En ciudades industrializadas, la incidencia y exposición
a aeroalérgenos impacta significativamente la salud de más
del 20 por ciento de la población. Algunas personas necesitan
15 granos de polen, otras sólo dos, para presentar una reacción
alérgica.
Asimismo, el polen atmosférico se considera un bioindicador
de contaminación, por lo que se puede utilizar como modelo
experimental para evaluar la calidad del aire.
Partículas contaminantes de monóxido de carbono,
óxido de nitrógeno, óxido de azufre y diésel,
entre otras suspendidas en el aire, se pegan a la exina (cubierta
exterior dura) de los granos de polen que, cuando son inhalados,
inflaman las mucosas de las vías respiratorias y aumentan
su permeabilidad.
No obstante, con el incremento de la temperatura y el trastocamiento
de las precipitaciones fluviales, se ha alterado el patrón
de floración de las plantas (se atrasa o se adelanta), lo
que repercute en la biodiversidad, la ecología y la salud
humana.
De ahí la importancia de alertar sobre la calidad
biológica y la alergenicidad del aire de la Ciudad de México,
con datos precisos y oportunos, y esa es una de las tareas de la
Red Mexicana de Aerobiología (ReMA), coordinada por María
del Carmen Leticia Calderón Ezquerro, investigadora del Centro
de Ciencias de la Atmósfera (CCA) de la UNAM.
La ReMA forma parte de un proyecto conjunto de la Universidad
Nacional y el gobierno del Distrito Federal, denominado “Evaluación
de la calidad del aire de la Ciudad de México y su efecto
en la salud de la población expuesta a biopartículas
alergénicas (granos de polen) y su relación con el
cambio climático”.
Y en una próxima etapa, la Red inaugurará
su página web (www.atmosfera.unam.mx/rema), que contendrá
información como la variación, en tiempo y espacio,
de los principales alérgenos polínicos (pastos, malezas
y árboles) presentes en la atmósfera de esta urbe,
anunció Calderón Ezquerro.
En ese sitio se incluirá, además, el taxón
de cada tipo de polen, sus concentraciones, los avances de un calendario
polínico en proceso (su presencia a lo largo del año),
un semáforo de alerta polínica, información
de las alergias que ocasiona cada tipo de polen y vínculos
a personal médico especializado.
Calendario polínico
Para brindar sus servicios, la ReMA cuenta con datos recabados
por casi dos años, que incluyen tipos de granos de polen,
su grado de alergenicidad (alta, media o baja) y concentraciones.
“Tenemos registrados unos 50 tipos en el valle de
México; de ellos, 20 son los más importantes por sus
concentraciones. Por ejemplo, la concentración anual acumulada
de granos de polen de fresno (Fraxinus) en Chapultepec fue de 16
mil 248 por metro cúbico de aire; en Ciudad Universitaria,
de 30 mil 631, y en Iztapalapa, de mil 296”, dijo.
Los universitarios también elaboran un calendario
polínico que representará en forma sencilla los distintos
tipos de polen con capacidad para producir alergias, y su presencia
en el aire a lo largo del año.
Contendrá cuatro grupos con varias categorías
que permitirán conocer el riesgo de padecer una alergia.
Cada tipo polínico registrado entrará en alguna de
las categorías establecidas, según su alergenicidad
y concentración, señaló.
El grupo uno presenta las siguientes categorías:
Nula: menos de un grano de polen por metro cúbico de aire.
Baja: entre uno y 15 granos por m³ de aire. Moderada: de 16
a 30 granos por m³. Alta: más de 30 granos por m³.
En este grupo entran tipos polínicos como Parietaria, Urtica,
Fabaceae, Apiaceae y Cannabis, entre otros.
“Hasta la fecha tenemos una representación
gráfica de lo que ha ocurrido en casi dos años, pero
necesitamos un mínimo de cinco para ver qué patrones
se repiten y hacer el calendario polínico de cada especie”,
indicó Calderón.
En esa representación figura el fresno, cuyos periodos
de floración y concentración se cuentan de diciembre
a febrero-marzo. En ese lapso, integrado precisamente por los meses
más fríos, las concentraciones pico (en enero) fueron
de 900 granos por m³ de aire.
Dos casos más son los pastos (que crecen todo el
año), cuyas concentraciones máximas fueron de 87 granos
por m³ de aire, y la familia de las cupresáceas (que
incluye al ciprés y al enebro), de 904 granos por m³
de aire en enero.
“Con cada tipo polínico que encontramos e
identificamos, vamos haciendo este calendario”, refirió
la especialista.
Semáforo de alerta polínica
Con base en pruebas dérmicas que permiten saber
a qué tipo de polen responde un individuo, y en la experiencia
de aerobiólogos como María del Mar Trigo, del grupo
de investigadores que conforman la Red Española de Aerobiología,
los científicos universitarios catalogarán cada uno
de los tipos polínicos, según alergenicidad y concentraciones
en el aire de la Ciudad de México, para hacer un semáforo
de alerta que podrá ser consultado también en la página
de la ReMA.
“Con este semáforo y el reporte de la calidad
biológica del aire (buena, aceptable, regular o mala), el
personal de salud (alergólogos, neumólogos y médicos
de atención primaria), que usualmente debe esperar a hacer
sus pruebas dérmicas para saber a qué tipo de polen
responde una persona, tendrá información, en tiempo
real (semanal), del tipo polínico que predomina en el ambiente,
así como de las concentraciones con que se presenta en diferentes
puntos”, refirió la experta.
