Se debe asegurar que las plantas con flores (angiospermas)
incorporen nuevos genes en sus poblaciones, pues así pueden
garantizar la diversidad genética que les permita adaptarse
mejor a las condiciones ambientales, explicó Felipe Cruz
García, académico de la Facultad de Química
(FQ) de la UNAM.
Mediante la identificación e incorporación
de nuevos alelos de especies silvestres, las plantas pueden incorporar
características agronómicas adecuadas que permitan
contender contra sequías, altas temperaturas, heladas, plagas
de insectos u hongos. Además, pueden ser más resistentes
y productivas.
Con el conocimiento en genética molecular se ha
determinado que a través del polen se puede garantizar la
adición de nuevos genes. Por ello, en el Departamento de
Bioquímica de la FQ, se estudia la capacidad de las angiospermas
para reconocer y discriminar el polen que producen, porque si utilizaran
el propio para autofecundarse, con el tiempo, presentarían
problemas por endogamia, dijo.
Se pueden autofecundar con facilidad, indicó, porque
la mayoría cuenta con ambos sexos; sin embargo, esa acción
no es conveniente, porque a largo plazo las poblaciones descendientes
reducirían su variación genética, y eso repercutiría
en su adaptación a nuevos ambientes. Por el contrario, si
la descendencia es producto de la cruza con individuos diferentes,
mostrarán mayor vigor.
Por más de 10 años, Cruz García ha
estudiado el mecanismo genético y bioquímico que controla
esa discriminación, tarea que implica la identificación,
clonación y secuenciación de los genes que participan.
La diversidad genética tiene su origen, en primera
instancia, en las mutaciones que forman nuevos alelos, que se heredan
través de la reproducción sexual y, con la polinización,
se distribuyen entre la población.
El mecanismo de reconocimiento y rechazo del polen, conocido
como incompatibilidad sexual, ha sido trascendente en la evolución
de las angiospermas, porque representa variedad y, a su vez, un
control reproductivo.
En este proceso, el gineceo (pistilo) selecciona con qué
individuos tener descendencia; “de alguna forma es cruel y
caníbal, porque mata a su propio polen para no generar endogamia”,
explicó.
Este tipo de estudios tienen una importancia evolutiva
y ecológica notable en el campo de la biología, pero
también en la agronomía, porque al conocer el control
genético y bioquímico de los sistemas de incompatibilidad
sexual, se podrían modificar para obtener mayores beneficios
de las plantas.
“En la agricultura es deseable conservar ciertas
características e incorporar otras”, aseveró.
Por ejemplo, la planta del jitomate puede auto polinizarse, pero
con el tiempo podría caer en una depresión por endogamia,
empezaría a ser más susceptible a plagas y patógenos,
o no podría resistir las altas temperaturas.
Por lo tanto, en ese sector se requiere variedad y destacar
ciertas particularidades –como frutos grandes, dulces y durables–
que naturalmente se van seleccionando, pero al paso de los ciclos
de auto fecundación, podrían perderse. Por ello, los
programas de mejoramiento genético se encargan de incorporar
diversos alelos silvestres, concluyó.