Boletín UNAM-DGCS-366
Ciudad Universitaria.
14:00 hrs. 17 de junio de 2010

Alberto Tejeda Perea


LA AGRESIVIDAD EN PERROS NO SE ELIMINA POR COMPLETO

 

• Cuando reciben tratamiento, esta conducta sólo se puede controlar, aseguró Alberto Tejeda Perea, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM

La agresión en los perros no puede eliminarse por completo, pues su aparición depende de muchas variables; cuando reciben tratamiento, sólo se controla y se busca que no vuelva a aparecer con consecuencias graves, afirmó Alberto Tejeda Perea, académico de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.

Si bien es cierto que es una conducta normal en los canes, deja de serlo si no hay algún factor en el ambiente, o a nivel fisiológico, que la dispare; “es decir, cuando sin más, lanzan una mordedura a otro animal o a un humano”, indicó.

No es lo mismo dar un colmillazo que desgarrar la piel, y en ese sentido, existen varios tipos de agresión, como la de competencia social, que implica un conflicto jerárquico; la de origen orgánico, y las relacionadas con respuestas emocionales como la ansiedad, explicó el también coordinador del Área Clínica del Hospital de Especialidades en Fauna Silvestre y Etología Clínica de la FMVZ.

En la mayoría de los casos en consulta se detecta la causa de esa conducta, y si se hace de manera oportuna, el problema prácticamente se puede eliminar; pero si el cánido “ya ni siquiera avisa cuándo va a morder”, es más difícil de controlar, reconoció.

Los perros y la agresión

En estos mamíferos, como en casi todas las especies sociales, la agresividad es un comportamiento básicamente normal, porque forma parte del repertorio que heredan como parientes de los lobos; de hecho, es una de las maneras de obtener espacio, liderazgo y alimento, apuntó Tejeda Perea.

Sin embargo, prosiguió, tanto en lobos, como al convertirse en animales domésticos, esta conducta por lo regular queda como un aspecto de tipo ritualista; entonces, antes de agredir presentan señales como mostrar los colmillos, se les eriza el pelo, tienen las orejas levantadas, o agachadas si se muestran agresivos por temor, y en este caso, también esconden la cola entre las patas.

En este punto es posible frenar un ataque, pero cuando ocurre una lesión abierta, con sangre o desgarre, se refiere un comportamiento anormal.

Existen razas que genéticamente son más poderosas y seguras de sí mismas, como el pastor alemán o rottweiler; pero no son necesariamente canes más violentos, sino con más capacidades para actividades de guardia y protección. En general, se trata de animales equilibrados que no atracarán por cualquier circunstancia, aclaró.

Hoy, se sabe que no es tanto la raza o el sexo, sino el manejo del dueño lo que determina su agresión, aclaró el especialista en etología clínica.

Aunque parezca increíble, aprenden muchas normas sociales; si son aislados, maltratados, sujetos a castigos a destiempo o mal entrenados, tienen mayores posibilidades de ser irritables, puntualizó.

Clínica de Especialidades

En los últimos años, se ha difundido la eficacia de la etología canina; por ello, cuando la gente acude a la clínica con sus perros, lo hace casi desde el momento en que dejan de obedecer o presentan conductas diferentes a las habituales.

“Nuestra labor es identificar el origen de la agresión; de hecho, cualquier alteración se determina con base en una historia clínica llamada diagnóstico orientado a problemas; de ahí se establece cuándo y cómo se dio, cuál fue el lenguaje del perro y su procedencia”, aseveró.

También se indagan razones orgánicas como afecciones cardiacas, problemas de tiroides o dolor crónico; se observa su comportamiento en consultorio; se averigua sobre las condiciones del lugar donde vive y situaciones como si hace ejercicio, si tiene fobias o es muy nervioso, entre otras.

Tratamiento

El tratamiento se basa principalmente en la modificación conductual, que consiste en transformar la manera en que se relaciona el propietario con el animal. Para ello, se aplica, entre otras técnicas, el programa denominado “de salario”, en el que todo lo que el can recibía gratis antes (comer, salir a pasear o caricias), ahora lo tiene que pagar con obediencia, precisó.

Además, abundó, se cuenta con algunos instrumentos como el “líder gentil”, un collar no doloroso que le resta libertad, y al no sentirse libre, cambia de actitud.

Si estos procedimientos no logran mejorías, se medican psicofármacos para humanos como última opción, apuntó.

El tratamiento puede durar de tres meses a un año, y se deja en claro a los propietarios que el éxito depende, en buena medida, del trabajo con su mascota y del seguimiento del caso, concluyó.

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Fotos

No es tanto la raza o el sexo, sino el manejo que le da el dueño al perro, lo que determina su agresión, afirmó Alberto Tejeda Perea, de la FMVZ de la UNAM.