La gestión de la Unión Europea (UE) ante
la crisis de 2008 y sus repercusiones (como la crisis griega) ha
sido poco eficiente; en primer lugar, porque no acertó en
el diagnóstico inicial; después, no midió correctamente
el tamaño del problema, y tardó en poner en marcha
un plan de recuperación que no sólo atendiera las
necesidades e intereses del sector financiero, sino que tuviera
en cuenta las consecuencias, aseguró el académico
de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM, Antonio Gazol
Sánchez.
Asimismo, dijo, no fue capaz de prever que las debilidades
estructurales de muchas economías y de la propia integración
europea, constituyeron un campo propicio para los ataques especulativos,
porque una vez que ocurrieron, no reaccionaron a tiempo ni de forma
coordinada.
“Por tanto, la crisis y sus secuelas han puesto de manifiesto
que este proceso de integración tan exitoso y paradigmático
para muchos, es menos sólido de lo que se solía creer,
y por consiguiente, demanda una profunda revisión”,
destacó el especialista.
La crisis mundial de 2008 y sus repercusiones han revelado
que la Unión Europea no constituye el modelo de unificación
regional que se pensaba, o que aparece descrito en discursos e informes
oficiales.
“Lo que sucedió es que la crisis griega despojó
a la UE de su atractivo ropaje”, indicó Gazol Sánchez.
“Es cierto que la UE ha logrado avanzar en la formulación
y aplicación de políticas comunes en el sector comercial,
agrícola, pesquero y de transporte, así como de competencia,
o para la zona euro en el ámbito monetario, y también
ha desarrollado una estrategia de desarrollo regional”.
Sin embargo, aún no existe una política industrial
común, mucho menos una fiscal, y está lejos de alcanzar
una social, de empleo o de inmigración, acotó en la
Sala Octaviano Campos de la FE.
Es erróneo creer que no nos afecta la tendencia
del euro
Mientras, el académico de la FE, Eduardo Loría
Díaz de Guzmán, señaló que al analizar
cuál sería el mecanismo de transmisión de una
depreciación o apreciación del euro sobre la relación
que mantenemos con el dólar, se pudo determinar que el vínculo
peso-euro se relaciona uno a uno con la relación dólar-euro
y peso-dólar.
Es decir, las tres monedas se encuentran amarradas entre
sí, porque se mueven una a una; por lo tanto, si el dólar
se deprecia respecto al euro, el peso también lo hará,
lo que implica una relación unitaria que genera un efecto
directo y simétrico.
“Parecería que las monedas están atadas,
al menos en lo que respecta a nosotros; por lo tanto, es erróneo
creer que no nos afectan las tendencias del euro, pues hay una reacción
de uno a uno, donde se presenta una variable como espejo en cuanto
a lo que acontece en torno a nuestras relaciones cambiarias con
Estados Unidos y la zona euro”, concluyó.