La ingeniería mexicana es capaz de construir autopistas,
carreteras o viviendas en zonas de deslave sin que se produzcan
problemas, afirmó Gabriel Moreno Pecero, de la Facultad de
Ingeniería de la UNAM.
“Esto es factible siempre y cuando se realicen los
estudios correspondientes y los suelos sean tratados antes de realizar
cualquier obra”, apuntó.
El ingeniero civil mencionó que pese a que se han
hecho algunos esfuerzos para conocer las regiones más riesgosas
en el país, éstos han sido aislados y aún no
se tienen mapas que señalen con precisión qué
partes tienen mayor propensión a deslaves o inundaciones.
En el caso de los deslaves, comentó, se debe conocer
su proceso de formación, ubicarlos y tratarlos para que no
produzcan problemas.
En primera instancia, poner atención a las regiones
donde las lluvias son más intensas o frecuentes, como el
sureste de México o algunos estados del norte, indicó.
Después, mediante estudios geohidrológicos,
es preciso determinar qué cantidad de agua se filtra, que
escurre y se evapora. Asimismo, informar a la población los
riesgos de vivir de manera improvisada en zonas propensas a deslaves.
Pero lo principal es que las universidades preparen ingenieros
o especialistas en suelos que no sólo sepan la teoría,
sino que apliquen sus conocimientos en el trabajo de campo y en
beneficio de la sociedad, subrayó el también doctor
honoris causa por la Universidad Autónoma de Chiapas.
Los deslaves, explicó, son generados en taludes,
superficies inclinadas que pueden ser de dos tipos: realizadas por
el hombre o generadas por la naturaleza.
En la primera, tenemos los cortes que se hacen en los cerros
al construir carreteras o cortinas de presas, refirió.
Las segundas, se encuentran en las laderas y son las que
preocupan en la actualidad, porque están siendo utilizadas
por la creciente mancha urbana. Consecuentemente, los sitios que
no habían sido utilizados porque eran riesgosos para vivir,
ahora están habitados.
Cuando la naturaleza forma una ladera, la deja estable
y, en muchos casos, la estabilidad se incrementa con el paso del
tiempo. Pero hay ocasiones en las que se convierten en sitios críticos,
sobre todo porque empiezan a observarse asentamientos humanos irregulares,
mencionó.
Estos terrenos, explicó, están sujetos a
un sistema de fuerzas que mantienen un equilibrio, pero cambian
al llegar la gente y las obras.
En ese tipo de formaciones la influencia del agua es crucial,
porque disminuye su resistencia, sobre todo cuando las partículas
sólidas que forman el suelo son pequeñas; el agua
presiona contra ellas y, al tratar de separarlas, la capacidad de
resistir cede o se vuelve nula, abundó.
Es decir, estos derrames son más frecuentes en suelos
de arcilla o poco permeables, que en un conjunto de fragmentos de
roca.
De ahí, la importancia de que antes de ocupar esos
sitios se hagan estudios de suelo y geohidrológicos, a fin
de preparar el terreno y evitar futuras inundaciones o deslaves,
recalcó.
“Una tecnología que nos ha funcionado son
los drenes transversales de penetración, cuya función
es dejar fluir toda el agua que entra al suelo. Esta innovación
fue creada en California, sólo que en lugar de utilizar tubo
como allá, empleamos arena para drenar, lo que reduce costos”,
destacó.
Como parte de las acciones preventivas, los especialistas
en suelos deben colaborar con organismos públicos y privados
para determinar con precisión aquellas áreas o zonas
donde el riesgo está latente, reiteró el especialista
en vías terrestres.
Así, la planeación del desarrollo urbano
deberá estar enfocada a no seguir invadiendo esas zonas,
y si es así, observar que haya acciones para anular el riesgo
de obras sin planeación, concluyó.
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