Invitada por la NASA y guiada por el
experto en peces Wendell Minckley, Valeria Souza Saldívar
visitó, por primera vez, la región de Cuatro Ciénegas,
Coahuila, en 1999. La zona, parecida a Marte, pero sobre todo
a nuestra Tierra primitiva, provocó en la científica
universitaria “amor a primera vista” y, a partir de
entonces, un apasionado trabajo de investigación y promoción
de la conservación del sitio.
Por ello, el jurado del Programa Volkswagen (VW) “Por
amor al planeta”, decidió entregar a esta integrante
del Instituto de Ecología el “Premio a la Investigación
Científica en Conservación Biológica”
2009.
Ha sido un privilegio encontrar este “Parque
Precámbrico” –de la primera etapa de la historia
de la Tierra–, aseguró. Ahí se puede contar
la historia, “desde las profundidades”, del origen
de la diversidad en el planeta.
Rodolfo Dirzo, integrante del jurado del Premio y profesor de
la Universidad de Stanford, recordó que hace millones
de años existieron comunidades de bacterias que formaban
una especie de “tapete” de piedra; se trata de los
estromatolitos –equivalentes a los arrecifes de coral–
del Precámbrico.
Son los seres vivos más primitivos que poblaron
este mundo y realizaron un proceso de intercambio de gases que,
entre otras cosas, liberó mucho oxígeno a la atmosfera
primitiva, generando cambios espectaculares.
Una representación destacada de esos ecosistemas
precámbricos se halla en México, en Cuatro Ciénegas.
Valeria Souza estudia ese “laboratorio viviente”,
donde se puede analizar la ecología y evolución
de los microorganismos y de la Tierra, dijo el científico.
El Parque Precámbrico
Al recibir el premio y explicar sus investigaciones,
Souza mencionó que los genomas de las especies bacterianas
presentes en los cuerpos de agua de Cuatro Ciénegas relatan
historias de adaptación; ella y sus colaboradores realizan
estudios de biología, genómica, metagenómica,
entre otros, y han encontrado que el hecho de que no haya fósforo,
produce aislamiento reproductivo y geográfico.
Aún sin sexo, “viajes” ni comida,
ellas se diversifican y se crean nuevas especies. “Eso
explica la historia de la mayor parte de la vida en el planeta”,
acotó.
Esa región coahuilense es bellísima,
dijo. Por sus colores, es como las aguas del Caribe en el desierto.
En realidad se trata de un segmento del mar que se quedó
“atorado” hace mucho tiempo; por eso, la mitad de
sus bacterias son marinas y otra buena parte, está asociada
a los volcanes, pues debajo hay una falla geológica activa.
En esa “máquina del tiempo”, unas
especies roban la comida de otras; unas hacen antibióticos;
otras crean resistencia a antibióticos para defenderse;
otras producen babas; otras comen lo que nadie quiere o lo que
sea: petróleo, tolueno, insecticidas. Por ello, el potencial
biotecnológico de ese “tapete de piedra”
es enorme.
En Cuatro Ciénegas se producen todos los ciclos biogeoquímicos,
sin los cuales no hay vida: nitrógeno, carbono, azufre,
fósforo. El sitio nos da una lección de sobrevivencia
y de autosustentabilidad, añadió.
Pero, aclaró Souza, no queremos estorbar el
desarrollo de la zona, sino garantizar un futuro para todas
las criaturas, grandes y pequeñas. Ello empezó
al ampliarse el área protegida de Cuatro Ciénegas,
pero aún falta mucho por hacer para no perder esa riqueza.
Para contribuir a forjar ese futuro, Valeria Souza
informó que dedicará los 500 mil pesos del premio
a apoyar a los niños de la región que quieran
ir a la universidad. “Los chicos ya no se quieren ir del
otro lado de la frontera, quieren estudiar, y les pido su ayuda
para hacer una fundación y becarlos”.
Otro plan es aplicar en México, por primera
vez, uno de los postulados del Protocolo de Río, que
establece que los poseedores de los recursos genéticos
son también dueños de parte de las ganancias de
su comercialización. “El potencial biotecnológico
es enorme y lo queremos regresar a la gente para educación,
salud y conservación”.
En la ceremonia, Otto Lindner, presidente del Consejo
Ejecutivo de VW de México, refirió que el Programa
cumple su cuarto año: “hemos tenido una gran aceptación
en el medio académico y científico, así
como el sostén de las autoridades ambientales federales
y estatales. Esto nos motiva a continuar en este camino y seguir
agregando nuevos proyectos al programa de responsabilidad social
en apoyo al medio ambiente”.
Souza, quien se ha destacado por sus trabajos en el
área de ecología evolutiva, también ha
hecho una labor extraordinaria para defender y conservar el
valle de Cuatro Ciénegas, “y ha contagiado su preocupación
y entusiasmo a muchas personas e instituciones”, dijo.
A su vez, Rodolfo Dirzo añadió que la
universitaria ha sido defensora de ese sitio. De las 80 mil
hectáreas que representaba el área natural protegida
de Cuatro Ciénegas, a partir de su trabajo se han ampliado
a 800 mil.
En la ceremonia también se otorgó el
Apoyo al Proyecto de Investigación en un Área
Natural Protegida, al Centro de Educación Ambiental e
Investigación de la Sierra de Huautla, de la Universidad
Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).
Asimismo, se entregaron reconocimientos especiales
a los finalistas al Premio a la Investigación Científica
en Conservación Biológica; entre ellos, Víctor
Sánchez Cordero Dávila, del Instituto de Biología;
en su representación, recibió el reconocimiento
la directora Tila María Pérez.