Boletín UNAM-DGCS-445
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 27 de julio de 2010

Cecilia Lara


CECILIA LARA, CON APENAS 17 AÑOS YA ES UNA INVESTIGADORA

 

• La preparatoriana obtuvo el segundo lugar en el Premio Nacional Juvenil del Agua, organizado por la Embajada de Suecia y la Academia Mexicana de Ciencias
• Desarrolló un sistema de purificación que emplea las semillas del árbol de moringa; “es la primera vez que realizo este tipo de trabajo”, comentó la joven

Hasta hace unos meses, Cecilia Lara no sabía cómo realizar una investigación científica, pero un buen día se decidió a participar en el Premio Nacional Juvenil del Agua, propuso un proyecto que podría ayudar a comunidades de bajos recursos y obtuvo el segundo lugar en el concurso.

La joven de 17 años ni siquiera ha entrado a la carrera de Biología —“pero lo haré muy pronto”— y ya desarrolló un sistema para purificar agua mediante la moringa, “un recurso económico, efectivo y de muchas aplicaciones, pues sus semillas potabilizan, sus raíces y hojas se comen y, por ser un árbol, nos proporciona oxígeno”.

Este proyecto, reconocido por la Embajada de Suecia y la Academia Mexicana de Ciencias como una de las mejores propuestas ideadas por un joven menor de 20 años, surgió casi por azar, un día que Cecilia atravesó a toda prisa Prepa Ocho para llegar a tiempo a clase y vio que en el edificio de Química habían pegado una convocatoria.

“Nos invitaban a presentar un trabajo que solucionara algún problema relacionado con el agua y me dije, ¿por qué no intentarlo? La verdad decidí entrar porque quería probarme a mí misma, no porque pensara en ganar, esa idea nunca cruzó por mi cabeza”.

La chica comenzó a revisar libros, consultar a sus profesores, apuntar ideas e incluso invitó a una de sus amigas a colaborar con ella. Así, con todas estas herramientas, Cecilia se aventuró a hacer lo que nunca había realizado: una investigación de corte científico, “con todo el rigor que eso implica”.

“En éste, mi último año de preparatoria, mis asignaturas eran física, matemáticas, química y biología, pero la única materia que en realidad me gusta es la última, así que mi trabajo se enfocó a lo biológico”.

Método de prueba y error

“Al principio quería trabajar con ostras; había leído que estos animales son filtros naturales que eliminan los nitritos y los nitratos del agua, así que encargué que me trajeran unas de Acapulco, y desde ahí las cosas comenzaron a salir mal, pues muchas se murieron en el camino, y las demás lo hicieron en mi casa”.

El problema fue que el vendedor, con tal de hacerse de unos billetes, le dijo a Cecilia que estos moluscos podían vivir perfectamente en agua dulce, cuando no es así, “y comenzamos esta aventura con el pie izquierdo”, recordó la joven.

“A esto se sumó que mi primer asesor era un profesor de matemáticas, así que no sabía responder a mis preguntas e inquietudes, y que mi amiga, frustrada tras la masacre de las ostras, ya no quiso saber más de este tipo de proyectos”.

Sin embargo, la joven, en vez de desanimarse, se empeñó aún más. “Nunca había hecho un trabajo de ciencia y por eso lo de las ostras fue un fracaso total, pero me ayudó mucho, pues no sabía cómo estructurar un proyecto. Intuía lo que deseaba hacer y a dónde quería llegar, pero ignoraba cómo diseñar las pruebas”.

Era momento de reconsiderar muchas cosas, pensó la joven preparatoriana, y por eso no sólo cambió de objeto de estudio, sino de asesor, pues más que un matemático, necesitaba de una persona con otro tipo de preparación, además de un laboratorio, pues en su plantel no había ninguno con las condiciones necesarias para desarrollar su trabajo.

Por esta razón, decidió pedir consejo a una profesora de fisico-química del plantel, lo que le sirvió para replantear muchas cosas.

“Ella me sugirió cómo diseñar las pruebas e incluso me enseñó a operar ciertos materiales, pero como eran las últimas semanas de clases y debía entregar calificaciones y evaluar a todos, me dijo que no tenía tiempo para asesorarme, y de nuevo me quedé sola”.

