Boletín UNAM-DGCS-189
Juriquilla, Querétaro
12:30 hrs. 27 de marzo de 2010


Lucía Capra


MODELAN EN JURIQUILLA MAPAS DE RIESGO VOLCÁNICO

 

• El objetivo, informar con datos científicos sobre la futura erupción o colapso de colosos activos en el país, explicó Lucía Capra Pedol, del Centro de Geociencias de la UNAM
• Su investigación incluye trabajo de campo, análisis de laboratorio y simulación por computadora

Para prevenir con la mayor anticipación científica los riesgos que un volcán activo en México puede causar en asentamiento humanos cercanos a su ubicación, Lucía Capra Pedol, del Centro de Geociencias (CGeo) de la UNAM, desarrolla mapas de amenaza de riesgo volcánico.

Sintetizar en un solo documento gráfico los eventos que pueden ocurrir en esas formaciones naturales implica para la geóloga física trabajo de campo, indagar el comportamiento pasado de colosos, análisis de laboratorio para identificar depósitos anteriores a nivel microscópico, y simulaciones en computadora sobre los posibles colapsos que podrían sucederse de acuerdo a la historia particular de cada uno.

“Mi labor principal es la de realizar mapas geológicos para entender cómo se ha comportado el volcán, cuál ha sido su estado eruptivo y cuál podría ser el comportamiento con base en las simulaciones”, comentó.


De las 12 estructuras geológicas activas que existen en el país, hasta ahora Capra ha publicado mapas de riesgo del Chichón y del Nevado de Toluca, y actualmente, trabaja en un mapa para flujos de lodo, llamados lahares, en el volcán de Colima.

México, país volcánico

En México, 40 por ciento de la superficie está cubierta de rocas de origen volcánico. Una parte de la península de Baja California, la Sierra Madre Occidental y el Cinturón Volcánico Transmexicano (CVTM), se conforman por esas sustancias minerales, según documentan Capra y su colega José Luis Macías Vázquez –investigador del Instituto de Geofísica– en el libro “Los volcanes y sus amenazas” (FCE, 2005).

La mayor parte del vulcanismo activo de la nación se concentra en el CVTM, que se formó debido a la subducción de la placa oceánica de Cocos por debajo del territorio continental mexicano. Ese cinturón cruza el centro del país y se extiende por más de mil 100 kilómetros desde las costas de Jalisco y Nayarit, hasta las de Veracruz.

En esa franja, existen muchos “volcancitos” conocidos como conos de escoria, ubicados sobre todo en Michoacán y Guanajuato, y también hay estratovolcanes, algunos alineados en cadenas montañosas orientadas norte-sur, como el Cántaro, el Nevado de Colima y el volcán de Colima, en su porción oeste; Tláloc, Talapón, Iztaccíhuatl y Popocatépetl, en el centro, y Cofre de Perote, las Cumbres y Pico de Orizaba, en el oriente.

Además, el CVTM tiene aparatos volcánicos más amplios conocidos como calderas, cuyos cráteres pueden tener un diámetro mayor a dos kilómetros. Destacan La Primavera, en Jalisco; Los Azufres, en Michoacán, y Los Humedales, en Puebla. Por su gran actividad hidrotermal, son explotadas para generar electricidad.

“No todos los volcanes mexicanos están en el cinturón. En el noroeste está la caldera de Cerro Prieto; el volcán activo La Virgen, ubicado en Baja California, y el campo volcánico El Pinacate, en Sonora. En la zona oriental de Veracruz está el campo volcánico Los Tuxtlas, que incluye al coloso activo San Martín, y en el sudeste, en Chiapas, están el Chichón y Tacaná”, detalló.


Análisis de depósitos pasados

Para hacer un mapa, Capra estudia a detalle la evolución de los volcanes activos para entender su estilo eruptivo y saber, en caso de una futura emisión, cuál sería el tipo de peligros que podrían enfrentar las ciudades aledañas, qué productos volcánicos podría generar y cuál sería la zona de afectación.

