A partir de un derivado de la quitina, conocido como
quitosán, Patricia Miranda Castro, responsable del Laboratorio
de Biotecnología de la Facultad de Estudios Superiores
(FES) Cuautitlán, y un grupo de estudiantes, desarrollan
un termogel para liberar fármacos de manera continua y
prolongada, o introducir células en el cuerpo mediante
una inyección.
La investigadora estudia la quitina desde hace 18 años,
un polímero que se encuentra en forma natural en el exoesqueleto
de crustáceos como camarones, jaibas y cangrejos, así
como en arañas y cucarachas, entre otros.
La quitina se somete a un proceso llamado desacetilación
para obtener el derivado quitosán, que se emplea en las
industrias de alimentos y farmacéutica, por sus propiedades
antibacterianas, antivirales y antimicóticas.
Además, el quitosán presenta una característica
físico-química peculiar; si se mezcla con un contraión,
o con otro polímero, por debajo de la temperatura corporal,
se mantiene en forma líquida; pero si la temperatura alcanza
los 37 grados centígrados, se solidifica.
“Lo interesante es que este material permite introducir
fármacos en el cuerpo de una persona, sin necesidad de
hacer una incisión. Se prepara la mezcla en una jeringa
y se inyecta, y cuando alcanza la temperatura de 37 grados centígrados
en el interior, el quitosán se solidifica, luego comienza
a degradarse lentamente por la acción de la enzima lisozima
(que se encuentra en los fluidos corporales) y a liberar, poco
a poco, el medicamento”, explicó Miranda Castro.
Control de la hipertensión
Para analizar y evaluar la eficacia del termogel como
nuevo medio para suministrar fármacos, Miranda Castro y
Luisa Martínez Aguilar trabajan con ratas hipertensas en
el Laboratorio de Farmacología del Miocardio de la FES
Cuautitlán.
Martínez Aguilar explicó que en el proceso,
mezclan termogel con captopril (medicamento que combate la presión
arterial alta); este compuesto es inyectado en estado semisólido
a los roedores, y después de solidificarse, empieza a liberar
el fármaco.
“La intención de esta investigación
es hacer, en el futuro, una formulación de termogel, que
pueda ser implantada en el cuerpo de una persona y que, a la vez,
libere de manera continua y prolongada, un determinado fármaco”,
acotó.
Generalmente, los medicamentos para controlar la hipertensión
se presentan en tabletas, y a veces el paciente olvida ingerirlas
oportuna y constantemente, lo que puede derivar en consecuencias
negativas como infartos o lesiones vasculares en el cerebro.
Al respecto, Miranda Castro, reconocida a nivel internacional
por haber aprovechado el quitosán en la regeneración
de piel de personas quemadas, indicó que la investigación
que realizan abre la posibilidad de que la industria farmacéutica
cuente con un nuevo instrumento para la administración
continua y prolongada de anti-hipertensivos y otros remedios.
En México, sólo seis por ciento de la población
controla su hipertensión; entonces, un implante del termogel
aseguraría un manejo más eficiente de esa enfermedad
crónica”, indicó.
El termogel está elaborado con materia prima económica,
y por tratarse de un producto natural, liberaría al cuerpo
de productos químicos y, por ende, de posibles úlceras
o dolores gastrointestinales, añadió.
Otra aplicación
Por otro lado, una de las colaboradoras de Miranda Castro,
la doctorante Eva Guadalupe Lizárraga, desarrolla otra
línea de investigación para implementar, con el
quitosán, sistemas fungicidas en algunos granos como el
maíz.
“En un invernadero recubrimos algunas semillas
de maíz con el quitosán, y observamos que las plantas
que emergieron presentaban poca carga fúngica y bacteriana.
Podemos afirmar que el quitosán inhibe el crecimiento de
ciertos hongos patógenos, como Fusarium moniliforme
y Aspergillus flavus”, comentó Lizárraga.
También, se encontró que bajo condiciones
ácidas de la tierra, las semillas de maíz recubiertas
tuvieron un desarrollo acelerado y libre de patógenos.
Ahora, se busca indagar el efecto del quitosán a nivel
molecular, para inducir en esas plantas los mecanismos de defensa.