El Programa Universitario de Estudios de Género
(PUEG) de la UNAM, cuenta con una línea de investigación
en arte, justicia y cultura, en el que se combinan procesos de formación
en litigios con educación estratégico-jurídica,
que incluye formas de concientización, capacitación
y sensibilización.
La intención es crear procesos académicos
que retomen o apliquen las leyes; además, se busca la sensibilización,
transformación y reinserción de las internas a partir
del arte y la literatura, en vinculación con la justicia,
explicó la directora del PUEG, Marisa Belausteguigoitia Rius.
Por seis meses, esta instancia universitaria realizó
talleres para las reclusas, muchas de ellas, sin procesos legales
transparentes y erróneamente acusadas.
Todo inició cuando, por invitación de Antonio
Cíntora, un educador popular, el PUEG entró a la prisión
de Santa Martha Acatitla para pintar un mural y llenarla de colores
e historias visuales que refirieran las experiencias de las reclusas,
relató.
El taller particular consistió en pintar un mural
en una rampa de caracol –ubicada en el patio central–,
que tiene un significado especial para las presas, pues por ahí
descienden sus familiares, amigos y todas las personas queridas
que las visitan, y por ahí mismo ellas suben cuando salen
libres. Los Caracoles de Santa Martha constituyen un proyecto de
autonomía narrativa y visual, sostuvo.
El taller de preparación del mural consistió
en analizar obras de Frida Kahlo, Gloria Anzaldúa y Rosario
Castellanos; además, las internas escribieron cartas a funcionarios
públicos, donde explicaron el significado de estar en la
cárcel.
Con respecto a las sentencias, Belausteguigoitia Rius resaltó
que para la mayoría de los jueces una mujer debe ser quien
brinde cariño y protección; entonces, cometer un crimen
se percibe como algo contrario a su naturaleza y, por ello, las
condenas por un mismo delito frecuentemente son superiores a las
de los varones.
Se dice que un número considerable de presas están
en esa situación por “pagadoras”; es decir, están
pagando por las culpas del hijo, del marido o del hermano. Eso significa
que ellas no han cometido el delito central, son `cómplices´,
a veces inconscientes, de lo que otros hacen, acotó.
“Ellas hacen muchas cosas por mantener unida a su
familia, y desde la cárcel siguen siendo proveedoras y resuelven
problemas de sus parientes, sin recibir reconocimiento alguno”,
concluyó.