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El investigador del Instituto de Biología de la UNAM
fue distinguido por su trayectoria en la protección de
la biodiversidad en el país
• Desarrolló un modelo precursor que mide, de forma
cuantitativa y sistemática, la efectividad de las 69
áreas protegidas en el territorio nacional
Precursor en el desarrollo de un modelo científico
que mide, de forma cuantitativa y sistemática, la efectividad
de las 69 áreas protegidas del país, el biólogo
y doctor en zoología Víctor Sánchez Cordero,
académico del Instituto de Biología (IB) de la
UNAM, recibió el “Reconocimiento a la Conservación
de la Naturaleza 2009”, en la categoría de Investigación,
otorgado por la secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (Semarnat).
“Es un premio para todos mis alumnos y exalumnos
que han pasado por este laboratorio, quienes con su trabajo
y sus ideas han contribuido para que tengamos en la UNAM este
modelo de medición y análisis para abordar la
biodiversidad del país”, señaló Sánchez,
quien actualmente cuenta con 50 estudiantes (de licenciatura
a doctorado) adscritos a su Laboratorio de Sistemas de Información
Geográfica.
Efectividad de las áreas protegidas
Hace más de una década, el académico
del Departamento de Zoología del IB se preguntó
si servían las áreas naturales protegidas como
reservorios de la variedad de especies en México.
Esa duda lo llevó a desarrollar una metodología
inédita para detectar, a partir de animales y vegetales
que funcionan como indicadores de una región, qué
sucede en ecosistemas de gran riqueza, donde factores como temperatura,
lluvia, sequía, cambio en el uso del suelo, deforestación
y cambio climático afectan la interrelación y
la existencia de flora y fauna que conviven en una selva, un
bosque o un desierto.
Para nutrir su proyecto, Sánchez Cordero utilizó
como herramientas algoritmos matemáticos, computadoras
y sistemas de información geográfica.
“Fue una aportación original a nivel mundial
que desarrollamos en la UNAM, donde soy investigador desde hace
25 años”, señaló el especialista,
que desde los inicios del proyecto contactó a científicos
de Australia que desarrollaron el software que utilizó
en el IB para una nueva aplicación.
Áreas protegidas, de lo intocable a lo participativo
En su indagación, confirmó lo que un
grupo de biólogos y ecólogos intuían: que
las áreas protegidas se sustentan mejor cuando participan
las comunidades humanas que viven en ellas, y que no deben considerarse
sitios intocables a los que no se puede entrar para no perturbarlos.
“Uno de los objetivos de nuestro estudio en esas
69 áreas de todo el país era saber si estas zonas
funcionan para resguardar la biodiversidad, y encontramos que
sí, aunque hay mucho por hacer para mejorar la conservación”,
señaló el investigador nacional nivel tres del
SNI, quien desde 2002 es miembro del Consejo Nacional de Áreas
Naturales Protegidas.
En su modelo, que midió 23 variables ambientales,
el universitario obtuvo tres resultados fundamentales.
“Encontramos que el 60 por ciento de las áreas
protegidas sí son efectivas para prevenir cambios de
uso de suelo; comprobamos que las Reservas de la Biósfera
son el modelo más eficiente dentro de estas zonas, y
documentamos que no hubo un componente geográfico de
conservación; es decir, que el deterioro es un problema
nacional que ocurre lo mismo en el Eje Neovolcánico que
en las regiones tropicales del sureste o semidesérticas
del norte de México”, resumió.
Una vez que avanzó este proyecto, Sánchez
Cordero inició en el año 2000 una investigación
paralela llamada “Planeación sistemática
de la conservación”, que consistió en desarrollar
redes de áreas de preservación que incluyen interacción
entre varias áreas protegidas y funcionalidad ecológica.
“Para desarrollar estas redes desarrollamos más
áreas protegidas que las existentes hasta entonces, pues
no estaba bien representada la vasta biodiversidad del país.
Elegimos especies de plantas y animales muy estudiados, los
utilizamos como indicadores de lo que ocurre en una región
y creamos mapas de distribución, que incluyen relaciones
entre especies, migraciones y modificaciones como el cambio
del uso del suelo y la vegetación”, explicó.
Uso del suelo y cambio climático, los retos
Las modificaciones al uso del suelo y el cambio climático
son los dos grandes desafíos que enfrenta la biodiversidad,
aseguró Sánchez Cordero. “Ambos son retos
que deben atenderse en el corto plazo, pues el costo es la extinción
de especies”, señaló.
El cambio del uso de suelo y la vegetación sigue
siendo un grave problema que altera los ecosistemas naturales,
al transformar la vocación de un sitio para convertir,
por ejemplo, una selva en un lugar para alimentar al ganado,
o una región costera con arrecifes y humedales en zonas
hoteleras.
“Hay una gran presión económica
y política para modificar usos de suelo, aunque signifique
la extinción de especies. Por eso, en nuestro estudio
es fundamental la integración de investigadores de las
áreas sociales y económicas para trabajar en conjunto”,
advirtió.
El otro gran reto para la conservación mundial
es el cambio climático global, que trastorna la migración
de especies.
“A través de nichos ecológicos,
donde elegimos a una especie para identificar lo que sucede
en su ecosistema, estamos trabajando para determinar las nuevas
regiones a donde se están moviendo”, finalizó.
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