En los últimos años, la atención de
enfermos por personas que no pertenecen al sector salud se ha incrementado
notablemente, debido a factores como el incremento de los padecimientos
crónico-degenerativos, los avances tecnológicos que
favorecen mayor supervivencia de pacientes crónicos y con
discapacidad, los cambios en la estructura demográfica que
deriva en el aumento de la población anciana, y por la incorporación
de mujeres al campo laboral, entre otros.
La situación anterior ha derivado en una alta demanda
de atención en las unidades hospitalarias, por lo que muchos
pacientes son encomendados a cuidadores informales, aquellos que,
aunque no pertenecen al equipo de salud institucional, ni se han
formado como tales, son responsables directos de su atención
en casa, explicó Bertha Ramos del Río, académica
de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM.
Aunque su participación es considerada fundamental,
se le ha prestado poca o ninguna importancia a los riesgos e implicaciones
en cuanto al bienestar físico y emocional, pues muchas veces
en el proceso llegan a sobrecargarse, agotarse y colapsarse ante
requerimientos o demandas del afectado, apuntó.
Esta labor no es remunerada y es considera poco valiosa
porque se realiza en el seno de las relaciones privadas o familiares.
A nivel social, cuidar a un enfermo es responsabilidad de la familia
y, por tanto, “parte de las tareas domésticas”,
que muchas veces se asumen como “cosa de mujeres”, señaló.
Efectivamente, abundó, el rol de cuidador es asumido
en mayor medida por ellas, situación no casual, porque asistir
a otros es una función que culturalmente les ha sido asignada,
y socialmente impuesta.
Sin embargo, estudios recientes refieren que cuando la
edad del paciente es menor, particularmente niños y adolescentes,
esa tarea es compartida entre ambos sexos. También, se informa
que el sistema sanitario formal proporciona aproximadamente un 25
por ciento del tiempo total de los cuidados de salud, y el resto,
se hace en el hogar del paciente.
A su vez, la Encuesta Sociodemográfica del Envejecimiento
del Consejo Nacional de Población, muestra que la incapacidad
aumenta particularmente en individuos mayores a 80 años,
abundó la compiladora del libro “Emergencia del cuidado
informal como sistema de salud”.
Los cuidadores informales y el menoscabo emocional
Ramos del Río ha trabajado, desde hace más
de siete años, en investigaciones sobre el cuidado informal,
en diversas instituciones sanitarias, y ha abordado temas como el
estrés y la carga del cuidador, y el desarrollo de instrumentos
psicológicos que valoran la situación de los cuidadores,
entre otros.
De acuerdo a las observaciones y resultados, la especialista
en psicología de la salud destacó que en la vida cotidiana
la función de los cuidadores informales es totalmente ignorada,
y sólo es evidente, en la medida en que faltan o están
ausentes.
A veces, asumen su función de una manera voluntaria,
pero otras tantas, lo hacen como una imposición de los propios
familiares por tratarse de alguien que no trabaja, por ser el más
joven, por vivir en el mismo lugar del afectado, o por ser una mujer
sin hijos.
Esta asistencia y responsabilidad se caracteriza por ser
de larga duración, incluso por tiempo indefinido. Se invierten
más de 12 horas diarias. Por ello, al paso del tiempo los
cuidadores empiezan a mostrar estragos en su salud física
y emocional.
En ese contexto, presentan lo que se denomina “carga
del cuidado”, que incrementa sus niveles de estrés.
“Puede ser ocasionada tanto por el propio trabajo, como por
cuestiones económicas, familiares y personales”, comentó
la experta.
También, pueden sentir dolor crónico en la
espalda, problemas vasculares, en las piernas, trastornos del sueño,
cansancio, cambios en la alimentación, depresión y
ansiedad, éstas últimas ocasionadas por la incertidumbre
que le provoca el estado del afectado.
Aunado a ello, debe considerarse que, por lo regular, nunca
recibieron entrenamiento y nadie les enseñó cómo
realizar ciertas actividades como asear al paciente, cambiar un
pañal, hacer curaciones, administrar medicamentos o controlar
sus reacciones de ira.
Alternativas para los cuidadores
Como los cuidadores aprenden por ensayo y error, es necesario
entrenarlos, y ofrecerles apoyo emocional y de autocuidado para
que puedan seguir con sus funciones el tiempo que sea necesario.
Junto con su equipo de la carrera de Piscología,
del Programa Psicología de la Salud, Ramos del Río
ha laborado con estas personas en la implementación de programas
de intervención breves en sitios como el Hospital General
de México, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias,
y el Centro de Rehabilitación Infantil Teletón
de Tlanepantla, entre otros.
Como primera medida, se les informa qué es y qué
hace un cuidador, porque muchas veces no se sienten inmersos en
este rol; se les hace tomar conciencia sobre la importancia de su
labor, pero también de su salud; se les enseña a manejar
el estrés, a organizar su tiempo, y habilidades que pueden
facilitar su tarea.
Otra parte importante dentro de este entrenamiento es prepararlos
para la muerte del enfermo, porque existe poca cultura al respecto.
Con esta labor, en los hospitales visitados ya se reconoce su función,
y se les considera como cuidadores, y no sólo como familiares
del paciente, concluyó.