• Se trata del Crucificado del Capítulo
de Santo Domingo de Guzmán, parroquia de Bornos, localidad
perteneciente a la provincia de Cádiz, en Andalucía,
España
• Los institutos Andaluz de Patrimonio Histórico
(IAPH), y de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM
colaboran en el proyecto
• Pablo Amador Marrero informó que ya se prepara
un libro que se publicará en el país ibérico
Si la conquista se hizo con las armas, la evangelización
de la Nueva España se forjó con los cristos de caña.
Pero no sólo eso: cuenta la leyenda, que dentro de esas imágenes,
se mandaban a la metrópoli denuncias contra la primera Real
Audiencia a cargo de Nuño de Guzmán. Incluso, se habla
de cristos “recaderos”. Nunca han aparecido, pero sí
se han encontrado, pocos, muy pocos códices dentro de ellos.
Es el caso del Crucificado del Capítulo de Santo
Domingo de Guzmán, parroquia de Bornos, localidad perteneciente
a la provincia de Cádiz, en Andalucía, España,
donde se realizó el hallazgo de un códice mexicano,
cuyo análisis está a cargo de los institutos Andaluz
de Patrimonio Histórico (IAPH), y de Investigaciones Estéticas
(IIE) de la UNAM.
Esta colaboración, resultado de un convenio entre
ambas instancias y la Junta de Andalucía, ya ha rendido sus
primeros frutos, y es sólo el principio de una valiosa cooperación
que representa la primera de muchas sorpresas que aún guardan
los templos andaluces.
Pablo Amador Marrero, investigador del IIE, explicó
que desde que se conoció la intención de la Junta
de Andalucía por restaurar la pieza hubo contacto con la
UNAM, a través del director del propio Instituto, Arturo
Pascual Soto.
Nos recibieron con los brazos abiertos; nos estábamos
buscando mutuamente, relató el experto en escultura y pintura
novohispanas. “Hemos colaborado en todo lo que se nos ha pedido:
análisis físicoquímicos a través del
Laboratorio de Diagnóstico de Obras de Arte; estudios estilísticos
e históricos, e incluso, llevando madera de colorín
y caña de maíz preparada, que no existen en España,
para reponer con los materiales originales una de las manos del
Cristo”. Además, por supuesto, de la transcripción
del códice.
Ahora, abundó, se está recuperando información
y se prepara un libro sobre el crucificado que se publicará
en el país ibérico. Asimismo, en mayo se presentarán
los hallazgos conjuntos en aquella nación.
Érase una vez...
Transcurría el año 1553. El abad del monasterio
jerónimo de Bornos, apacible población de arquitectura
de inspiración mora y asentada al pie del alcázar
del Fontanar, informó a sus hermanos la existencia de un
Cristo, “traído de Indias”, en venta pública
de mercancías en la ciudad de Jerez.
“Vayan a verlo; si les gusta, den por él una
cantidad de arrobas de trigo”, les dijo. Efectivamente gustó
y desde aquel año ocupó la sala del Capítulo
o de reunión dentro del claustro del convento, donde permaneció
hasta el siglo XIX cuando, debido a la exclaustración del
edificio, fue trasladado a la parroquia bornense de Santo Domingo.
Se trata del tercer Cristo más antiguo de los documentados
en todo el territorio novohispano, elaborado apenas unos años
después de la caída de la Gran Tenochtitlan.
Los estudios efectuados por los expertos, expuso, demuestran
que el crucificado es de papelón (especie de cartón
hecho de papeles pegados) y caña de maíz. Es decir,
es resultado de una técnica inventada en la Nueva España,
donde confluyeron los saberes prehispánicos e hispánicos.
Con la caña del maíz, por ejemplo, los tarascos
elaboraban las figuras de sus dioses; y con papelón y moldes
se hacían las esculturas procesionales en España.
El Crucificado de Bornos es una simbiosis de ambos métodos
que dieron por resultado los “cristos ligeros”.
Figuras de gran formato como ésta, que llegan a
medir hasta tres metros, pesan sólo de cinco a siete kilos.
Fueron creados para el culto en procesiones como las de Semana Santa,
y para ser transportados por una persona: el cura. Estéticamente,
se adaptaban al gusto de la época; en este caso, con la plástica
española tardogótica.
