Ante la preocupación de personas que han resultado
agredidas por canes, en la Ciudad de México se intentó
establecer, recientemente, una iniciativa de Ley para la Tenencia
de Perros Potencialmente Peligrosos.
No obstante, los académicos de la Universidad nos
opusimos porque hay una serie de factores importantes a considerar,
no solamente genéticos, sino ambientales, de aprendizaje
y de manejo conductual, sostuvo Moisés Heiblum Frid, investigador
de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la
UNAM.
En forma científica, explicó, no existen
parámetros que demuestren que la bravura de un perro esté
directamente relacionada con determinada raza, o que su agresividad
sea natural; son los humanos, el ambiente y el aprendizaje, entre
otros elementos, los responsables de su conducta.
De hecho, la agresividad no es necesariamente una patología,
sino un recurso que el can utiliza para conseguir o evitar determinadas
cosas; existen diferentes categorías, que se pueden clasificar
de acuerdo a la motivación y a las estructuras nerviosas
que la controlan, añadió.
“El responsable de los ataques de un perro comúnmente
es su dueño, porque no le brindó el cuidado necesario.
Ninguna raza es necesariamente `brava´ por naturaleza; el
componente genético sin duda puede existir, pero no es el
único ni el más determinante”, puntualizó
el científico y profesor del Departamento de Etología
y Fauna Silvestre de la FMVZ.
Ante la situación, los académicos plantearon
una ley de propiedad, posesión y manejo responsable, porque
“realmente no hay ningún parámetro científico
que pueda sustentar que determinadas razas son más amenazantes
que otras”.
En este contexto, dijo, el Distrito Federal podría
ser la primera urbe en contar con un estatuto sobre el manejo de
canes, para evitar ataques a personas a través de la prevención.
Esta ley sería de observancia general en la Ciudad
de México, y sus disposiciones de orden público e
interés social; su objetivo sería regular la posesión
y manejo de perros para proteger la integridad de los individuos,
la salud pública y el bienestar de los canes, abundó.
En ella se especifica cómo y dónde deben
mantenerlos, su identificación mediante un chip
y una placa que debe portar en un collar con los datos del propietario.
Se pretende que los dueños, adiestradores, sociedades protectoras,
criadores, y todos aquellos que tengan que ver con la compra, venta
y adopción, acudan a la secretaría de Seguridad Pública
capitalina para crear un registro a nivel Distrito Federal.
El proyecto de tenencia y tutela responsable, realizado
con expertos en la materia y diputados de la Asamblea Legislativa,
busca poner en la mesa de discusión la importancia del manejo
de los cánidos, fomentar una tenencia responsable y, de esta
forma, prevenir ataques.
“La FMVZ brinda, desde hace nueve años, el
servicio de etología clínica, que orienta a los propietarios
para prevenir problemas de conducta, y si ya se han manifestado,
diagnosticarlos y tratarlos con ayuda de especialistas; el objetivo
es incidir en la creación de relaciones mutuamente placenteras.
Somos una instancia que fomenta y trabaja por una mayor cultura
sobre la posesión responsable”, subrayó.
La agresividad, el problema más diagnosticado
Muchos de los trastornos conductuales que padecen las personas
pueden sufrirlos también los animales, porque la función
fisiológica de su cerebro es similar a la del humano. Por
lo tanto, cuando hay deficiencias en neurotransmisión química
o disturbios anatómicos pueden manifestarse perturbaciones
de tipo conductual iguales a las del hombre, como ansiedad, depresión
o impulsividad, explicó el etólogo.
El trastorno de conducta más diagnosticado en perros,
y que representa un problema de salud pública, es precisamente
la agresividad, que muchas veces tiene su origen en alteraciones
de ansiedad y miedo a diferentes tipos de estímulos, reiteró.
Se han detectado severas perturbaciones en etapas de desarrollo,
como déficit en la socialización temprana, que puede
derivar en problemas conductuales en la adultez, debido a un aislamiento
parcial o total de estímulos en el período sensible
de desarrollo, o dificultades en el período geriátrico,
asociadas a pérdidas sensoriales, orgánicas y desequilibrios
en neurotransmisión química.
Sin embargo, concluyó, las causas principales de
la conducta agresiva son la irritación, dolor, enfermedad,
incomodidad y desequilibrios en la estructura social, entre otros
factores.