Boletín UNAM-DGCS-126
Ciudad Universitaria.
12:30 hrs. 27 de febrero de 2010

Luis Olguín Contreras


DESARROLLAN EN LA UNAM MICROREACTORES EN GOTAS DE AGUA PARA OBTENER BIOCATALIZADORES

 

• Al miniaturizar ensayos bioquímicos se consigue un ahorro masivo de compuestos, la disminución del tiempo de análisis y el incremento de la automatización, dijo Luis Olguín Contreras, de la FQ de la UNAM
• El equipo multidisciplinario que encabeza pretende entender la evolución de las enzimas en la naturaleza y estudiar el mecanismo de acción de estas moléculas
• Realizarán experimentos para buscar compuestos de origen natural capaces de inhibir enzimas especificas de virus, como de la neuroaminidasa de la influenza A H1N1

En la Facultad de Química (FQ) se desarrollan microreactores en gotas de agua para obtener nuevas enzimas que funcionen como catalizadores o “aceleradores” de reacciones químicas, útiles para la industria.

El equipo multidisciplinario, que encabeza Luis Olguín Contreras, del Laboratorio de Biofisicoquímica de la entidad, también pretende entender la evolución de las enzimas (moléculas de origen proteico) en la naturaleza, y estudiar el mecanismo de acción enzimática.

Para ello, fabricarán microchips para microfluidos, capaces de formar microgotas de agua en aceite, que sirven para realizar ensayos bioquímicos en su interior.

En el mediano plazo, se realizarán experimentos para lograr otras aplicaciones. “La mayoría de los fármacos funcionan mediante la inhibición de enzimas, bloqueando su sitio activo. Empezaremos un proyecto para encontrar nuevos agentes antivirales utilizando las microgotas, explicó Olguín.

“Se tratará de buscar compuestos de origen natural que sean capaces de inhibir enzimas especificas de virus, como de la neuroaminidasa del virus de la influenza A H1N1”, dijo.

Las enzimas tienen la característica de que a pH y temperatura fisiológicos, es decir, 7.5 y 37 grados respectivamente, son los mejores catalizadores que existen, aún más eficientes que los creados por los humanos. “Queremos entender a mayor detalle por qué son tan buenos”, acotó.

Para hacerlo, expuso, abordará este tema con el estudio de la llamada “promiscuidad catalítica”, o capacidad de las enzimas para reconocer, además de sus sustratos naturales, otros compuestos químicos. Por ejemplo, la quimotripsina hidroliza o rompe normalmente un enlace carbono-nitrógeno, pero también puede romper uno de fósforo-oxígeno, que no existe de forma natural en sus substratos.

Hoy se sabe que la mayoría de las enzimas tienen actividades promiscuas. Aunque son menores que las naturales, están por encima de las reacciones no catalizadas, que tardarían en producirse millones de años, hasta 1024 veces más lentas, afirmó Olguín Contreras.

Se piensa que las reacciones promiscuas permiten a los organismos evolucionar de una forma más eficiente. Existen enzimas de microorganismos que degradan hervicidas como la atrazina o insecticidas como el paroxón, creados de forma artificial hace no más de 60 años. Esto significa que la naturaleza ha evolucionado para aprovechar estos compuestos nuevos.

La actividad promiscua es un punto ideal de partida para crear nuevas proteínas o enzimas con nuevas actividades, y también permite estudiar el mecanismo de las reacciones enzimáticas comparando sustratos naturales con artificiales.

Desde el punto de vista de las aplicaciones, la más relevante es la creación de nuevas enzimas, sostuvo el científico. Para ello, se usa la técnica llamada “evolución dirigida de proteínas”, que consiste en crear mutaciones aleatorias en algún gen que codifican para una proteína de interés.

Al obtenerse así miles o millones de proteínas diferentes, el reto consiste en analizar cada una de las mutantes e identificar cuál de ellas tiene una “transformación benéfica” para incrementar la actividad promiscua. Una de las restricciones de la técnica radica en que son limitadas las herramientas para hacer ensayos masivos.

La técnica más socorrida son los “platos” de 96 pozos que permiten hacer, simultáneamente, ese mismo número de experimentos. De ahí que Olguín y su equipo se hayan interesado en las tecnologías de miniaturización para realizar este tipo de ensayos bioquímicos, y con ello, conseguir un ahorro masivo de compuestos, disminuir el tiempo de análisis e incrementar la automatización.

Para ese fin, utilizan herramientas de la microfluídica, ciencia que estudia líquidos confinados en canales que miden entre 10 y 100 micras, y contienen volúmenes de 10-9 hasta 10-15 litros.

Para efectuar los ensayos bioquímicos dentro de los microcanales, los universitarios usan microgotas de agua de tamaño y forma homogéneos, rodeadas por una fase continua de aceite. Así, se convierten en reactores diminutos, en cuyo interior se llevan a cabo reacciones bioquímicas.

No sólo se pueden producir hasta 10 mil gotas por segundo, sino que se facilita el análisis del contenido y los compuestos químicos dentro de ellas. “Por medio de esta técnica, es posible realizar alrededor de mil ensayos por segundo, en comparación con la ‘lectura’ de un plato de 96 pozos, que tarda más de 30 segundos”.

Dentro de esas “cápsulas” se colocarán enzimas (como sulfatasas y fosfatasas) o proteínas con compuestos químicos, para después analizar el producto de esas reacciones; también, células con mutantes de genes, una en cada gota.

Por ahora, el equipo de científicos monta el sistema de fabricación de microchips con microcanales, en los que se formen las microgotas; después vendrá el sistema de detección basado en un láser, que mide la fluorescencia del contenido de las gotas, y que permite detectar las que tuvieron las mejores reacciones.

En el proyecto también participan otros expertos del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico, y del Instituto de Química y de la propia Facultad.

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Fotos

Luis Olguín Contreras, del Laboratorio de Biofisicoquímica de la FQ.