Así como las brujas de la Edad Media tenían
conocimientos propios con los que desarrollaron trabajos de curanderas
y parteras dentro de sus comunidades, en la actualidad las mujeres
de ciencia hacen aportaciones importantes tanto a la estructura
de las instituciones científicas, como al proceso de creación
de conocimientos, afirmó Norma Blazquez Graf, directora del
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades
(CEIICH) de la UNAM.
“Aunque históricamente se les ha estigmatizado,
las brujas de diversas sociedades fueron comadronas y nodrizas con
conocimientos sobre sexualidad, anticoncepción, reproducción,
embarazo, parto, y crianza de los niños; también curanderas,
cocineras y perfumistas, con el saber necesario para recolectar,
preparar y conservar alimentos y productos. Hacían curaciones
utilizando plantas, animales y minerales”, dijo la también
psicóloga, maestra en fisiología y biofísica,
y doctora en filosofía.
En conferencia ofrecida en la Facultad de Química,
Blazquez comentó su libro El retorno de las brujas. Incorporación
y contribuciones de las mujeres a la ciencia, en el que tomó
como modelo de estudio a las hechiceras de la Europa medieval, que
heredaron habilidades de generación en generación.
La sabiduría de esas mujeres amenazaba a grupos
poderosos, y pueden considerarse las antecesoras de quienes hoy
se dedican a la investigación científica, afirmó.
“Sus conocimientos eran valorados, respetados y considerados
importantes y necesarios, pero se les fue desprestigiando y asociando
con la idea de que no poseían sabiduría de mujer,
sino que un ser maligno les otorgaba poderes, y todo lo que sabían
y practicaban era debido a un pacto con el Diablo. La cognición
empírica que dominaban y transmitían de abuelas a
madres, y de ellas a hijas, fue considerada sospechosa y amenazante,
porque atentaba contra los poderes políticos, religiosos
y científicos nacientes”, señaló.
Universidades, un paso a la equidad
Fue hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando tuvieron
acceso a la educación superior de manera institucional.
En Suiza, fueron admitidas en las universidades hasta 1890;
en Gran Bretaña en 1870; en Francia en 1880, y en Alemania
hasta 1900. “En México no estamos tan atrás
como pudiera pensarse, pues la primera médica, Matilde Montoya,
se recibió en 1887”, acotó.
Desde 1970, se han incorporado a los estudios superiores en muchos
países. En nuestra nación, entre 1969 y el año
2000 la matrícula de mujeres aumentó de 17 a 50 por
ciento; sin embargo, a medida que se incrementa el nivel de escolaridad,
su presencia se reduce, y muy pocas ocupan puestos de mando en instituciones
científicas.
Asimismo, las áreas de conocimiento siguen siendo
dispares, pues mientras en carreras como Psicología o Educación
la población dominante es la de ellas, en Física o
Ingeniería, la proporción es inversa.
Los hombres siguen inclinándose por agronomía,
ingeniería y física, mientras que el sector femenino
elige, en mayor grado, las humanidades y áreas relacionadas
con las ciencias sociales o educación, aunque en los últimos
años ha aumentado su ingreso a veterinaria, medicina, ingeniería
ambiental y tecnología de alimentos, indicó.
“Con estos avances, poco a poco hemos ganado espacios
para integrarnos a la ciencia, a la producción formal y académica
del conocimiento que, por mucho tiempo, fue una actividad de varones.
Se ha reclamado nuestro acceso a la educación, a las universidades,
y que tengamos la posibilidad de elegir la investigación
científica como una profesión que nos brinde reconocimiento
como generadoras del saber.
“Actualmente, en el mundo tres de cada 10 personas
dedicadas a la investigación son mujeres, y en el caso de
la Academia Mexicana de Ciencias, aún no llegamos a ese 30
por ciento”. Al interior de la UNAM, el 41 por ciento del
personal académico son féminas, el 36 por ciento investigadoras,
y de ellas, el 27 por ciento tiene el nombramiento más alto,
como titulares “C”, abundó.
Como si fuera el retorno de las brujas, entre los temas
de interés de las científicas destacan las ciencias
médicas, donde se han recuperado espacios, especialmente
en ginecología y en nuevas tecnologías asociadas a
la reproducción asistida y anticoncepción, así
como en ciencias naturales, como biología y ciencias ambientales,
comentó.
Cambios en la política científica
La participación femenina se ha reflejado en una
forma distinta de hacer ciencia, independientemente de los temas
de trabajo, dijo Blazquez, estudiosa de la relación entre
ciencia y género.
Desde que intervienen en la política científica,
se otorgan más becas y hay nuevos criterios de evaluación;
se han extendido los periodos de edad para el trabajo en la materia,
considerando el ciclo reproductivo; se han modificado los horarios
y espacios laborales, y se difunde cada vez más una conciencia
de género, finalizó la titular del CEIICH.