A partir del bagazo del agave azul, que se desecha en cantidades
industriales en la elaboración del tequila, un grupo de científicos
de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM, encabezado por
Eduardo Bárzana García, director de esa entidad, ensayan
la obtención de etanol.
El biocombustible será una alternativa energética
limpia y tendrá la ventaja de conseguirse de los remanentes
agroindustriales que no tienen ningún uso alimenticio, como
ocurre con el maíz y la caña de azúcar, afirmó
Eduardo Vivaldo Lima, responsable del campo de Ingeniería
Química del programa de maestría y doctorado en Ingeniería
de esta casa de estudios, y participante en el proyecto.
“Al no provenir de un insumo de importancia alimentaria,
su desarrollo no pondrá en riesgo ese mercado, sino que aprovechará
un residuo que ofrece la industria tequilera”, explicó
Vivaldo.
La investigación forma parte del Proyecto Babethanol,
una iniciativa académica internacional encabezada por la
FQ y el Instituto Nacional Politécnico de Toulousse, Francia
(INPT), con la coparticipación del Centro Mario Molina (CMM)
y del Consejo Regulador del Tequila (CRT).
Colaboran 30 científicos pertenecientes a 13 instituciones
de 10 países de América Latina y Europa, con un objetivo
común: desarrollar rutas químicas para obtener etanol
a partir de residuos agroindustriales de la hoja de palma, maíz,
agave tequilero y otros agro-residuos.
“Estudiamos una forma distinta de tratar el material
que resulta del agave. Otros grupos mundiales están enfocados
a la modificación ácida o básica del residuo,
mientras nosotros desarrollamos un método fisicoquímico
sustentable. Existen algunos procesos en el mundo, pero son caros,
y nos interesa que sea de bajo costo”, destacó.
Vencer a la lignina
La clave del proceso para obtener el compuesto químico
es acceder a la celulosa y la hemicelulosa contenidas en el bagazo
del agave, que dentro de la planta están protegidas por la
lignina.
“Se trata de dos polímeros que se pueden degradar,
es decir, romper en moléculas más pequeñas
para convertirlos en azúcares. De ahí sale la glucosa
que puede ser fermentada por levaduras para obtener etanol, pero
esos polímeros están protegidos por una molécula
compleja, la lignina, que forma una intricada red muy resistente
a la degradación”, detalló Vivaldo.
“La lignina ofrece una protección natural,
y por eso es difícil romperla y acceder a la celulosa y hemicelulosa”.
Es el constituyente intercelular de las unidades fibrosas de los
vegetales, representa hasta el 30 por ciento de la composición
vegetal y funciona como relleno para impartir rigidez a los tallos
de las plantas, comentó.
“Si logramos hacer el proceso económico, tendríamos
una alternativa viable para producir bioetanol”, abundó.
Actualmente, la investigación está en el
primero de cuatro años de trabajo, con excelentes resultados
en el laboratorio. “Cada etapa será validada por tres
o cuatro grupos científicos de otros países miembros
del Proyecto Babethanol”, concluyó.