El Crucificado del Capítulo de Bornos es una imagen
de gran calidad, cuyo origen no ha sido precisado, expuso Pablo
Amador. Las crónicas de los frailes cuentan que los tarascos
o purépechas fueron los creadores de las figuras de caña
de maíz. Lo cierto es que la técnica fue aprovechada
por los propios religiosos, sobre todo franciscanos, quienes la
fusionaron con el método español. Así, dentro
de los conventos, se comenzó a producir este arte tan necesario
para la evangelización.
Lo que hoy se deduce es la existencia de dos escuelas de
elaboración de figuras de caña: en Michoacán
y en la ciudad de México; la primera, mucho más relacionada
con lo prehispánico, y la segunda, con lo español.
Los cristos fueron piezas fundamentales que se distribuyeron
por todo el territorio novohispano. Fue tanta la fama que alcanzaron
éstas y otras piezas del mismo material, que fueron solicitadas
en España. Hace unos años, se pensaba que existían
en aquel país alrededor de 25; hoy se han catalogado 79,
muchas de ellas “muy tempranas, de los primeros años
de la Conquista”.
Amador sostuvo que lo interesante es la documentación
de las piezas, que en México no se tiene por problemas civiles
o pérdida, pero que en España se resguarda en cada
cofradía. “Las imágenes de referencia, perfectamente
datadas allá, nos ayudan a estudiar las que se conservan
aquí, a crear sus ejes cronológicos y determinar su
origen”.
El IAPH, uno de los institutos más importantes de
restauración y conservación en España, y el
IIE, desarrollaron todos los estudios al crucificado: radiología,
endoscopía, análisis de muestras del papel, pigmentos
y otros materiales, etcétera.
...y un códice
El Cristo del Capítulo de Bornos, de tamaño
mayor al natural, está cubierto por un “paño”
de pureza o pudor. En la lazada o moño del mismo, se descubrieron
los fragmentos del códice mexicano durante la Semana Santa
de 2009, relató el investigador de la UNAM.
Como si fuera de papel maché, para su elaboración
la escultura requirió gran cantidad de material, que en la
Nueva España del siglo XVI, resultaba verdaderamente caro
debido a que la Corona ejercía el dominio sobre los molinos
papeleros para beneficiar a la Península.
Por eso, los artistas se vieron obligados a utilizar, ya
desde entonces, papel reciclado, entre el que se encontraban códices
prehispánicos y posteriores a la Conquista, integrados a
las piezas como cualquier otro material, sin significación
alguna.
A pesar de que el hallazgo muestra sólo fragmentos
del documento, los expertos han determinado que se trata de un códice
colonial muy temprano (de alrededor del año 1540), de tipo
tributario. Muestra los pagos en especie, como cacao o chiles, de
una serie de personajes que llevan nombre.
Los estudios continúan para situarlo correctamente
y todo apunta que el origen del sencillo documento pictográfico,
a una sola tinta, es la ciudad de México o las proximidades
de Texcoco.
Una vez estudiado y analizado, el códice ha vuelto
a su posición original en el paño del Cristo; a él
pertenece “y eso hay que respetarlo”, sentenció
Amador Marrero.
Investigadores andaluces y universitarios han descubierto
la importancia de analizar las piezas americanas que llegaron a
España. “Hay nexos y documentos que nos ayudan a tener
una nueva visión de la obra que se conserva en México.
“Queremos compartir experiencias; y la intervención
al Crucificado del Capítulo de Bornos será un ejemplo
de cómo conservar esculturas de caña. En México
tenemos grandes profesionales, y en España hay muchas piezas
mal intervenidas por el desconocimiento. Todo eso se incluirá
en el libro próximo a publicarse”.
Los análisis, estudios tecnológicos y recuperación
de piezas artísticas americanas en el país ibérico
continuará con la participación de la UNAM, quizás,
con una pieza única: un nazareno cuya cruz está hecha
con cáscaras de escarabajo verde (que podría ser otra
técnica prehispánica) y que fue llevado a Cádiz
a finales del siglo XVII, finalizó Pablo Amador.
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