Descubrir exoplanetas, o planetas que se ubican fuera de
nuestro sistema solar es uno de los desafíos de la astronomía
moderna, ciencia que ha desarrollado telescopios cada vez más
potentes para conocer el Universo desde el espacio, y así
completar las observaciones que se hacen desde la Tierra.
“Hasta el 8 de junio, con esos grandes instrumentos
se habían descubierto 455 exoplanetas”, detalló
Silvia Torres-Peimbert, investigadora emérita del Instituto
de Astronomía (IA) de la UNAM.
En la conferencia Observaciones astronómicas
desde el espacio, ofrecida como parte del evento Exploración
espacial en 3D: cien años de la UNAM, añadió
que aunque con frecuencia se encuentran nuevos exoplanetas, el principal
reto es ubicar los más pequeños, de tallas semejantes
a la terrestre.
“Es más complicado encontrar los más
pequeños, como la Tierra, y ese es uno de los desafíos
de la astronomía actual”, comentó.
Los exoplanetas orbitan una estrella distinta de nuestro
Sol, por eso no pertenecen al sistema solar. La mayoría de
los conocidos son gigantes gaseosos tan masivos, o incluso más
que Júpiter; tienen órbitas muy cercanas a su estrella
y periodos orbitales muy cortos.
Hasta ahora, el más parecido a la Tierra es Gliese
581 c, descubierto en 2007, y su masa es cinco veces más
grande que la de nuestro planeta.
Científicos de varios países han considerado
que ese exoplaneta está en la llamada “zona de habitabilidad”
de la estrella Gliese 581, y que podría tener agua líquida
en la superficie.
Telescopios espaciales, miradas múltiples
En su ponencia, celebrada en el Salón de Cristal
de la Torre de Ingeniería, hizo un recuento de los telescopios
que, montados en satélites espaciales, han permitido a los
científicos ampliar el conocimiento del Universo y sus astros.
Mientras desde nuestro planeta esos instrumentos detectan
en el rango visible, el infrarrojo y a través de ondas de
radio, existe una amplia parte del espectro electromagnético
que no puede captarse desde el planeta, pero sí desde el
espacio.
“Tenemos una atmósfera que nos protege, y
no deja entrar rayos ultravioleta, X, ni gamma, emisiones cancerígenas
para el humano. Pero en esos rangos se puede observar desde telescopios
montados en satélites espaciales”, recordó.
Del otro lado del espectro, el infrarrojo y las ondas de
radio sí penetran la atmósfera terrestre, y por eso
existen telescopios que observan en esos rangos del espectro electromagnético,
explicó.
Torres-Peimbert señaló que los radiotelescopios
son útiles para observar la radiación de fondo, vestigio
del universo primitivo, así como las nubes moleculares frías,
donde se condensan las estrellas.
El rango infrarrojo sirve para indagar las estrellas frías
y las regiones de formación estelar, en tanto que el ultravioleta
ayuda a estudiar estrellas muy calientes y los remanentes de supernovas,
estrellas en agonía o fase terminal.
Los telescopios de rayos X ayudan a indagar regiones de
gas caliente y con ondas de choque, mientras que los rayos gamma
(que son las emisiones más energéticas del cosmos)
contribuyen al estudiar el origen del Universo, y las hasta ahora
misteriosas materia y energía oscuras.
La universitaria recordó que el Telescopio Espacial
Hubble incluye un equipo óptico (en el rango visible), uno
infrarrojo y otro ultravioleta. “Es uno de los más
completos y ofrece mucho detalle de los astros”.
En tanto, el nuevo Telescopio Espacial Kepler de la NASA
(lanzado al espacio el 5 de marzo de 2009) buscará en el
espacio exterior, durante los próximos tres años,
planetas extrasolares, y examinará más de 100 mil
estrellas semejantes al Sol, ubicadas en la región Cygnus-Lyra
de nuestra galaxia, la Vía Láctea.