida
el desconcierto de adaptarse a un nuevo horario y la sorpresa de
conocer nuevas costumbres, aunque lo que literalmente le dejó
mal sabor de boca fue la carne de caballo.
Una vez pasada la euforia de la competencia, Irving comenta
que ahora hay otra cosa que le entusiasma: iniciar la carrera de
Matemáticas en la Facultad de Ciencias.
“Algo que me agrada de la Universidad Nacional es
la libertad. Ella te da herramientas, pero tú decides cómo
usarlas. En esta casa de estudios avanzas según tu entrega
y dedicación. Ahora quiero tomar cursos de todo, pues no
sé en qué me especializaré. La astronomía
me llama la atención, aunque deseo explorar mis opciones”,
expuso.
“Sin embargo, no quiero centrarme sólo en
la carrera; también hay otras cosas que me apasionan. Me
gusta salir con mis amigos, familia y aprender. Trato de mantener
un equilibrio entre mis estudios y lo que me agrada, como leer,
hacer ejercicio y divertirme.
“Mi hermano es el número
uno”
Irving lleva los números en la sangre, de hecho,
es el hijo mayor de un matrimonio de contadores. No duda al decir
que una de sus mayores satisfacciones fue la de enterarse que Ayax,
su hermano de 12 años, quiere ser matemático.
“Fui la inspiración para que a Ayax le gustarán
las matemáticas. Él quiere estudiar lo mismo que yo,
y aunque es bueno, habrá que esperar para ver si los números
le gustan tanto como a mí”, comentó.
“Ahora quiero aprender a tocar guitarra, es uno de
mis pendientes. Me compré un instrumento antes de irme a
la Olimpiada, pero lo abandoné para dedicarme de lleno al
entrenamiento. Deseo darme un tiempo y empezar con el uno, dos,
tres de la guitarra, sumar horas de práctica
y ver cuáles son los resultados”.
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