Investigadora autodidacta

Sin asesora y sin laboratorio, la joven investigadora decidió que el lugar ideal para empezar desde cero era Ciudad Universitaria, “en el Instituto de Biología (IB) para ser precisos, a donde nos llevaron de visita una vez de la prepa y del cual, desde que entré, quedé prendada”.

Preguntando y hojeando los libros y revistas de la biblioteca del instituto, constató la verdad del dicho “el que a buen árbol se arrima”, pues con ella el refrán se aplicó tanto literal como figuradamente, “porque llegué al árbol de la moringa tras acercarme al IB. Ahí me enteré de que se trata de una variedad originaria de la India, pero usada desde hace tiempo en el río Nilo para limpiar el agua por sus propiedades fluoculantes, además de que, en México, crece sin problema desde la frontera norte hasta la sur”.

Cecilia tenía ya un nuevo proyecto y también una nueva pregunta, “¿y ahora dónde hago mis experimentos?”. En el laboratorio de la preparatoria, imposible, en el hogar, menos, “¿y sí voy a la planta potabilizadora que está cerca de casa?”, pensó. El plan parecía sencillo, “el lugar se dedica a limpiar agua, hay una especialista en química que me puede guiar y el sitio está a 20 minutos de donde vivo”. Parecía el plan perfecto, pero algo con lo que la estudiante no contaba era la burocracia.

“El primer día que llegué a la planta platiqué con el personal sobre mi proyecto, pero me informaron que, si quería trabajar ahí, debía ir a la Dirección de Sistemas de Aguas de la Ciudad de México, así que me dirigí a donde me dijeron. Ahí no pudieron hacer nada, por lo que me mandaron a un edificio del Centro para que hablara con el encargado de las plantas del sur. El proceso tardó tanto que, cuando finalmente obtuve el permiso, estaba ya a una semana del límite para entregar el proyecto”.

Un trabajo a contrarreloj

El último día para presentar el trabajo en la Academia Mexicana de Ciencias fue el viernes 7 de mayo, “y yo empecé a trabajar en la planta el lunes 3”.

Lo primero que debía hacer, explicó la joven, era preparar la solución con la que iba a trabajar, que implicaba quitar la parte externa de la semilla de moringa, molerla y colocarla en agua destilada para liberar una proteína soluble con propiedades fluoculantes (es decir, que aglutina sustancias coloidales presentes en el líquido, favoreciendo la purificación hídrica).

El paso siguiente era tomar una muestra del río Magdalena, “la cual venía cargada de lodo y todo tipo de contaminantes”, y ver cómo actuaba el compuesto. “Los factores que consideré a la hora de realizar mis mediciones fueron alcalinidad, dureza, PH y turbiedad, pues mi objetivo era, mediante el uso de la solución fluoculante, alcanzar los parámetros que establece la Norma Oficial Mexicana (NOM) para agua de consumo humano”.

Fueron cuatro días de trabajo arduo, en los que los datos eran cada vez más satisfactorios. “Demostré que, con la moringa, el agua sucia podía limpiarse hasta alcanzar los niveles que establece la NOM, excepto en lo que a turbiedad se refiere, pues la norma establece que deben ser cinco unidades como máximo y sólo llegué a 32; sin embargo, hay que considerar que en mis muestras originales las turbiedades iban desde las 300 hasta las 500 unidades, así que el descenso fue considerable”.

Una llamada sorpresiva

A principios de junio, Cecilia salió a nadar, como acostumbra hacer cada semana, y al regresar a casa su madre la recibió con un recado: la habían llamado de la AMC para notificarle que había ganado el segundo lugar en el Premio Nacional Juvenil del Agua.

Dos semanas después, en su intervención a la hora de recibir el reconocimiento, la joven invitó al público a cuidar el medio ambiente “para que los niños del mañana no conozcan las plantas y animales actuales sólo en los libros de texto, y para eso hay que tomar medidas desde hoy”.

Ahora, Cecilia espera con impaciencia a que llegue septiembre para tomar sus primeras clases de licenciatura. “No sé qué especialidad tomaré, si botánica, zoología o alguna otra cosa; ni siquiera sé, pese a este premio, si mi futuro está en un laboratorio. Lo que sí sé es que no me gusta estar encerrada, sino salir a ver la naturaleza y explorar, así que lo que haré en la Facultad de Ciencias es un misterio, eso es algo que, como hice con la moringa, debo seguir investigando”.

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Fotos

Cecilia Lara entrará en unas semanas a la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias.