Boletín UNAM-DGCS-322
Ciudad Universitaria.
14:00 hrs. 28 de mayo de 2010

 


NO TODAS LAS ESPECIES DE ÁRBOLES SON IDÓNEAS PARA LA CIUDAD DE MÉXICO

 

• El encino, capulín, ahuehuete y ahuejote, entre otros, son favorables, no así el eucalipto, dijo Robert Bye, del IB de la UNAM
• Ofrecen beneficios, pero exigen cuidados, como podas de formación o sanitarias, para eliminar ramas secas o infestadas de plagas

Al contrario de lo que se piensa, el valle de México no es, de origen, un territorio arbolado; sólo en las laderas de las montañas, como Tlalpan, los había de manera natural; el resto de la metrópoli se construyó sobre una zona lacustre.

“Los árboles urbanos no pueden cuidarse solos. En biología hablamos de mutualismo, es decir, de una relación de beneficio recíproco. Ellos ofrecen ciertos servicios, pero exigen de nosotros cierta atención”. Casi todos los que existen en la Ciudad de México son cultivados para nuestro beneficio, y los introducimos en un ambiente no natural, explicó Robert Bye, investigador del Instituto de Biología (IB) de la UNAM.

En esta época del año proporcionan sombra a humanos, animales y otras plantas, y refrescan el aire porque, en el proceso de producción de oxígeno, también transpiran agua, proceso que baja la temperatura; en pocas palabras, mejoran el ambiente.

Sin embargo, un árbol implica compromiso a largo plazo, porque es necesario hacer podas de formación o sanitarias, para eliminar ramas secas o infestadas de plagas.

“No estoy muy de acuerdo con las campañas de reforestación, en las que nos dicen que se van a sembrar millones de árboles. En realidad, no son campañas de reforestación, sino de forestación, lo que significa que se introducen en zonas en las que naturalmente no había”, explicó Bye.

Sí se deben sembrar, pero los adecuados para cada zona, aclaró. Además, es contraproducente diseminar millones de ellos en áreas en las que no puede haber tanta densidad, lo mejor es poner pocos, de buen tamaño, en sitios convenientes.

Colocarlos, uno muy cerca de otro, es una invitación a las plagas, como la de muérdago o injerto. “Al estar muy juntas las copas, las semillas de esta planta hemiparásita pueden pasar, en el excremento de las aves, a varios árboles, e infectarlos simultáneamente”, añadió.

Especies adecuadas

México es uno de los países donde crecen numerosas especies de encinos, que van de uno, hasta 20 metros de altura. De acuerdo con el experto, varios de ellos serían adecuados para nuestra urbe.

“En el valle de México tenemos siete especies de encinos de copas chaparritas y redondas; también hay otras mexicanas, que son similares a los árboles de Navidad, pero deben ser sembradas en zonas abiertas”, resaltó.

Otras especies adecuadas son el capulín, cuyo fruto sirve para alimentar a los pájaros, por un lado, y para hacer tamales de capulín, por el otro; el liquidámbar, nativo de Veracruz hasta Chiapas, y cuyas hojas tienen forma de estrella y cambian de color entre noviembre y diciembre; el tepozán, originario del centro del país, muy resistente a los pedregales y al clima, y con follaje casi todo el año, y el ahuehuete, que es muy bueno en los lugares donde abunda agua en el subsuelo, mencionó.

“En cuanto al sauce, prefiero el ahuejote al sauce llorón, que no es una especie mexicana, aunque por aquí lo siembran. De hecho, el ahuejote se usa en las orillas de las chinampas para detener el suelo”, señaló.

Una plaga recorre el DF

El muérdago o injerto crece naturalmente en la cuenca del río Balsas y ataca a especies de árboles del valle de México, como los capulines, álamos y fresnos.

“Cuando uno camina por Paseo de la Reforma, la mitad de los árboles verdes muy bonitos que ve, están muertos. En esos casos, lo verde es el muérdago”, informó Bye.

La raíz del muérdago penetra la rama del árbol invadido, y la mejor forma de controlarlo es hacer podas sanitarias, cortar las ramas que tienen plaga para que no se reproduzca.

El eucalipto, una especie dañina

Las raíces del eucalipto se apropian del espacio y exudan sustancias que inhiben la germinación y crecimiento de otras especies cercanas; además, se desarrollan rápido. Mientras un encino tarda unos cinco años en crecer un metro, el eucalipto lo hace en 12 meses, y cuando alcanza los 15 años, produce miles de semillas que germinan a gran velocidad.

Bye y sus colaboradores estudiaron, hace tiempo, los mapas de Ciudad Universitaria, y concluyeron que en 1954 había en la zona unos siete u ocho eucaliptos, pero una encuesta reciente indicó que ahora debe haber cerca de medio millón, lo que no es benéfico para los otros árboles y plantas.

La flor de esa especie contiene sustancias medicinales que, sin embargo, se vuelven tóxicas para las abejas nativas cuando su concentración es muy alta.

“Durante la floración, después de una sequía, a un eucalipto llegan abejas nativas (existen más de 20 especies en la reserva del Pedregal) en busca de néctar para hacer miel. Entonces, como la flor está saturada con esas sustancias, y el insecto no cuenta con un buche para transportar el líquido azucarado, éste llega directamente a su intestino y las mata”.

En cambio, las abejas melíferas, algunas ya africanizadas (que ya se encuentran en CU), sí tienen un buche que permite guardarlo y llevarlo al panal, sin que llegue al intestino. Así, con menos competencia, el número de abejas africanizadas se puede incrementar”, concluyó el investigador.

—o0o—

 

 


Fotos

El ahuehuete, encino, capulín y ahuejote, especies idóneas para la Ciudad de México.