Con diferentes modalidades de trabajo, la Coordinación
de Innovación y Desarrollo (CID) de la UNAM facilita y
fomenta la transferencia de los resultados de investigaciones
al sector productivo, realizadas en las distintas entidades académicas
de esta casa de estudios.
A la fecha, se cuenta con una cartera de alrededor de
100 proyectos, unos que apenas inician, y otros más “maduros”;
se han firmado cerca de 50 convenios para licenciamiento de tecnología
de la Universidad, colaboración con empresas y desarrollo
de tecnologías específicas, que respondan a necesidades
expresadas por las compañías.
José Luis Solleiro, director general de Vinculación
de la CID –creada en mayo de 2008–, expuso que las
acciones se promueven en dos vías: “cuando tenemos
listo el resultado de algún estudio, buscamos licenciar
esa tecnología, propiedad de la Universidad, a un cliente,
que puede ser una empresa, grande o pequeña”.
También se procede en sentido contrario. Se capta
la necesidad de una compañía por una tecnología
concreta, se elige la entidad académica que se encargue
del proyecto, se genera una propuesta, se negocia con la contraparte
y se hace el desarrollo y la transferencia.
Otra modalidad de trabajo es la oferta de servicios tecnológicos
a micro, pequeñas y medianas empresas. Al respecto, Solleiro
expresó que “estamos convencidos que, para ser competitivas,
requieren un soporte tecnológico que permita certificar
o acreditar sus procesos y productos, hacer pruebas, mediciones
y análisis. Para ello se necesita equipo, del que no disponen,
pero la Universidad, sí.
De ese modo, se ofrece acceso a esa infraestructura y
a los técnicos especializados, además de consultorías
y capacitación “a la medida”.
Asimismo, “nos acreditamos como organismo intermedio
del Fondo PYME de la Secretaría de Economía. Se
trata de canalizar un proyecto de una empresa pequeña para
que sea financiado con recursos de ese fondo. Si se aprueba, el
organismo intermedio recibe el dinero para administrarlo. Tuvimos
una tasa de éxito de las solicitudes que presentamos en
2009, de casi 90 por ciento”, añadió.
Una estrategia más de trabajo, es que la tecnología
que se genera en la UNAM trascienda la producción de un
bien o servicio que, a su vez, satisfaga una necesidad de mercado
y de la sociedad, vía la creación de nuevas empresas.
Para ello, recordó Solleiro, en octubre del año
pasado se lanzó la Incubadora de Empresas de Alta Tecnología
llamada Innova-UNAM, que cuenta con el apoyo de la SE.
“Se recibe financiamiento que sirve para apuntalar
la infraestructura de la incubadora, y de manera importante, para
apoyar los estudios y consultorías que requieren las empresas
que están en ella, porque deben definir su plan de negocios,
estrategia de mercadotecnia, diseño del producto, y sustentar
la protección de la propiedad intelectual”.
También se ofrece a los emprendedores capacitación
para que aprendan a manejar el dinero, y establecer una estrategia
financiera y de mercado. Se labora con ellos en todo el paquete
de capacitación para su desarrollo empresarial, resumió.
En octubre pasado, se recibió un buen número
de candidatos para ingresar a Innova-UNAM; se aprobaron nueve
proyectos y quedaron en lista de espera 40 más.
Se trata de empresas de universitarios, algunos estudiantes
o recién egresados, que abarcan áreas como biotecnología,
software y tecnologías de la información y la comunicación,
tratamiento de aguas residuales, sistemas de apoyo a la educación
científica y energías alternativas.
Una de ellas está tocando la puerta del mercado,
y en un par de meses estará vendiendo; otras, trabajan
apenas en el diseño del producto. “Significa que
tendremos tiempos diferentes de egreso de la incubadora”,
señaló.
Además, prosiguió Solleiro, estamos en
el proceso de crear otras tres incubadoras o unidades Innova-UNAM:
en las facultades de Ingeniería, y de Estudios Superiores
Cuautitlán y Acatlán.
Para que los emprendedores tengan éxito, abundó,
en un momento dado van a requerir financiamiento externo; la Universidad
no ofrece recursos, pero sí una red de contactos hacia
fuentes de financiamiento.
Una de las primeras medidas de la CID, fue participar
en el llamado Club de Inversionistas, agrupación donde
se presentan los proyectos a los interesados en invertir y convertirse
en socios temporales de las nuevas empresas.
“Queremos apoyar a nuestros emprendedores para
que su propuesta sea atractiva y se concrete”. Para ello,
se firmó un convenio con Angel Ventures México;
los “capitalistas ángel”, invierten en un proyecto
que no esté aún bien definido, pero que sea promisorio;
el acuerdo que tenemos es para gozar de un tratamiento privilegiado
como Universidad Nacional, y para obtener mejor asesoría
para los emprendedores, en materia de acceso al capital.
Para la etapa de post-incubación, es decir, para
hacer el proyecto de empresa sustentable, consolidarlo y hacerlo
crecer, intervienen instancias llamadas “aceleradoras de
negocios”, que brindan un nuevo paquete de asesoría.
Para ello, la UNAM trabaja con el Instituto Tecnológico
y de Estudios Superiores de Monterrey, para diseñar su
esquema de aceleración, y también se firmará
un convenio de colaboración con la aceleradora Endeavor.
Para 2011, sostuvo José Luis Solleiro, se tendrán
las primeras empresas egresadas, que entrarán en ese proceso,
pero la meta es, eventualmente, tener una aceleradora de negocios
de la UNAM.
Mientras tanto, ya se abrió la convocatoria para
recibir a la siguiente generación de emprendedores. “Al
cierre del año se espera, cuando menos, duplicar el número
de empresas. Se seleccionarán por el potencial del producto
o servicio que pretendan vender, por la propuesta de negocios
y, algo muy importante, identificar si realmente el emprendedor
quiere ser empresario”.
De igual forma, se elabora el nuevo documento de solicitud
de apoyo a la secretaría de Economía, y se tendrán
acercamientos con los gobiernos del Estado de México y
el DF, para procurar tener el mayor nivel de recursos disponibles
en apoyo de los emprendedores.
Por último, mencionó la importancia de
la propiedad intelectual. “En nuestra oficina nos encargamos
de protegerla, en conjunto con la oficina del Abogado General”.
El año pasado, se atendieron solicitudes de entidades
y académicos para resguardar las invenciones generadas
en la UNAM, “pero nos percatamos que el número de
solicitudes de patente era pequeño para las dimensiones
de la Universidad. Por ello, se lanzó un concurso de inventiva,
y creció la cartera de posibles invenciones para protección”.
Entre 2009 y 2010, se tendrán alrededor de 90
solicitudes de patente nuevas, es un primer paso importante, pero
no se trata sólo de tener registros, sino de trasformarlos
en un proceso o producto que se use, y que para la UNAM signifique
contratos de licenciamiento de tecnología e ingresos. “Lo
principal es que se vaya formando en la comunidad universitaria
una mayor cultura de la propiedad intelectual”, finalizó
José Luis Solleiro.