Boletín UNAM-DGCS-176
Ciudad Universitaria.
06:00 hrs. 23 de marzo de 2010

Fernando Quintanar Olguín


LA VEJEZ, UN PROCESO INTEGRAL

 

• Realizar actividades que den sentido a la vida, integrar cambios en los roles familiares y mantener lazos afectivos son fundamentales en esa etapa de vida, dijo Fernando Quintanar, de la FES Iztacala de la UNAM
• Con Carlota García y Estela Flores, el doctor en psicología asesora a ancianos campesinos, cuidadores de hijos con discapacidad y sexoservidoras de la tercera edad

En Iztacala, un entusiasta grupo de ancianos acude a la Universidad, de 10 a 11 del día. Algunos asisten puntuales de lunes a viernes, otros van cuando quieren, pero ninguno de los 28 integrantes falta el día que hay fiesta.

“Entonces todos llegan”, narró entre risas Fernando Quintanar Olguín, profesor e investigador de la carrera de Psicología en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM, quien ha dedicado 29 años de vida profesional a estudiar la vejez.

En la Clínica Universitaria de Salud Integral (CUSI), los ancianos llegan con ritmo pausado al aula 20, en el segundo piso. Ahí, personas que van de los 65 años a más de 80, en su mayoría mujeres, hablan de sus experiencias, reflexionan, recuerdan eventos significativos y hacen planes para tener un quehacer productivo presente.

“La vejez es la etapa donde se viven las consecuencias de los actos, cuando se hace una reflexión profunda de lo que somos y un análisis de los eventos a los que dimos prioridad.

“Muchos especialistas la abordan únicamente ligada a las enfermedades características, pero nosotros lo hacemos de una manera más amplia, integrando cambios que se pueden hacer en torno a la pareja, la familia, los nietos y amigos, para continuar su desarrollo y evitar la soledad y el abandono”, explicó el doctor en psicología.

Quintanar Olguín estudió la licenciatura y maestría en Psicología por la UNAM, y un doctorado en el área mediante un intercambio entre esta casa de estudios y la Universidad de Salamanca, en España. Evita términos como “adultos mayores” y “personas de la tercera edad”, y se ríe de aquel desafortunado término “adultos en plenitud”; con serenidad y afecto se refiere a sus pacientes como “viejos” y “ancianos”, así, con aceptación y sin simulaciones.

“Cuando llegaron casi todos hablaban de depresión, de enfermedades crónico degenerativas, de cáncer, de muerte y, sobre todo, de soledad. Aquí tienen una posibilidad de revisar su vida, y muchos, hacen cambios para vivir mejor el presente”, explicó el investigador, quien ideó en esa FES el Programa de Psicología del Envejecimiento, del que se desprende el curso que ofrece de lunes a viernes.

En el proyecto universitario también colaboran Carlota García Reyes-Lira y Estela Flores. “Entre los tres damos asesorías a grupos en Oaxaca, Hidalgo, Distrito Federal, Estado de México y aquí, en Iztacala”, detalló.

Marginados entre los marginados

Entre sus pacientes, a Fernando Quintanar y sus colegas les preocupan aquellos que no están en asilos o en algún programa asistencial hospitalario.

“Muchos están en sus casas, abandonados por sus familias; otros están solos, casi invisibles a la sociedad. Nosotros asesoramos a ancianos campesinos de Oaxaca, a un grupo de sexoservidoras de la Ciudad de México y a cuidadores de hijos con discapacidad en Hidalgo y Estado de México”, relató.

Quintanar descartó el abordaje de la geriatría, esa rama médica dedicada a las enfermedades de los ancianos, y elije la gerontología, una ciencia más amplia que incluye aspectos psicológicos, sociales, económicos y demográficos de la vejez.

“Tenemos que aprender a ser viejos, a abatir el aislamiento y la marginación en que viven los ancianos, incluso dentro de sus familias. Es conveniente que estén cerca del arte, de las flores y jardines que reflejan vida. Para integrarse a la sociedad actual, tienen que hacer cambios, entender que los nietos, niños y jóvenes de hoy viven de otra manera, y asimilar esas diferencias”, recomendó.

Para ejemplificar a los viejos con sentido de vida, Quintanar recordó la anécdota de un grupo de jóvenes que cuestionó a una anciana sobre actitudes y tecnologías que no existían en “sus tiempos”; pero ella respondió: “Oye, éste es mi tiempo”.

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Fotos

Muchos ancianos están en sus casas, abandonados por sus familias; otros están solos, casi invisibles a la sociedad, afirmó Fernando Quintanar Olguín, de la FES Iztacala de la UNAM.