Boletín UNAM-DGCS-053
Ciudad Universitaria
06:00 hrs. 25 de enero de 2010

--Miguel León Portilla


LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID CONCEDE DOCTORADO HONORIS CAUSA A MIGUEL LEÓN-PORTILLA

 

• El historiador recibirá el reconocimiento el 29 de enero y aprovechará el viaje para realizar actividades académicas
• Por primera vez, en el curso de 2010 publicará Visión de los vencidos en versión náhuatl
• “La universidad me mantiene sano”, aseguró el catedrático

“Nuestros vínculos con España no se fincan en la Conquista, sino en los humanistas que enviaron a México”, estableció Miguel León-Portilla, un mexicano dedicado a los indígenas y las humanidades que, curiosamente, viajará a tierra española para recibir un doctorado honoris causa.

El 29 de enero, la Universidad Complutense de Madrid le entregará el reconocimiento por una trayectoria dedicada a la cultura mesoamericana —“tanto la del pasado como la viva”, aclara— y por su voluntad incesante de desentrañar la esencia nacional.

“El mundo indígena no se entiende desvinculado de España, por eso me he dedicado a estudiar las obras de misioneros hispanos como Andrés de Olmos, Bernardino de Sahagún o el padre Las Casas, con quienes mantengo un ‘diálogo’ constante”.


“Debemos recordar que el dominico Antonio de Montesinos, en 1511, dio un sermón incendiario a los encomenderos en la isla de Santo Domingo, señalándoles lo terribles que eran por pensar que los indios no eran seres humanos. También tenemos al padre Las Casas, que escribió La brevísima relación de la destrucción de Las Indias, o Bernardino de Sahagún, quien penetra en el alma indígena y se enamora de esta cultura a tal grado que, dice, ‘estos textos valen más que los sermones de nuestras iglesias’”, acotó.

Su doctorado

“Estoy muy contento de este doctorado y de ir a recibirlo allá; son tantas las cosas que me ligan a España que resulta sumamente difícil enumerarlas”, comentó Miguel León-Portilla, quien mencionó que en esa larga lista de afectos se encuentran amigos, colegas, lugares y personajes históricos como Alonso de la Vera Cruz.

“Y como si hiciera falta algo más, sólo me resta decir que mi esposa es española”, indicó con una gran sonrisa.

Vocación temprana

Freud decía que infancia es destino, y con Miguel León-Portilla esto se cumple, porque desde niño ya era un apasionado del mundo indígena y de las construcciones prehispánicas, muchas de las cuales conoció aún siendo muy pequeño, de la mano del iniciador de la antropología moderna en México, el doctor Manuel Gamio.

“Él fue un tío muy cercano y desde muy tierna edad me llevaba a Teotihuacan y Copilco, y me explicaba cosas. ¡Imagínense el privilegio de escuchar eso de boca de quien realizó la primera excavación estratigráfica en México y de quien descubrió los templos teotihuacanos de Quetzalcóatl y Tláloc!”.

Ya después, en la adolescencia, Miguel leía asiduamente textos como la Historia antigua de México, de Francisco Javier Clavijero, y muchos otros libros sobre esa temática, hasta que, cuando estudiaba la maestría en California, llegaron a sus manos “los adecuados”.


“Hay libros que te cambian la vida, y para mí, esos fueron Poesía indígena de la altiplanicie y Épica náhuatl, publicados en la Biblioteca del Estudiante Universitario y compilados por Ángel María Garibay”.

Esos libros despertaron la imaginación de Miguel León-Portilla e hicieron que por algún tiempo una pregunta rondara su mente, ¿quién era el padre Garibay?. “Lo primero que hice al regresar a México fue ver a mi tío, Manuel Gamio, y decirle ‘yo quiero conocer a ese hombre’”.

El encuentro con Ángel María Garibay

El filólogo indígena Salvador Díaz Cintora solía describir a Garibay con la siguiente anécdota: “En el poblado donde oficiaba este religioso, dos lugareños tuvieron un inconveniente y uno de ellos le preguntó al otro: ‘¿Por qué no le pedimos consejo al padre Garibay?’. ‘No, mejor no, se ve que aún le falta por aprender mucho’. ‘¿Por qué?’. ‘¿Qué no ves que siempre recorre las calles con un libro abierto en las manos y leyendo?’”, y remataba Díaz Cintora aseverando: “Así era este padre, no dejaba de leer ni para ir de un lugar a otro”.

