Para preservar al guajolote silvestre, en peligro de extinción
en México, especialistas de la UNAM trabajan en la incubación
artificial de huevos de esta especie.
Investigadores de la Facultad de Medicina Veterinaria y
Zootecnia (FMVZ), en colaboración con especialistas de la
secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat),
desarrollan un proyecto para apoyar la reproducción del ave
e incrementar su población.
En México, existen dos subespecies: el guajolote
Gould y el Río Grande, ambos en peligro de extinción;
la diferencia entre uno y otro, se determina por su localización
geográfica, y por el ancho del color blanco en la punta de
la pluma de la cola.
Las incubadoras
Las incubadoras se ubican en una unidad de aislamiento
del Departamento de Producción Animal: Aves, de la FMVZ;
son seis máquinas con controles automáticos de temperatura,
humedad y volteo, provenientes de un Centro para la Conservación
e Investigación de la Vida Silvestre (CIVS) de la Semarnat.
A lo largo de 28 días, incuban los huevos, y al
momento del nacimiento, se transforman y reciben a los polluelos
como las nacedoras tradicionales.
Los pequeños animales permanecen en la Facultad
cerca de 48 horas y, posteriormente, son devueltos al CIVS para
que sean puestos en corrales protegidos.
El responsable del proyecto, José Antonio Quintana
López, explicó que en el período de reproducción,
personal del CIVS lleva los huevos una vez a la semana para ser
colocados dentro de las incubadoras, “seis en total, con capacidad
para 40 huevos”.
Las incubadoras cuentan con controles automáticos
y con dos charolas para 20 huevos, cada una. Llegado el momento,
suprimen el volteo, quitan las divisiones que los sostienen, y ajustan
temperatura y humedad para favorecer el nacimiento, agregó.
Dentro de la misma máquina, los polluelos secan
el plumón; posteriormente, se extraen, se colocan en una
caja que contiene una cama absorbente de humedad, un foco que produce
33 grados centígrados de temperatura ambiental, agua y alimento,
y a las 48 horas, son trasladados al CIVS en donde, una vez que
empluman, son reintegrados a los corrales para aparearlos cuando
sean adultos.
Quintana López resaltó la importancia de
no permitir que el ave se impronte (proceso de aprendizaje en animales
jóvenes por un período corto de receptividad, del
que resulta una reacción estereotipada frente a otro ser
vivo o juguete mecánico.) al humano, pues los pavos, al igual
que los pollos, codornices y patos, adoptan como madre lo primero
que ven que camina.
La unidad en la que se desarrolla el proyecto trabaja toda
la semana, pues no sólo atiende la incubación y nacimiento
asistido, sino que realiza diagnóstico sobre mortalidad.
Estudiantes de maestría y especialidad analizan aspectos
relacionados, así como la infertilidad y la muerte embrionaria,
entre otros.
La colaboración entre ambas instituciones, prosiguió,
surgió porque el CIVS no tiene un espacio adecuado para que
el proceso de eclosión sea exitoso. “La FMVZ asumió
el reto, pues cuenta con las instalaciones y el equipo necesarios,
así como con el personal calificado para esta tarea”.
El Centro tiene seis corrales de cinco metros de ancho
por 10 de largo, destinados al alojamiento de los pavos en reproducción;
60 hembras y 32 machos por corral. Al año de edad, las hembras
se pueden reproducir, y ponen entre 20 y 30 huevos; mientras, los
machos son reproductivos después de dos años.
Estos espacios son cerrados para evitar el vuelo y la invasión
de depredadores, pues la supervivencia de los huevos y de los pavos
pequeños es amenazada, principalmente, por las condiciones
climáticas y por distintos animales.
La reproducción cíclica y estacional, comentó,
comienza entre febrero y marzo, y concluye en junio, cuando comienzan
las lluvias.
Actualmente, se trabaja con la segunda generación
de huevos, que fueron puestos por las primeras guajolotas nacidas
mediante incubación artificial en la FMVZ. A estos pavos
la Semarnat les dio el nombre de UNAMitas.