Boletín UNAM-DGCS-097
Ciudad Universitaria
12:30 hrs. 13 de febrero de 2010

Jorge Álvarez


ATIENDE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA A FAMILIARES DE LAS VÍCTIMAS DEL SISMO EN HAITÍ

 

• Se brinda ayuda en la Casa Amigo del Refugiado expuso Jorge Álvarez, jefe del Programa de Intervención en Crisis a Víctimas de Desastres Naturales y Sociorganizativos
• Se explora la posibilidad de que, en el mediano plazo, los universitarios puedan viajar a territorio haitiano para atender a la población afectada
• Son incontables los atendidos por esa instancia, no sólo en el territorio nacional, sino en países como Honduras, Paraguay y Argentina

Integrantes del Programa de Intervención en Crisis a Víctimas de Desastres Naturales y Sociorganizativos de la Facultad de Psicología (FP), atienden a familiares de las víctimas del sismo en Haití radicados en México.

Con la organización Sin Fronteras, se ofrece ayuda psicológica en la Casa Amigo del Refugiado. Se trabaja de manera grupal e individual cuando se requiere, expuso Jorge Álvarez Martínez, jefe del Programa.

Hasta el momento, se han atendido a 30 haitianos de un censo de 400. Muchos de ellos han confirmado que sus familiares están bien; no obstante, otros han constatado que desaparecieron o murieron, y ellos “seguramente van a requerir atención”; la ayuda continuará por uno o dos meses más.

Asimismo, se explora la posibilidad de que, en el mediano plazo, los universitarios puedan viajar a territorio haitiano para atender a la población afectada. Por el momento, resulta complicado por la situación que se está viviendo y porque se necesitan recursos, señaló.

El experto manifestó que después de un evento traumático, los casos que requieren ayuda psicológica especializada por presentar un trastorno severo de personalidad pueden ser hasta de 14 por ciento. El resto, sale adelante con apoyos familiares, el propio tejido social y recursos propios.

En una situación de crisis, añadió Roxana Pastor Fasquel, corresponsable del Programa, la gente literalmente sobrevive. “Eso hay que entenderlo: la manera como actuamos entonces no es la misma que cuando estamos sanos física y emocionalmente, tenemos un techo garantizado y no tenemos miedo de que va a volver a temblar o nos vamos a ahogar”.

En ocasiones, “se pretende que los damnificados se comporten como nosotros, que estamos muy seguros en nuestra casa. Por ejemplo, ha habido críticas porque la gente en Haití no se mueve, está paralizada, o comete actos de pillaje. Hay que ponernos en su lugar”, opinó.

Ante ese tipo de situaciones, Álvarez refirió que son incontables las personas que han sido atendidas por esa instancia de la FP, no sólo en el territorio nacional, sino en países como Honduras, Paraguay y Argentina.

“Se han hecho intervenciones masivas; por ejemplo, en Acapulco, a raíz del paso del huracán Paulina, se hicieron terapias llamadas ‘mamuts’, que consistieron en hacer ritos funerarios simbólicos de las personas desaparecidas, donde las familias que no tenían cuerpos que enterrar asistieron a oficios religiosos. Con indicaciones precisas para el oficiante, se pudo dar atención psicológica a esa gente”.

El Programa de Intervención inició sus actividades formales en 1997, durante el referido huracán. Desde antes, a raíz de los sismos de 1985, los especialistas comenzaron a hacer acopio de instrumentos de medición y técnicas de intervención psicológica; Jorge Álvarez Martínez y sus colaboradores aportaron su experiencia y modelos.

Surgió, en un primer momento, con el objetivo de dar ayuda psicológica a víctimas de desastres naturales, atención que se dejaba al último en situaciones caóticas, como un terremoto o inundación, como los que hemos visto recientemente.

Sin embargo, con el tiempo comenzaron a surgir peticiones relacionadas con los desastres sociorganizativos o toda cuestión donde la sociedad queda superada por un evento traumático.