Y, efectivamente, justo así es como León-Portilla recuerda a Garibay en su primer encuentro: sobrio, agudo y rodeado de libros. Lo primero que el joven le dijo a quien sería su profesor fue: “Padre, quiero estudiar todo eso que usted sabe”, a lo que el sacerdote contestó, con esa agudeza que todos le reconocían: “Está bien, pero no porque haya helenistas que no sepan pizca de griego usted crea que no es necesario saber náhuatl para estudiar estos temas… si quiere hacer las cosas en serio, conmigo va a aprender esa lengua”.

En el cubículo que tiene León-Portilla en el Instituto de Investigaciones Históricas hay una pared llena de reconocimientos y diplomas en el que destaca un retrato a tinta de un hombre de lentes y larga barba blanca, el cual señaló el historiador con orgullo para decir: “Y aprendí náhuatl gracias a él; Garibay siempre está conmigo”.

Visión de los vencidos

Hombre de incontables luchas académicas y políticas, Miguel León-Portilla se aventuró hace 50 años a algo que parecía imposible, desmentir a uno de los eruditos más importantes del país, José Vasconcelos, quien en su libro de 1937, Breve historia de México, aseguraba que los indígenas no habían dejado testimonio de lo que les pasó durante la Conquista.

“Garibay había traducido textos del náhuatl sobre la llegada de los españoles que Bernardino de Sahagún recogió de labios de los ancianos; también estaban los anales de Tlatelolco y había muchos códices con imágenes de la Conquista. Entonces, se me ocurrió decirle a Garibay, ¿por qué no lo hacemos y demostramos que los indígenas sí dejaron testimonio, padre?, y él aceptó”.

Fue así como nació Visión de los vencidos, un libro que no sólo se ha convertido en el más vendido y editado de la Biblioteca del Estudiante Universitario, sino que, como dijera José Emilio Pacheco, “es un verdadero poema épico de los mexicanos”.

La obra, publicada por primera vez en 1959, ha sido traducida a casi 20 lenguas, “pero debo confesar un pecado, siempre di por sentado que como los textos originales están en náhuatl, no era necesario publicarlos en ese idioma, pero lo bueno es que recapacité. Tomó algo de tiempo, pero ya casi tengo lista la edición, que saldrá en el transcurso de este año”.

Pese a todos estos reconocimientos, lo que recuerda León-Portilla con más orgullo es que gracias a su osadía y a la del padre Garibay, ambos refutaron a aquellos que aseguraban que a la hora de hablar sobre cómo los avasallaron, los indígenas habían quedado mudos. “Los pueblos originarios sí dijeron y mucho”, aseguró el historiador, para luego añadir: “Dijeron tanto que después tuve que anexarle a este libro otra sección, llamada ‘Lo que siguió’”.

Labor incansable que lo mantiene sano

Ahora que viaja para recibir su primer doctorado honoris causa en España y el número 23 en su carrera, Miguel León-Portilla ya hizo los arreglos pertinentes para que lo que podría ser un viaje de placer, sea un intenso itinerario de intercambio académico.

Después de que el día 29 reciba el doctorado honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid, el 2 de febrero asistirá a la Universidad de Alcalá para formar parte del Segundo Seminario Construcción del Estado Nacional en México y España, y el 3 presentará la revista 20/10.

Este vigor intelectual sólo se explica porque desde la infancia, a decir de sus amigos, Miguel León Portilla era un pequeño muy curioso y resultaba sumamente difícil mantenerlo en su casa, y aún conserva ese espíritu de niño inquieto.

“Soy emérito y me gusta venir a diario a la UNAM. Tengo un Seminario de Cultura Náhuatl y otro de Estudios Mesoamericanos, y además, dicen que la actividad es salud, si esto es así, es la Universidad la que me mantiene sano”.

– o0o –

 

Fotos

Visión de los vencidos, Nahua (Portal)

El historiador Miguel León-Portilla recibirá este viernes un doctorado honoris causa que le otorga la Universidad Complutense de Madrid.

Pintura del compilador Ángel María Garibay.

 

 

.