Con base en lo anterior, prosiguió, se podrán
recetar medicamentos, aplicar vacunas o minimizar los efectos alergénicos
en las personas, o bien, emitir recomendaciones como usar tapabocas;
mantener cerradas las ventanas de casas, oficinas y automóviles,
y no salir de paseo en días y horas determinados, entre otras
acciones.
También, será de utilidad para el público
en general, en especial para los alérgicos. “Un asmático
alérgico a distintos tipos polínicos, que se entere
por este medio de las concentraciones de pólenes en alguna
zona de la urbe, evitará ir allá o acudirá
a su médico para tomar medidas preventivas”, añadió.
Proyecciones a futuro
El monitoreo y detección de granos de polen permitirá
hacer también proyecciones a futuro de los efectos del cambio
climático en la distribución y concentraciones de
los mismos, y de sus impactos potenciales en la salud humana.
“En Europa, donde desde hace 20 años se monitorean
los aeroalérgenos, ya se ven los efectos reales del cambio
climático sobre la floración de las plantas”,
informó Calderón Ezquerro.
Con el incremento de la temperatura y el trastocamiento
de las precipitaciones fluviales se ha alterado el patrón
de floración de las plantas (se atrasa o se adelanta), lo
que repercute en la biodiversidad, la ecología y la salud
humana.
Así pues, los médicos ya no pueden saber
cuándo un determinado tipo polínico muy alergénico
(un fresno, un ciprés, un trueno) presentará sus picos
de concentraciones.
“¿Qué va a pasar con la vegetación
en 2030 ó 2050, cuando la temperatura haya subido más?
Si queremos hacer en México proyecciones a futuro sobre el
cambio climático, necesitamos contar con una base de datos
muy completa, no hay de otra”, consideró.
Bioindicador
El polen atmosférico es un bioindicador de contaminación
ambiental, y se puede utilizar como modelo experimental para evaluar
la calidad del aire. Partículas contaminantes de monóxido
de carbono, óxido de nitrógeno, óxido de azufre
y diesel, entre otras, que están suspendidas en el aire,
se pegan a la exina (cubierta exterior dura) de los granos de polen,
y cuando éstos son inhalados por las personas, inflaman las
mucosas de las vías respiratorias y aumentan su permeabilidad.
“Así, para detectar la presencia de metales
pesados y otros contaminantes en las superficies de especies inductoras
de polinosis en la Ciudad de México, llevaremos a cabo varios
estudios”, apuntó.
En granos de polen capturados en Ciudad Universitaria y
Chapultepec, se han encontrado partículas de azufre, aluminio,
cloro, bromo, sodio y magnesio, así como algunos gases.
Es probable que algunos granos de polen no sean muy alergénicos;
pero si tienen adheridas ciertas partículas contaminantes,
podrían potenciar su alergenicidad o causar efectos genotóxicos.
“También puede ocurrir que, como tales, ya
no estén en la atmósfera, pero sí sus proteínas
alergénicas, pegadas a aerosoles o a gotitas de agua, y cuando
éstos bajan, los inhalemos. Quizá por eso mucha gente
sigue teniendo reacciones alérgicas luego de que el polen
ha desaparecido de la atmósfera por sedimentación,
o ha sido lavado por la lluvia”, alertó.
Una trampa de esporas de hongos y granos de polen
En cada estación de monitoreo de la ReMA hay un
trampa de esporas de hongos y granos de polen, conformada por un
tamborcito con una cinta de celofán impregnada con adhesivo.
Las partículas que flotan en el aire se impactan en la cinta,
que se mueve dos milímetros por hora.
Cada una de ellas –cada semana se cambian–
se corta en siete partes, que se ponen en un portaobjetos para su
observación y análisis en el microscopio.
Algunas estaciones de monitoreo de la ReMA, se conectarán
con la red de estaciones meteorológicas que tiene el Centro
de Ciencias de la Atmósfera en planteles de la Escuela Nacional
Preparatoria y del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Una red única en América Latina
En ningún país de América Latina hay
una red similar a la ReMA, que comenzó a funcionar en 2008
con una estación de monitoreo en Ciudad Universitaria, y
otra en el Museo de Historia Natural, en el bosque de Chapultepec.
En 2009, se montó una más en Iztapalapa,
y se programa instalar, en el transcurso de este año, otras
tres, en el norte, poniente y sur de la urbe.
Conforme se incremente la base de datos, además
de informar de los efectos del cambio climático y contar
con un calendario polínico cada vez más preciso, se
podrá actualizar el inventario de la flora del Valle de México
y realizar proyectos de investigación básica.
Asimismo, el equipo que coordina Calderón Ezquerro,
elabora un Atlas Nacional de Polen, que contendrá información
relacionada con la taxonomía, descripción, fenología
(relación de ciclos climáticos con la floración),
alergología, y microscopía de los distintos granos,
así como fotografías de pastos, malezas y árboles.
Con la ReMA colaboran la Universidad de Málaga,
España, la Agencia Española de Cooperación
Internacional, el Instituto de Biología de la UNAM, el Instituto
Nacional de Enfermedades Respiratorias y el Instituto Oftalmológico
Fundación Conde de Valenciana, entre otras instituciones.