• Se brinda ayuda en la Casa Amigo del Refugiado
expuso Jorge Álvarez, jefe del Programa de Intervención
en Crisis a Víctimas de Desastres Naturales y Sociorganizativos
• Se explora la posibilidad de que, en el mediano plazo,
los universitarios puedan viajar a territorio haitiano para atender
a la población afectada
• Son incontables los atendidos por esa instancia, no sólo
en el territorio nacional, sino en países como Honduras,
Paraguay y Argentina
Integrantes del Programa de Intervención en Crisis
a Víctimas de Desastres Naturales y Sociorganizativos de
la Facultad de Psicología (FP), atienden a familiares de
las víctimas del sismo en Haití radicados en México.
Con la organización Sin Fronteras, se ofrece ayuda
psicológica en la Casa Amigo del Refugiado. Se trabaja de
manera grupal e individual cuando se requiere, expuso Jorge Álvarez
Martínez, jefe del Programa.
Hasta el momento, se han atendido a 30 haitianos de un
censo de 400. Muchos de ellos han confirmado que sus familiares
están bien; no obstante, otros han constatado que desaparecieron
o murieron, y ellos “seguramente van a requerir atención”;
la ayuda continuará por uno o dos meses más.
Asimismo, se explora la posibilidad de que, en el mediano
plazo, los universitarios puedan viajar a territorio haitiano para
atender a la población afectada. Por el momento, resulta
complicado por la situación que se está viviendo y
porque se necesitan recursos, señaló.
El experto manifestó que después de un evento
traumático, los casos que requieren ayuda psicológica
especializada por presentar un trastorno severo de personalidad
pueden ser hasta de 14 por ciento. El resto, sale adelante con apoyos
familiares, el propio tejido social y recursos propios.
En una situación de crisis, añadió
Roxana Pastor Fasquel, corresponsable del Programa, la gente literalmente
sobrevive. “Eso hay que entenderlo: la manera como actuamos
entonces no es la misma que cuando estamos sanos física y
emocionalmente, tenemos un techo garantizado y no tenemos miedo
de que va a volver a temblar o nos vamos a ahogar”.
En ocasiones, “se pretende que los damnificados se
comporten como nosotros, que estamos muy seguros en nuestra casa.
Por ejemplo, ha habido críticas porque la gente en Haití
no se mueve, está paralizada, o comete actos de pillaje.
Hay que ponernos en su lugar”, opinó.
Ante ese tipo de situaciones, Álvarez refirió
que son incontables las personas que han sido atendidas por esa
instancia de la FP, no sólo en el territorio nacional, sino
en países como Honduras, Paraguay y Argentina.
“Se han hecho intervenciones masivas; por ejemplo,
en Acapulco, a raíz del paso del huracán Paulina,
se hicieron terapias llamadas ‘mamuts’, que consistieron
en hacer ritos funerarios simbólicos de las personas desaparecidas,
donde las familias que no tenían cuerpos que enterrar asistieron
a oficios religiosos. Con indicaciones precisas para el oficiante,
se pudo dar atención psicológica a esa gente”.
El Programa de Intervención inició sus actividades
formales en 1997, durante el referido huracán. Desde antes,
a raíz de los sismos de 1985, los especialistas comenzaron
a hacer acopio de instrumentos de medición y técnicas
de intervención psicológica; Jorge Álvarez
Martínez y sus colaboradores aportaron su experiencia y modelos.
Surgió, en un primer momento, con el objetivo de
dar ayuda psicológica a víctimas de desastres naturales,
atención que se dejaba al último en situaciones caóticas,
como un terremoto o inundación, como los que hemos visto
recientemente.
Sin embargo, con el tiempo comenzaron a surgir peticiones
relacionadas con los desastres sociorganizativos o toda cuestión
donde la sociedad queda superada por un evento traumático.
