Un estudio reciente de 31 fósiles marinos descubiertos
hace 68 años en la zona arqueológica de Palenque,
en Chiapas, comienza a develar un misterio: los mayas sabían
que el suelo que pisaban fue, millones de años atrás,
un océano inmenso, un sitio marino primigenio al que los
muertos regresaban tras su paso por esta vida.
Para integrar su conocimiento de ese ecosistema acuático,
incluyeron en las representaciones de sus dioses dientes de tiburón,
espinas de mantarraya y fósiles de peces y moluscos, visibles
en las paredes y escalinatas de estuco, con el que construyeron
edificios y templos, hace más de mil 200 años.
Se trata de una de las conclusiones del trabajo conjunto,
que desde 2007, realizan Jesús Alvarado Ortega, del Instituto
de Geología (IGl) de la UNAM, y Martha Cuevas García,
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Para fortalecer con más miradas científicas
su estudio, integraron al grupo multidisciplinario a Francisco Riquelme,
estudiante de doctorado del IGl, y a José Luis Ruvalcaba
Sil, investigador del Instituto de Física (IF).
Ellos han escudriñado los fósiles marinos
mediante análisis que incluyen microscopía de barrido,
detección de “huellas químicas” y estudios
físicos, para conocer la composición de materiales
como huesos y estuco, con pruebas de sonoluminiscencia, fluorescencia
y difracción de rayos X, utilizando la técnica PIXE
(siglas en inglés de Emisión de Rayos X Inducida por
Partículas).
Los cuatro especialistas trabajan con 31 fósiles
encontrados en Palenque en 1952, cuando el arqueólogo Alberto
Ruz Lhuillier, descubrió en ese sitio el emblemático
Templo de las Inscripciones.
Los vestigios fueron hallados principalmente en contextos
funerarios; dientes de tiburón y espinas de mantarraya fueron
depositados como parte de las ofrendas. La presencia de estos elementos,
consideraron los académicos, era una conexión entre
sus dos mundos: el marino y el terrenal.
Análisis multidisciplinarios
El paleontólogo Jesús Alvarado explicó
que los fósiles pertenecen a varios periodos; los más
antiguos corresponden al Paleoceno, de hace 63 millones de años.
Los restos fueron utilizados principalmente con fines rituales
durante el periodo Clásico Tardío, entre los años
600 y 850 después de Cristo, cuando seguramente fueron descubiertos
por los pobladores de Palenque, acotó.
En tanto, el especialista en peces fósiles, Alvarado,
realizó trabajos de prospección paleontológica
para cotejar los materiales utilizados en esa zona con las rocas
que contenían los fósiles, comprobando que eran los
mismos.
“Palenque está construido sobre diferentes
formaciones geológicas, que son las portadoras de los diferentes
materiales arqueológicos, como rocas que fueron utilizadas
para construir la ciudad y que son las que tienen fósiles
de peces en sus lajas”, indicó el investigador.
El terreno actual de ese sitio es casi plano, pero sospecha
que los pobladores de esa ciudad maya modificaron la estructura
de la región al extraer muchas lajas, y fue cuando encontraron
los fósiles de 63 millones de años.
Tierra que fue mar
Alvarado explicó que hace cinco millones de años
no existía Centroamérica como parte del continente,
ni como la línea territorial actual conectada a Sudamérica
y Norteamérica.
“Antes, esa zona eran pequeños islotes y formaba
corredores que permitían pasar a los organismos vivos; por
ello, hay una mezcla singular del norte y del sur, y no es homogénea”,
explicó.
El cambio del ecosistema marino al terrestre ocurrió
por la dinámica del planeta. Un choque entre la parte norte
y sur de América provocó movimientos en las placas
tectónicas, que modificaron los niveles continentales respecto
al mar, lo que favoreció la formación de una zona
territorial intermedia.
De aquel tiempo datan los fósiles de peces, crustáceos,
grandes tiburones, mantarrayas y tortugas que dejaron sus fósiles
hasta la época maya, para integrarse a una cosmovisión
que integró al mar y la tierra.
Este trabajo, reconoció Martha Cuevas, ha permitido
realizar análisis multidisciplinarios de los fósiles
y reinterpretar el conocimiento que esa cultura tuvo de un pasado
marino que integró a su cosmovisión.
“La existencia de esos fósiles nutrió
la concepción maya de una ciudad marina asociada al inframundo”,
comentó la arqueóloga, y añadió que
la idea central del trabajo entre el INAH y la UNAM fue comprobar
si el contacto con esos vestigios aportó elementos a su visión
del mundo.