Ante el deterioro económico registrado en los últimos
tres años, las familias mexicanas se han visto obligadas
a cambiar patrones de consumo y sustituir los productos de la canasta
básica por artículos de menor calidad nutricional.
David Lozano Tovar, del Centro de Análisis Multidisciplinario
(CAM) de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM, advirtió
que la pérdida en el poder adquisitivo se traduce en el deterioro
de vida de los mexicanos.
Un ejemplo es la tortilla, pues la expendida en las tortillerías
contiene almidones que complementan la alimentación, pero
su costo es de entre nueve y 14 pesos por kilo; en cambio, este
producto se ofrece en supermercados, elaborado con almidones saturados,
pero con un costo 66 por ciento menor.
Otro fenómeno preocupante es el de las frutas y
verduras, pues éstas se llegan a ofertar a precios sumamente
bajos, pero sólo porque están al borde de la putrefacción.
Además, en los alimentos no sólo se sacrifica
la calidad, sino la cantidad. Los mexicanos ya no compran un kilogramo
de carne o pollo, sino tres cuartos o 500 gramos; además,
la carne está siendo sustituida por la sopa de pasta, que
ha incrementado sus ventas en 30 por ciento tan sólo en el
último año.
Y si la merma económica se resiente en el bolsillo
de los adultos, también en la loncheras de los niños,
pues más del 60 por ciento de los estudiantes de educación
básica desayunan productos baratos y sin proteína,
como salchichas y jamón, alimentos altamente procesados con
efectos nocivos en el organismo.
También las compras en el sector farmacéutico
se han incrementando en 80 por ciento en lo que respecta a medicamentos
genéricos.
Para finalizar, el especialista indicó que el ingreso
de dos personas ya no alcanza para mantener una casa. “Por
ejemplo, hoy, en las familias de cinco individuos, cuatro deben
laborar para satisfacer las necesidades del hogar”.
En este sentido, la economía informal integra ya
a más de 25 millones de personas, incluyendo ancianos, niños
y jóvenes profesionistas.