• El 5 de abril de 1956, este espacio abrió
sus puertas para ofrecer sus servicios, expuso Eugenio Romero
Hernández, subdirector de esta instancia
• Desde entonces, ofrece recursos documentales y servicios
de información que permiten apoyar las tareas sustantivas
de esta casa de estudios
• En sus orígenes, tuvo cerca de 80 mil volúmenes;
hoy cuenta con más de 500 mil, y un millón y medio
de asistentes al año
La Biblioteca Central, ícono de México
y de la Universidad Nacional y uno de los edificios más
fotografiados, cumple 54 años de proporcionar servicios
de información.
El 5 de abril de 1956, este espacio abrió sus
puertas para ofrecer sus servicios a la comunidad, expuso su subdirector,
Eugenio Romero Hernández.
Hoy, como entonces, la Central cumple con su tarea de
proporcionar a los universitarios recursos documentales y servicios
de información que permiten apoyar las tareas sustantivas
de esta casa de estudios en docencia, investigación, difusión
y extensión de la cultura.
Diseñada por el arquitecto y pintor Juan O`Gorman,
originalmente fue concebida como biblioteca nacional aunque por
cuestiones de espacio y de lejanía de la entonces apartada
Ciudad Universitaria, se consideró dejar para después
la construcción de su propio edificio.
En sus orígenes, la Biblioteca Central tuvo cerca
de 80 mil volúmenes. Empezó con un servicio de estantería
cerrada; es decir, en el mostrador central de la planta principal,
donde también se hacía la consulta, el usuario llenaba
una papeleta o ficha de préstamo con los datos del libro
que requería, previa consulta del fichero.
En un montacargas se subían las papeletas al primer
piso donde los bibliotecarios buscaban el volumen en cuestión;
entonces, existían dos pisos, el segundo y el tercero,
de libros organizados y clasificados, y dos más de tesis
y revistas; en el resto, había muchos más materiales,
en proceso de catalogación.
Los encargados enviaban por la misma vía el texto
requerido al mostrador, donde el usuario entregaba su credencial,
y se hacía el trámite para el préstamo. Por
libro, el proceso se llevaba un promedio de entre 20 y 30 minutos.
Hoy se cuenta con el servicio llamado de “autopréstamo”,
donde el usuario, con su número de registro y una clave
o NIP que recibe por correo electrónico, puede obtener
un libro directamente en las máquinas respectivas. Incluso,
es posible resellar el libro desde la página electrónica
de la Biblioteca, sin necesidad de asistir. También por
Internet se pueden consultar las bases de datos.
Actualmente, se cuenta con alrededor de un millón
y medio de asistentes al año; a veces, hasta seis mil o
siete mil usuarios diarios, y un acervo de alrededor de 500 mil
volúmenes.
Además, posee una colección de obras antiguas,
todas catalogadas, que van del siglo XV al XVIII, incluido un
incunable, Las siete partidas de Alfonso X, obra de origen
europeo que data de 1492, junto con muchas otras que alguna vez
estuvieron en conventos. Todas ellas se están digitalizando
para contribuir a su conservación, explicó.
Durante la construcción de CU, la Universidad brindó
sus muros a los artistas para que en ellos se continuara una tradición
plástica, que se remonta a centenares de años. Así
surgieron los relieves de Juan O'Gorman en la Biblioteca Central:
el enorme mural denominado Representación Histórica
de la Cultura.
El artista expresó: “Desde el principio,
tuve la idea de hacer mosaicos de piedras de colores en los muros
ciegos de los acervos, con la técnica que ya tenía
bien experimentada. Con estos mosaicos la biblioteca sería
diferente al resto de los edificios de la Ciudad Universitaria,
y con esto se le dio carácter mexicano.
“Claro está que para hacer los mosaicos
era necesario obtener piedras de todos los colores posibles. Para
ello, emprendí viajes por toda la República Mexicana
(...). Visité muchos minerales y canteras para recoger
muestras de cada una de ellas.
“Finalmente, seleccioné diez colores con
los cuales podían hacerse los mosaicos (...). Fue necesario
recurrir a las piedras de colores naturales porque no hay en ninguna
parte del mundo colores que puedan pintarse y que resistan la
intemperie, los rayos solares, las lluvias y los cambios de temperatura”.
De ese modo, O`Gorman dedicó el muro norte a la
época prehispánica; el sur, a la de la conquista
y colonial; el oriente, al progreso social de México, y
el poniente, a la cultura nacional y la actividad universitaria.
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