• Este equipo de trabajo genera información
que es aprovechada por las procuradurías de justicia del
país, presta asesoría técnica en la materia
y ha participado como perito de la defensa o como un “tercero
en discordia”
• Por medio de la técnica de tomografía computarizada,
Lilia Escorcia Hernández y Lorena Valencia Caballero, del
IIA, hicieron una tabla de referencia del grosor del tejido blando
facial de mexicanos
La antropología forense es una disciplina aún
joven en México, pero su práctica cobra día
a día mayor importancia, porque se ha visto que, además
de representar una ayuda invaluable para los antropólogos,
puede reportar grandes beneficios a las instituciones de impartición
de justicia de todo el país.
“El término ‘forense’ deriva del
vocablo latino forum, que hace alusión a las reuniones en
las plazas públicas de la antigua Roma, en las que se dirimían
las querellas de los ciudadanos; entonces, lo forense corresponde
a los esqueletos y a la muerte violenta, pero sobre todo a lo legal.
“En tanto, la antropología aplica sus conocimientos
y métodos en este contexto”, dijo Lilia Escorcia Hernández,
encargada del Laboratorio de Antropología Forense del Instituto
de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, donde
se han efectuado investigaciones notables desde su fundación,
en 2004.
Proceso de identificación
En antropología física forense se sigue un
protocolo que consta de un cuestionario, conformado por cuatro preguntas
básicas y otras adicionales para buscar la identificación
plena de un esqueleto hallado: ¿cuál es su origen
biológico o racial? (al contestar se puede saber más
sobre el componente genético y el lugar de origen); ¿cuál
es el sexo? (se determina por medio de los rasgos morfológicos
del cráneo y la pelvis); ¿cuál es su estatura?
(se estima por medio de fórmulas de regresión, a partir
de la medición de la longitud de huesos largos como el fémur,
el húmero, la tibia, el peroné y las falanges) y ¿cuál
es su edad?.
“Cuando se habla de edad, en realidad referimos dos:
la biológica, que se evalúa luego de ponderar el desgaste
del tejido óseo y las condiciones físicas del esqueleto,
y la cronológica, que considera los años transcurridos
desde el nacimiento del individuo y que, más que biológico,
tiene un valor social y simbólico”, apuntó Escorcia
Hernández.
Como complemento del cuestionario básico, inicialmente
se averigua si el material de estudio es hueso, si es humano y si
es contemporáneo o antiguo; es importante saber después
si presenta lesiones, pues podrían ayudar a identificarlo
y a conocer más sobre la persona.
Sistema CARAMEX
El equipo de trabajo del Laboratorio de Antropología
Forense del IIA genera información para que sea utilizada
por las procuradurías de justicia del país; asimismo,
presta asesoría metodológica. También, ha participado
como perito de la defensa o como un tercero en discordia (esta figura
legal se da cuando el perito oficial no coincide con el de la defensa).
“En una ocasión resolvimos un caso. Una persona
era acusada de hurto y estaba en la cárcel. Las pruebas que
tenía la parte acusadora consistían en imágenes
provenientes de las cámaras de circuito cerrado del lugar
que había sido robado; sin embargo, al analizarlas no coincidían
con el individuo al que se culpaba.
“Presentamos esta evidencia y el acusado fue puesto
en libertad. En este tipo de situaciones nos valemos de los rasgos
somatológicos de la cara (nariz, boca y ojos, entre otros).
Pudimos realizar en forma objetiva ese estudio con el sistema CARAMEX,
diseñado por Carlos Serrano Sánchez (actual director
del IIA), María Villanueva y Arturo Romano, entre otros colaboradores”,
refirió Escorcia Hernández.
El sistema CARAMEX permite hacer el reconocimiento computarizado
de un individuo a partir de los rasgos faciales de la población
mexicana. Con él se busca una mayor precisión en la
elaboración de lo que se conoce como “retrato hablado”,
herramienta utilizada para identificar a probables delincuentes
y desaparecidos.
La primera versión de este sistema culminó
en 1996 y en 2002 se hizo una segunda, adoptada por varias procuradurías
de Justicia del país.
Herramienta con fines museográficos
La reconstrucción facial escultórica permite
obtener una versión hipotética de la cara de un individuo
en vida a partir de la estructura de su cráneo. Esta herramienta
tiene fines más bien museográficos.
En el año 2000, Escorcia Hernández y Lorena
Valencia Caballero, también del IIA, recurrieron a la técnica
de la tomografía computarizada para establecer el grosor
que tiene el tejido blando de la cara de personas vivas.
Posteriormente, el IIA financió una segunda investigación,
pero esta vez, se utilizaron cadáveres y se generó
una tabla de referencia del grosor del tejido blando facial de mexicanos
para fines de reconstrucción facial escultórica.
Los restos de Lucio Cabañas
En diciembre de 2001, Escorcia Hernández, Lorena
Valencia Caballero y Carlos Jácome, también del IIA,
participaron, junto con miembros de la Comisión Nacional
de Derechos Humanos, en la excavación e identificación
de los restos de Lucio Cabañas.
Un pariente lejano de Cabañas aseguraba que éste
se encontraba sepultado en el cementerio de Atoyac de Álvarez,
en Guerrero, y la familia deseaba tener la certeza de que la osamenta
realmente pertenecía a Cabañas.
“Analizamos algunos videos y la información
de cómo y cuándo mataron a Lucio Cabañas, e
identificamos en qué parte de su cuerpo estuvieron las lesiones
ocasionadas por las balas, para encontrar sus indicios en los restos
óseos. Esta labor fue difícil porque el esqueleto
se encontraba deshecho. Determinamos el sexo, la edad, la estatura
y algunos rasgos importantes como modificaciones dentales.
“La familia aseguraba que él solía
usar prótesis en los dientes; sin embargo, no poseíamos
ningún registro dental que lo corroborará. Así,
recurrimos a una prueba de ADN y confirmamos que, efectivamente,
la osamenta encontrada correspondía a la de Lucio Cabañas”,
explicó Escorcia Hernández.
Solicitud de ayuda para concluir un duelo
El duelo es un rito elemental para despedir a un ser querido,
pero puede quedar truncado si no se tiene la certeza de que la persona
ha fallecido realmente.
Al respecto, Escorcia Hernández comentó que
hace tiempo una señora de Castillo de Teayo, en la sierra
norte de Veracruz, solicitó ayuda para exhumar a un pariente
que había muerto hacía 10 años, y que fue sepultado
en una comunidad distante a la suya, porque su cadáver ya
se encontraba en avanzado estado de putrefacción.
El finado no tenía acta de defunción, legalmente
estaba vivo, por lo que Escorcia Hernández y sus colaboradores
no podían realizar la exhumación; entonces, explicaron
a las autoridades en qué consistía su trabajo antropológico
forense, y solicitaron un permiso para hacerla, a lo cual accedieron.
“Los familiares mandaron hacer un féretro
muy elaborado, parecía como si la persona acabara de morir;
las mujeres lloraban, los hombres rezaban. De esta manera, pudieron
concluir su proceso de duelo”, finalizó la investigadora
universitaria.
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