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En las últimas dos décadas de vida de las democracias
reales, es reconocible un proceso de degeneración, afirmó
en la UNAM Michelangelo Bovero, académico de la Universidad
de Turín
• Es uno de los conceptos que más ha sufrido una
situación inflacionaria en el lenguaje común, a
tal grado que corre el riesgo de convertirse en una palabra lacia,
dijo
En la actualidad, en todo el mundo, la democracia está
en camino de una degeneración autocrática, afirmó
en la UNAM Michelangelo Bovero, académico de la Universidad
de Turín, Italia.
Al dictar la conferencia magistral La democracia y
sus condiciones, en el marco del Seminario Democracia, paz y derechos:
ejes de un pensamiento ilustrado, destacó que al observar
en retrospectiva las últimas dos décadas de vida de
las democracias reales, es claramente reconocible un proceso de
degeneración, diferenciado y diferente de un lugar a otro.
Es un proceso en marcha, que afecta a todos y tiende a
hacer que la democracia asuma gradualmente características
de una forma de gobierno distinta a la que propongo llamar autocracia
electiva, subrayó en el auditorio Héctor Fix-Zamudio
del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de esta
casa de estudios.
Básicamente, explicó, el autócrata
dispone de sí y de los demás a su propio arbitrio,
se pone a sí misma con el principio del poder, esto quiere
decir autócrata, se impone y no se propone a los ciudadanos.
En este contexto y, al mismo tiempo, algunas oposiciones
conceptuales a las que Norberto Bobbio llamaba grandes dicotomías
parecen debilitarse. Por ejemplo: derecha e izquierda; democracia
y dictadura; otras se radicalizan, como universalismo y particularismo,
y términos que parecían estar estrechamente unidos,
en cambio, se divorcian como el caso de democracia y elecciones.
El catedrático consideró que democracia es
uno de los conceptos que más ha sufrido una situación
inflacionaria en el lenguaje común, a tal grado que corre
el riesgo de convertirse en una palabra lacia.
Por ello, destacó, es importante reconstruir este
término, de modo que sea simple, aceptable, acorde con sus
usos prevalentes a lo largo de la historia occidental.
En ese sentido, democracia indica un mundo posible, una
de las configuraciones que puede asumir la organización de
la convivencia colectiva; esencialmente, indica una forma de gobierno
en el sentido más amplio y tradicional de esta expresión
o un tipo de régimen, apuntó.
Entonces, abundó, el juego político es democrático
según el grado en que las reglas sean respetadas; si se alteran
o aplican incorrectamente, en forma no coherente con los principios
democráticos de igualdad y de libertad política, se
empieza a jugar otro juego.
Asimismo, para que una democracia lo sea verdaderamente
debe ser representativa y no lo es si el poder decisivo, preponderante
por la calidad y cantidad de sus atribuciones y prerrogativas, está
conferido a un órgano monocrático, indicó.
Ahora bien, precisó, la concepción de democracia
de investidura que se ha adoptado en los últimos años
para designar una forma de gobierno caracterizada por la preeminencia
del jefe del Ejecutivo es una contradicción en términos,
porque en ese caso la elección de un guía es antidemocrática
en sí y por sus consecuencias.
En estos casos, acotó, la experiencia histórica
nos muestra que esto tiende a subyugar a los órganos representativos
reduciendo al parlamento a una función poco más que
coreográfica y luego, también, neutralizando a las
instituciones de control y de garantía.
De este modo, se perfila una clamorosa regresión
histórica hacia el paradigma del gobierno de los hombres,
o peor dicho, gobierno del hombre que es el paradigma opuesto al
del constitucionalismo, fundado sobre el ideal del gobierno de las
leyes, advirtió.
Al inaugurar el evento, Pedro Salazar Ugarte, secretario
académico del IIJ, aclaró que no es un seminario sobre
Bobbio específicamente, sino un acto inspirado en los problemas
sobre los que este pensador reflexiona y en torno a sus tesis fundamentales.
Al organizar este evento, concluyó, quisimos preguntarnos
cuáles son algunos de los grandes desafíos que hoy
enfrenta la democracia. Uno de ellos tiene que ver con los poderes
fácticos y los obstáculos que éstos ponen a
la consolidación democrática; el segundo, es el problema
de la desigualdad social.
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