“Se inicia con trabajo de campo en el sitio, con un análisis estratigráfico, estudiando los depósitos asociados a actividad pasada, que pueden ser coladas de lava, flujos piroclásticos, corrientes turbulentas de material muy caliente o depósitos de caída, asociados a lluvia de cenizas durante erupciones de tipo pliniano, que son cataclísmicas”, señaló.

Tras establecer el alcance de esos depósitos y con qué frecuencia ocurrieron (cada 100, mil ó 10 mil años), se hace un mapa geológico, donde se visualiza la distribución de esos depósitos y la relación entre ellos.

“Se hacen simulaciones para estudiar cuál podría ser el escenario eruptivo de un volcán. Si vemos que tuvo erupciones plinianas, con los vientos actuales, se evalúa hacia dónde se iría el material expulsado, y qué alcance podrían tener las caídas de cenizas”, explicó la investigadora.

En el caso del Popocatépetl, se analiza la posible ocurrencia de una erupción pliniana, como la que tuvo hace 13 mil años. Se simula con los vientos actuales hasta dónde podrían llegar las cenizas, si irían hacia la cuenca de Puebla o hacia la de la Ciudad de México.

“Lo que más he estudiado es el Nevado de Toluca, que hace 10 mil años tuvo una erupción pliniana que generó columnas eruptivas de 40 kilómetros de altura, y sus cenizas se encontraron hacia la Ciudad de México. He generado con simulaciones la misma columna y hacia dónde podría llegar la ceniza, y otra vez afectaría a la capital del país. Pero hace 10 mil años no había la misma concentración de gente, así que ahora sería catastrófica”, advirtió.


La investigadora también realiza simulaciones de flujos piroclásticos, que son corrientes turbulentas de nubes de gas y partículas muy calientes, que pueden llegar a cuatro mil 500 grados Celsius.

“Los flujos piroclásticos se meten en las barrancas principales. El volcán de Colima, que es muy activo, tiene un domo de lava en su cima, que comenzó a crecer en 2007 y sigue haciéndolo. En caso que una explosión destruya el domo, se produciría una avalancha caliente en las laderas y se formarían flujos piroclásticos con nubes turbulentas muy calientes”, señaló.

En una animación sobre una potencial ruptura del domo del volcán de Colima, la universitaria calculó que esos flujos de material caliente podrían llegar a unos ocho kilómetros de la cima.

“Si se destruyera el edificio volcánico se formarían avalanchas de escombros y se afectaría la ciudad de Colima, que tiene unos 300 mil habitantes”, advirtió.

En su representación por computadora, nutrida de datos científicos, se pueden simular colapsos parciales del edificio volcánico y saber hasta dónde podría llegar la lava, los flujos puroclásticos y las cenizas, así como su espesor y distancia.

“Un mapa de peligro ilustra las áreas de posible afectación, según los distintos estilos eruptivos: flujos de ceniza, piroclásticos, de lava y lahares, corrientes de lodo que se originan en una parte repentina de agua, como lluvias abundantes”, advirtió.

Además de conocer a detalle cómo se comporta un coloso, una parte fundamental del trabajo de Lucía Capra y sus colegas es interactuar con las autoridades de protección civil, para que usen los mapas de riesgo, ponerlos en marcha y desalojar a la gente en caso necesario, añadió.

La investigadora confirmó que en todo el mundo es común que existan asentamientos humanos cerca de los volcanes, debido a la fertilidad que producen en la tierra.

Debemos aprender cómo se comportan, y la población cercana tiene que saber qué hacer en caso de actividad volcánica, recomendó.


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Fotos

En México, 40 por ciento de la superficie está cubierta de rocas de origen volcánico. En nuestro territorio, existen 12 estructuras geológicas activas.

La mayor parte del vulcanismo activo del país se concentra en el CVTM, que se formó debido a la subducción de la placa oceánica de Cocos por debajo del territorio continental mexicano.

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