• Jorge Morales Montor, del Instituto de
Investigaciones Biomédicas de la UNAM, ha encontrado
que se pueden usar hormonas y antihormonas en el tratamiento
de parásitos
Para el doctor Jorge Morales Montor, del Instituto de
Investigaciones Biomédicas de la UNAM, emplear hormonas
y anti hormonas en el tratamiento de padecimientos parasitarios
es una opción viable que además ha arrojado buenos
resultados.
Con frecuencia, los fármacos producen efectos
secundarios y no es raro encontrar en sus cajas advertencias como
“no se administre en mujeres embarazadas”, “si
se producen náuseas suspenda su uso” o “evite
manejar maquinaria pesada”. Sin embargo, estas sustancias,
además de producir una serie de reacciones cuidadosamente
estudiadas y enlistadas en los manuales médicos, también
generan otras totalmente insospechadas en las regiones más
inesperadas.
A Morales Montor se le ocurrió adentrarse en el
estudio de estos “efectos colaterales” para, a partir
de ahí, proponer nuevos tratamientos, porque, parafraseando
un conocido refrán, siempre es posible “enseñarle
nuevos trucos a un viejo medicamento”.
En particular, el catedrático se ha enfocado
en el estudio de las hormonas esteroides y su participación
en el diformismo sexual inmunológico, polarización
de la respuesta inmune y presentación antigénica,
así como la manera en la que el sistema nervioso central
se relaciona con la respuesta inmune en infecciones parasitarias.
Todos estos conocimientos los ha empleado para formular
una teoría que él llama “nuevos usos a viejos
fármacos”, que consiste en el empleo de hormonas
y anti hormonas en terapia parasitaria.
“Hemos tratado de encontrar cómo actúan
los compuestos fisiológicos y las hormonas en su papel
de moduladores para, a partir de ahí, proponer nuevos tratamientos.
Para nosotros, la meta no es desarrollar fármacos tradicionales,
sino obtener análogos hormonales que regulen la respuesta
inmune y no afecten al hospedero”.
Aplicaciones de la ciencia en vez de ciencia aplicada
Morales Montor admite que la ciencia aplicada es muy
importante; sin embargo, “para mí lo son más
las aplicaciones de la ciencia”.
La diferencia entre uno y otro concepto, que parece sutil,
no lo es, porque “quienes optan por la primera vía,
comienzan a investigar con la idea de desarrollar un producto
susceptible de patentarse, mientras que los que se inclinan por
la segunda, inician con un estudio básico que, con el tiempo,
revela utilidades insospechadas. Quizá la intención
original nunca fue llegar a ciertos resultados, pero una vez que
se obtienen, es menester llevarlos a la industria”.
Esta forma de concebir el quehacer científico
—que le permitió deducir por qué las chinampas
de Xochimilco habían dejado de producir amaranto y después
proponer una solución para dicha infertilidad a partir
del lirio acuático—, es la que lo llevó a
indagar con diversos medicamentos hasta encontrarles nuevas aplicaciones.
“Lo que busco es entender cómo se relaciona
el sistema nervioso con el inmunológico y el endocrino,
y ver la manera que tienen estos vínculos de impactar en
la salud”. A partir de esta comprensión de la red
neuroinmunoendocrina y sus interacciones, es que Morales Montor
ha logrado proponer nuevos tratamientos contra los parásitos.
Esta nueva manera de concebir el quehacer médico
abre nuevos horizontes en el campo de la salud pública,
sobre todo en el llamado Tercer Mundo, donde son más frecuentes
las parasitosis.
La importancia de preparar recursos humanos
El laboratorio del doctor Montor no sólo está
lleno de matraces, pipetas y uno que otro aparato electrónico,
también lo está de jóvenes de bata blanca:
algunos parecen estar saliendo de la adolescencia, otros entrando
a la madurez.
Se trata de chicos que apoyan al profesor en sus investigaciones
y que profundizan en sus estudios, porque para Morales Montor
“preparar a estudiantes de todos los niveles debería
ser una de las misiones básicas de todo científico,
por eso nunca he tenido problema a la hora de aceptar en mi laboratorio
a todo tipo de jóvenes, incluso a aquellos que aún
estudian la preparatoria, porque esto es verdaderamente crucial
para despertar desde temprano su vocación científica”,
comenta.
“Muchos investigadores evitan llevar a adolescentes
a sus laboratorios porque su paso por estos lugares casi siempre
es fugaz (como de dos meses), pero una de mis mayores satisfacciones
es ver a chicos que alguna vez estuvieron conmigo y que han entrado
directamente a la licenciatura de Investigación Biomédica
Básica o al área Químico-Biológica.
Saber que trabajando conmigo encontraron qué quieren hacer
en la vida es muy gratificante”.
Para el también divulgador, la orientación
vocacional es esencial, pero pocos se preocupan por ella, y agregó
que él mismo padeció no tener tutores que le brindaran
buenos consejos.
De hecho, el catedrático decidió inscribirse
en la carrera de Biología tras haber descartado disciplinas
como Derecho, Arquitectura o Medicina “porque no quería
despertarme en la madrugada por cualquier emergencia. Sin embargo,
tuve suerte de querer ser biólogo, porque caí donde
tenía que caer”.
Ahora, su meta es dar a los estudiantes la mayor cantidad
de herramientas para que se desarrollen en la ciencia. “La
clave para hacer que los jóvenes se comprometan con lo
que aquí se hace es hacerlos sentir que no son ni mis trabajadores
ni mis estudiantes, sino mis colaboradores, eso siempre funciona”.
Ciencia al alcance de todos
“Siempre me ha interesado la divulgación,
tanto que además de escribir, cuando puedo me presento
en primarias y secundarias”, indicó el parasitólogo.
Hacer la ciencia accesible para todos es un primer paso
para crear una nueva cultura en el país, y acercarse a
la infancia para enseñarle en qué consiste este
trabajo, es casi como encaminarla en la ruta correcta, porque
México requiere más investigadores, y los niños
de hoy serán los científicos del mañana,
acotó.
“Tan sólo de hablar con ellos te das cuenta
de su capacidad de observación. Hace no mucho, en la escuela
de mi hija, explicaba a sus compañeros acerca de las tenias,
unos parásitos aplanados y largos. Al final, se me acercó
un pequeño para explicarme que su perro había desalojado
una lombriz redonda que no correspondía a mi descripción,
y me dijo cómo era. Sólo con esta pequeña
observación, que parecía casi salida de boca de
un taxónomo, te das cuenta del potencial”.
Morales Montor es enfático al decir que la ciencia
es un trabajo eminentemente creativo, “yo no sé dibujar
o componer, pero en el laboratorio se pueden hacer cosas originales
y nuevas”. Por eso, entre sus planes está el seguir
explorando las líneas de trabajo que ha seguido hasta ahora
y, ¿por qué no?, dejar que las musas científicas
lo inspiren para seguir creando.
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