Otro ejemplo puede ser la violencia urbana, un asalto,
un secuestro o hasta un acto terrorista que deja rastros en las
víctimas y sus familias, así como en el resto de la
sociedad que siente que no está exenta de que algo le pueda
ocurrir.
En el Programa se cuenta con la participación de
académicos y estudiantes. Además de Jorge Álvarez
y Roxana Pastor, participa la profesora Margarita Molina, quienes
se dirigen a prestadores de servicio social de los tres últimos
semestres de la carrera, así como a alumnos de posgrado.
Las técnicas utilizadas son las de “desahogo
psicológico”. Se aplican a personas con síntomas
como falta o exceso de sueño, o con manos o pies muy fríos,
estrés excesivo manifestado en hombros, cuello, piernas,
quijada, etcétera. Así, se ayuda a la gente a identificar
síntomas asociados al evento traumático y a controlar
ese tipo de situación.
Otro modo es la expresión verbal de cómo
se afronta la situación de perder a un ser querido, casa,
animales, o la incertidumbre que viene cuando dejan de ser noticia.
Los expertos trabajan contrarreloj. Los manuales y protocolos
señalan que se debe atender a una persona durante seis sesiones;
no obstante, por la situación que se puede estar viviendo,
el promedio que emplean los universitarios es de tres.
Ante eso, la apuesta más importante del Programa
es la formación de interventores en crisis (psicólogos,
profesores, trabajadores sociales, enfermeras, sacerdotes) en cada
localidad, para que se queden trabajando con la población
afectada. De ese modo es posible dar seguimiento a los afectados.
Además, se enseña a encargados de protección
civil, rescatistas, bomberos, o quienes tienen el primer contacto
con las víctimas de un desastre natural, a brindar los primeros
auxilios psicológicos. “Ellos aprenden a dar contención
emocional a las personas en lo que llegan a un lugar especializado”.
Son múltiples los lugares donde el Programa de Intervención
ha estado presente: con los familiares de los chicos muertos en
el New’s Divine; durante la contingencia por la influenza
A-H1N1, cuando más de 40 colaboradores y ex colaboradores
dieron atención psicológica telefónica por
incertidumbre, miedo, depresión, angustia y por problemas
que generó entre las familias estar encerrados muchos días.
Asimismo, el equipo ha estado en las inundaciones de Tabasco
e incluso, Jorge Álvarez, durante una estancia sabática,
atendió el caso de la discoteca Cro-Magnon, en Buenos Aires,
y de un incendio en un supermercado, en Asunción, Paraguay,
donde murieron 400 personas. Ahí se apoyó a sobrevivientes
y a la gente del barrio.
En Sonora, los expertos de la UNAM asistieron a un congreso
para compartir su experiencia con los psicólogos a cargo
del caso de la Guardería ABC, por mencionar los casos más
recientes.
¿Y los niños?
Pastor expuso que en el caso de los niños, lo más
importante es trabajar con los adultos a su cargo: padres, abuelos,
profesores, etc. “La gente se aboca a salvar a un familiar
malherido, la casa, los objetos; pero se presta poca atención
a los infantes. En nuestra cultura creemos que no entienden lo que
está pasando, y sí lo hacen, es desde su propia perspectiva”.
Hay pequeños que lloran por la pérdida de
sus juguetes, por el gran significado que tienen para ellos. O bien,
juegan, a pesar de que los mayores quieren que no se rían.
En medio del caos, es recomendable mantener la rutina lo más
estructurada posible: comer o acostarse a cierta hora. Eso da contención
emocional a los pequeños.
El trabajo psicológico se realiza mediante juegos
y dibujos, como espejo de lo que piensan o sienten o con plastilina,
para que reconstruyan las situaciones de manera individual y colectiva.
A los niños huérfanos es importante hablarles
con la verdad, decirles que su madre o padre murió, se ahogó
o se lo llevó el río, pero que hay alguien que va
a cuidarlos, darles contención emocional y estar abiertos
a las preguntas que puedan hacer, finalizó Pastor.
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