El volcán Eyjafjalla, situado al sur de Islandia,
continúa en erupción, pero la nube de cenizas
que generó disminuye, afirmó Servando de la Cruz
Reyna, investigador del Instituto de Geofísica (IGf)
de la UNAM.
El contacto del glaciar Eyjafjallajokull con la lava
caliente, cercana a mil grados centígrados, produjo explosiones
que la pulverizaron y formaron ceniza volcánica, explicó
el doctor en vulcanología.
La erupción inició el 20 de marzo, en
una fisura separada de la masa de hielo, lo que produjo abundante
lava, pero poca ceniza; el 20 de abril, la actividad cesó,
y el material incandescente comenzó a salir por otro
conducto, en un punto más alto del volcán, bajo
el glaciar, lo que generó explosiones por la interacción
lava-hielo y una nube de cenizas, que superó los ocho
kilómetros de altura, abundó.
Con el paso de las semanas, el hielo del glaciar se
ha consumido en el sitio de la erupción; la nube tiende
a disminuir y podría disiparse en los próximos
días.
No obstante, es posible que continúe la emisión
de lava, pues las erupciones pasadas han durado meses, incluso,
la anterior, ocurrida en 1821, duró más de un
año, dijo.
Hasta ahora, se estima que la intensidad de la erupción
se ha reducido en un 80 por ciento, debido, en parte, a la reducción
del hielo, pero “esto no significa que se va a consumir
todo el glaciar, sólo el área donde interactúa
con el magma”, aclaró.
Erupción común
El investigador del IGf señaló que la
erupción del Eyjafjalla es un proceso común en
Islandia. “El volcán, que tiene un glaciar arriba,
ha tenido varias emisiones en el pasado, una en el año
920, otra en 1612, y la anterior a la actual, en 1821, que es
la referencia más cercana que tenemos”.
De la Cruz detalló que el evento ocurrido en
marzo pasado, inició con una hendidura en la parte baja
del coloso, de donde salió lava. “Fue una emisión
típica, duró unos 20 días y después
bajó la actividad, cuando se cerró la fisura”.
En abril se abrió una segunda fisura, en la
parte alta del volcán. “Fue una erupción
efusiva con lava y poca ceniza, pero al contacto con el agua
del glaciar derretido, se produjo mayor cantidad”, indicó.
Las partículas de ceniza se formaron de diversos
tamaños, con una concentración de aproximadamente
50 por ciento de sílice. Las más grandes cayeron
en zonas cercanas, mientras, las más finas se dispersaron
en la atmósfera, impulsadas por gases calientes, principalmente
bióxido de carbono, bióxido de azufre y vapor
de agua.
Esos gases contribuyeron a la formación de la
nube, y en las concentraciones presentes, no son tan tóxicos
como los que emiten las fábricas, pero en personas con
asma pueden causar irritación, acotó.
Una vez que concluya la erupción, prosiguió,
el glaciar no tardará mucho tiempo en recuperarse, aunque
dependerá de las bajas temperaturas, la lluvia y la humedad.
Como lección de esta experiencia, que ha provocado
la mayor crisis aérea en Europa, con una suspensión
masiva de vuelos, De la Cruz recomendó determinar los
límites de tolerancia sobre las turbinas de los aviones.
“Hasta ahora, el límite en ese continente
ha sido de cero, así que se suspendieron los vuelos y
apenas comienzan a reanudarse. Eso es algo que debería
revisarse, pues no opera igual en Estados Unidos, Canadá
y México, donde las líneas deciden si pueden volar
ante un evento como éste, de acuerdo con límites
de tolerancia que no pongan en peligro alguno a las aeronaves”,
finalizó.