Otro ejemplo puede ser la violencia urbana, un asalto, un secuestro o hasta un acto terrorista que deja rastros en las víctimas y sus familias, así como en el resto de la sociedad que siente que no está exenta de que algo le pueda ocurrir.

En el Programa se cuenta con la participación de académicos y estudiantes. Además de Jorge Álvarez y Roxana Pastor, participa la profesora Margarita Molina, quienes se dirigen a prestadores de servicio social de los tres últimos semestres de la carrera, así como a alumnos de posgrado.

Las técnicas utilizadas son las de “desahogo psicológico”. Se aplican a personas con síntomas como falta o exceso de sueño, o con manos o pies muy fríos, estrés excesivo manifestado en hombros, cuello, piernas, quijada, etcétera. Así, se ayuda a la gente a identificar síntomas asociados al evento traumático y a controlar ese tipo de situación.

Otro modo es la expresión verbal de cómo se afronta la situación de perder a un ser querido, casa, animales, o la incertidumbre que viene cuando dejan de ser noticia.

Los expertos trabajan contrarreloj. Los manuales y protocolos señalan que se debe atender a una persona durante seis sesiones; no obstante, por la situación que se puede estar viviendo, el promedio que emplean los universitarios es de tres.

Ante eso, la apuesta más importante del Programa es la formación de interventores en crisis (psicólogos, profesores, trabajadores sociales, enfermeras, sacerdotes) en cada localidad, para que se queden trabajando con la población afectada. De ese modo es posible dar seguimiento a los afectados.

Además, se enseña a encargados de protección civil, rescatistas, bomberos, o quienes tienen el primer contacto con las víctimas de un desastre natural, a brindar los primeros auxilios psicológicos. “Ellos aprenden a dar contención emocional a las personas en lo que llegan a un lugar especializado”.

Son múltiples los lugares donde el Programa de Intervención ha estado presente: con los familiares de los chicos muertos en el New’s Divine; durante la contingencia por la influenza A-H1N1, cuando más de 40 colaboradores y ex colaboradores dieron atención psicológica telefónica por incertidumbre, miedo, depresión, angustia y por problemas que generó entre las familias estar encerrados muchos días.

Asimismo, el equipo ha estado en las inundaciones de Tabasco e incluso, Jorge Álvarez, durante una estancia sabática, atendió el caso de la discoteca Cro-Magnon, en Buenos Aires, y de un incendio en un supermercado, en Asunción, Paraguay, donde murieron 400 personas. Ahí se apoyó a sobrevivientes y a la gente del barrio.

En Sonora, los expertos de la UNAM asistieron a un congreso para compartir su experiencia con los psicólogos a cargo del caso de la Guardería ABC, por mencionar los casos más recientes.

¿Y los niños?
Pastor expuso que en el caso de los niños, lo más importante es trabajar con los adultos a su cargo: padres, abuelos, profesores, etc. “La gente se aboca a salvar a un familiar malherido, la casa, los objetos; pero se presta poca atención a los infantes. En nuestra cultura creemos que no entienden lo que está pasando, y sí lo hacen, es desde su propia perspectiva”.

Hay pequeños que lloran por la pérdida de sus juguetes, por el gran significado que tienen para ellos. O bien, juegan, a pesar de que los mayores quieren que no se rían. En medio del caos, es recomendable mantener la rutina lo más estructurada posible: comer o acostarse a cierta hora. Eso da contención emocional a los pequeños.

El trabajo psicológico se realiza mediante juegos y dibujos, como espejo de lo que piensan o sienten o con plastilina, para que reconstruyan las situaciones de manera individual y colectiva.

A los niños huérfanos es importante hablarles con la verdad, decirles que su madre o padre murió, se ahogó o se lo llevó el río, pero que hay alguien que va a cuidarlos, darles contención emocional y estar abiertos a las preguntas que puedan hacer, finalizó Pastor.

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Fotos

Jorge Álvarez Martínez, jefe del Programa de Intervención en Crisis a Víctimas de Desastres Naturales y Socioorganizativos de la FP de la UNAM.