Cada año, alrededor de 40 mil niños no acompañados,
son repatriados desde Estados Unidos a territorio mexicano, y un
gran número de infantes centroamericanos son regresados desde
nuestra nación a sus países de origen, expuso María
Claudia Duque Páramo, especialista de la Facultad de Enfermería
de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia.
Al respecto, añadió que los gobiernos no
sólo deben atender y defender a la población que habita
en su territorio, sino a la que decidió migrar, pues es en
el extranjero donde los expatriados son más vulnerables.
“Es indispensable entender lo que los emigrantes
generan, en términos económicos, al país al
que se trasladan, porque esto permite abordar integralmente la problemática”,
indicó.
Al impartir la ponencia Las niñas y los niños
como sujetos y actores en las migraciones internacionales: antecedentes,
tendencias y métodos, la especialista señaló
la necesidad de aplicar políticas públicas que atiendan
los problemas estructurales que dicho sector poblacional enfrenta.
“La propuesta es que, en vez de juzgar tanto a los padres
como a los menores emigrantes, se analicen sus vivencias para entender
y atender la situación”, apuntó.
En el auditorio Leopoldo Zea del Centro de Investigaciones
sobre América Latina y el Caribe (CIALC), señaló
que se deben observar los efectos negativos y positivos de la migración,
así como los costos que implican, pues aunque los gobiernos
se benefician con las remesas, la sociedad queda desprotegida.
“Debemos diseñar acciones y políticas
que apoyen a las familias y a los niños”, acotó.
Los infantes viven la migración de tres modos: o bien se
van con su familia, o son abandonados por ésta, o el padre
o la madre parten del hogar.
Migración parental
Cuando los emigrantes se encaminan al extranjero y dejan
detrás a sus hijos, los menores experimentan un fenómeno
llamado “migración parental”.
Esta situación la viven millones de pequeños
en todo el mundo y es frecuente en países como México,
Colombia, Ecuador, Filipinas, Perú y Tailandia.
Por ejemplo, en Filipinas, se calcula que entre tres y
seis millones de infantes tienen a alguno de sus padres en el extranjero,
y en México, existen lugares -como Michoacán- donde
90 por ciento de los jefes de familia trabajan en Estados Unidos
o Canadá.
Duque Páramo argumentó que cuando se da este
tipo de migración aumenta la vulnerabilidad en los hogares
de estratos bajos, pues aunque ganar un sueldo en divisas extranjeras
brinda beneficios en la educación y vida cotidiana, no evita
conflictos emocionales.
Por ello, recalcó, es ineludible la creación de centros
de apoyo para los emigrantes, para que entiendan y vivan estos fenómenos
de manera sencilla, sobre todo en los aspectos emocionales, cotidianos
y de salud.
“Debemos promover la reparación de vínculos
y acciones que ayuden a tumbar el muro que se forma cuando la familia
se divide”, expuso.
No se debe olvidar que México es un país
de origen, tránsito y destino de inmigrantes.