• Con frecuencia, presentan problemas de
ansiedad, fobia, depresión y, en ocasiones, llegan al
suicidio, destacó María Carolina Agoff, del CRIM
de la UNAM
• Suelen verse aquejadas por sentimientos de vergüenza
y culpabilidad, que les impiden buscar ayuda, añadió
• Es un problema social que tiene su origen en las desigualdades
de poder entre géneros, subrayó
La violencia de pareja, en una relación de noviazgo
o convivencia, afecta de manera severa la salud mental de las
mujeres, afirmó María Carolina Agoff, del Centro
Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.
Con frecuencia presentan afecciones psíquicas
y de comportamiento, como ansiedad, fobia y depresión,
y en ocasiones llegan al suicidio, destacó.
Además, abundó, las mujeres que sufren
este tipo de maltrato suelen verse aquejadas por sentimientos
de vergüenza y culpabilidad, que impiden buscar ayuda y hacer
pública su situación.
Este problema social tiene origen en las desigualdades
de poder entre los géneros y, además, conduce a
ellas a desventajas sociales y económicas.
No sólo afecta al sector femenino, sino a todos
los miembros del entorno familiar, en especial a los hijos y a
los adultos mayores, ambos en situación de vulnerabilidad
e indefensión por su condición de dependencia.
Al respecto, el relator especial de la ONU, Juan Miguel
Petit, en su Informe sobre la Situación de Violencia contra
la Infancia, destacó que en México esta condición
está fuertemente asociada a la que ocurre contra las mujeres.
Estas conductas dentro del hogar constituyen un grave
peligro para el desarrollo emocional y cognitivo de los menores;
predispone a las personas desde temprana edad a recibir y tolerar
violencia a lo largo de la vida y ejercerla contra otros, como
un patrón internalizado de relación, socialmente
no condenado.
Asimismo, apuntó, se ha constatado que con frecuencia
la familia de la víctima no siempre resulta un apoyo, en
particular las madres y suegras, que suelen inducir a la mujer
al sometimiento del marido.
Ello se explica por valores y normas que determinan las
expectativas de comportamiento femenino, y que se reproducen y
transmiten en el ámbito doméstico e imponen un imperativo
de sumisión que se expresa de dos modos.
En primer término, por el incumplimiento del rol
de género, “es que tú no le haces caso”,
y como tolerancia, por ser el maltrato parte del destino de toda
mujer; está referido a cuando las madres dicen a sus hijas,
“es tu cruz” o, “todas hemos pasado por lo mismo”,
puntualizó la psicóloga.
Además, agregó, cuando son violentadas
por la pareja, suelen distanciarse paulatinamente de su entorno,
con frecuencia obligadas por el esposo, que en un afán
por controlarlas, las alejan de sus relaciones.
“En estudios hemos encontrado que las redes sociales
que desnaturalizan la violencia pueden constituir un apoyo. Se
trata de relaciones de amistad o vecinales que ayudan a abrir
los ojos, como ellas mismas expresan”, destacó.
Asimismo, abundó, las asociaciones civiles, públicas
y los refugios también son de ayuda, pues transmiten discursos
basados en los derechos del género femenino y posibilitan
que se auto reconozcan como víctimas de maltrato.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica
de las Relaciones en los Hogares del 2006 (ENDIREH), efectuada
por el INEGI y el INMUJERES, un 35 por ciento de las mujeres casadas
o unidas reportó haber sufrido algún tipo de violencia
en los 12 meses previos al levantamiento del estudio.
Este documento también refiere que habitar en
un área urbana invariablemente incrementa el riesgo de
sufrir cualquier tipo de agravio; no obstante, a medida que aumenta
la edad, el peligro disminuye.
También, haber atestiguado violencia física
o psicológica entre los progenitores en la infancia, o
haber sido violentada en esa etapa, aumenta las probabilidades
de ser víctima, indicó.
Existen variables que predicen el riesgo de sufrir un
tipo de violencia; hay una tendencia a que aumente en su forma
física a medida que el estrato socioeconómico disminuye,
y las de tipo sexual, emocional y económica decrecen cuando
se incrementa la escolaridad de las mujeres, detalló.
En síntesis, la violencia de pareja tiene un impacto
negativo directo sobre la salud física, emocional y reproductiva
de ellas, y obstaculiza su desarrollo integral porque atenta de
manera directa contra la autonomía, capacidad, posibilidad
de elección y acción en todos los ámbitos
de su vida, recalcó.
Si bien ha habido cambios de las prácticas sociales
de ambos sexos en el seno familiar y en el ámbito laboral,
no ha sucedido lo mismo en el plano de las representaciones de
género.
En ese contexto, apuntó, es deseable que con la
visibilización de la violencia como delito, las mujeres
estén en condiciones de asumir una cultura de los derechos;
para ello, se requiere de una constante movilización y
sensibilización de la sociedad, el Estado y las instituciones,
para atacar el problema desde raíz, y alentar la denuncia
y el castigo de los victimarios, concluyó.
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