Para la materia literaria no hay temas propios, es el trabajo
del lenguaje el que puede volver poética a una cebolla o
a una pelota de fútbol, afirmó Eduardo Casar González,
profesor de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la
UNAM.
Sin embargo, ese deporte, con su carga mediática
incluida, es un interesante tema literario, consideró el
poeta, que durante 35 años ha dado clases de teoría
literaria y literatura mexicana del siglo XX, entre otras materias,
en esta casa de estudios.
Aunque Casar prefiere el box, que ha sido argumento literario
en cuentos de Julio Cortázar como El Torito, recordó
que el escritor Guillermo Samperio recurrió al deporte más
popular del planeta para narrar la historia de un hombre que quiso
formar un sindicato de futbolistas, sin lograrlo; mientras, el más
futbolero de los escritores mexicanos, Juan Villoro, dedicó
a esa práctica su libro Dios es redondo.
“En el mundial veo más partidos porque es
un fenómeno sociológico interesante, donde se ponen
en juego actitudes de orden guerrero, casi militar, que son disciplina,
trabajo en equipo, tácticas y estrategias; es en realidad
una especie de sustituto de fenómenos directamente agresivos”,
consideró.
Aunque en el otro fútbol –el americano—
es más clara la apariencia de los jugadores como miembros
de un ejército antiguo, en el soccer también
se percibe cómo el deporte satisface cierta carga de energía
que se resuelve pacíficamente, con reglas claras.
Casar anotó que en el estadio no solamente participan
los jugadores en la cancha, pues es el público presente quien
da al balompié su máxima expresión colectiva,
mientras millones de espectadores que ven el juego por televisión
construyen el fenómeno globalizado.
“Hay un libro que me gusta, Masa y poder,
de Elías Canetti, donde analizó los fenómenos
de masa, los que hacen que de pronto se junte un grupito y comience
a gritar, y uno se contagia. Sigmund Freud abordó el tema
en Psicología de las masas, mientras Wilhelm Reich
lo hizo en La psicología de las masas del fascismo”,
recordó.
Esas obras, destacó, profundizaron en la actitud
del ser humano individual, con toda su vida interior, sus complejidades
o aislamiento, y el cambio transformador que se genera en la experiencia
colectiva, donde hay una atmósfera única.
“No en balde había olimpiadas y héroes
olímpicos en la Grecia clásica”, indicó.
Símbolos por televisión
A Eduardo Casar le gusta el fútbol, pero no es fanático,
y prefiere las repeticiones de los goles en televisión que
el efímero momento de la anotación en el estadio.
“Cuando es la Copa, me gusta verla, porque cada país
tiene una cierta carga simbólica; me gusta que de pronto
los de Marruecos le ganen a los franceses, o que los de Bolivia
le ganen a los alemanes. Son ciertas reivindicaciones jerárquicas,
de orden simbólico, que operan en los que no somos conocedores
y no nos interesa el fútbol como una materia técnica”,
comentó.
El poeta reconoció que al reflexionar sobre el tema,
piensa que actualmente se fomenta ver ese deporte, pero no practicarlo.
“Creo que todos los programas y todos los partidos deberían
invitar a la gente a jugar, así como `come frutas y verduras´.
Si le gusta el fútbol, hágalo. Es importante promover
el desarrollo físico”.
Como en la vida, el escritor encuentra un cierto contrasentido
entre el trabajo colectivo de los equipos y la individualidad de
algunos jugadores que alcanzan la categoría de ídolos.
“La realidad vive de contrasentidos, y la individualización
de los futbolistas es uno de ellos. Los que se vuelven ídolos
es por cierta actitud destacable. El balompié ahora tiene
una enorme carga mediática, y los futbolistas son anunciadores
de productos, igual que los actores de cine o televisión.
Es irremediable”, concluyó.