• Se deben realizar estudios para conocer
la composición química de las partículas
atmosféricas y el daño que provocan a los seres
vivos, consideró Telma Castro Romero, del CCA de la UNAM
• Con esta información, se podrían establecer
nuevas políticas para controlar la emisión de
contaminantes, señaló
• Los aerosoles son pequeñas partículas
líquidas y sólidas, suspendidas en el aire; pueden
provocar enfermedades respiratorias crónicas, cáncer
pulmonar y ataques cardiacos
En el país, se han implementado algunas medidas
para controlar las emisiones de aerosoles, principalmente en grandes
urbes como la Ciudad de México. Sin embargo, falta mucho
por hacer en materia de investigación científica
y de legislación ambiental, para entender y cuantificar
los factores que intervienen en la contaminación, señaló
Telma Castro Romero, del Centro de Ciencias de la Atmósfera
(CCA) de la UNAM.
Es importante estudiar los procesos físico-químicos
para conocer qué contienen las partículas que circulan
en el aire y, a su vez, el impacto que ocasionan en la salud de
los seres vivos, afirmó.
Con ello, se podrían establecer políticas
propias que ayuden a controlar la emisión de contaminantes
en las grandes zonas urbanas, porque actualmente la normatividad
se basa en la de otras naciones, generalmente Estados Unidos.
Se deben aplicar disposiciones enfocadas al cambio de tecnología
y se tendría que fomentar el uso del transporte público
para utilizar en menor proporción el automóvil.
La investigación y aplicación de normas
deben trabajarse a la par, porque los ecosistemas se han afectado
rápidamente, destacó Castro Romero.
Los indicadores que han servido para establecer políticas
públicas en salud se deben a la presencia de partículas
-PM2.5 y -PM10. En el primer caso, son menores a 2.5 micrómetros
(µm), y representan un mayor riesgo para la salud humana
al ser un factor de muerte prematura en la población.
Las que son menores a 10 micrómetros, -PM10, se
consideran perjudiciales para la salud porque entran al tracto
respiratorio y no son eliminadas fácilmente por su sistema
de limpieza natural.
Telma Castro explicó que los aerosoles son pequeñas
partículas líquidas y sólidas, suspendidas
en el aire; pueden ser de origen natural (volcanes, tormentas
de polvo, brisa marina, incendios forestales y pastizales); pero
también son producidas por la actividad humana a través
de la quema de combustible fósil, la industria de la construcción
y el cambio de uso de suelo.
“Por esta razón, muchas se concentran en
el hemisferio norte, especialmente en las grandes ciudades y zonas
industriales”, expresó.
Desde el punto de vista toxicológico y fisiológico,
juegan un papel importante en la salud del ser humano, porque
pueden contener compuestos tóxicos como sulfatos, nitratos,
ácidos, metales y gran variedad de químicos.
“Algunos estudios indican una correlación
de mortalidad y morbilidad al estar presentes en el aire, porque
al ser inhaladas penetran en los pulmones”, añadió.
Estas concentraciones generan serios riesgos a la salud
humana, como enfermedades respiratorias crónicas e, incluso,
cáncer de pulmón y ataques cardiacos, así
como un deterioro general del medio ambiente. La presencia de
partículas reduce la visibilidad o la distancia en la que
un objeto puede ser percibido contra el cielo.
Afectan al clima porque reflejan y absorben parte de
la energía solar, y provocan un decremento de la temperatura
en algunas regiones del planeta. Además, actúan
como catalizadores sobre superficies metálicas, favoreciendo
su oxidación.
También pueden absorber gases como los óxidos
de azufre y de nitrógeno, que reaccionan con la humedad
del entorno y forman partículas de ácido sulfúrico
o nítrico, y corroen los materiales de construcción
de edificios.
Al igual que otros contaminantes, alteran los elementos
típicos del suelo y propiedades fisicoquímicas del
agua, lo que provoca el fenómeno de lluvia ácida.
Por ello, es necesario que de manera conjunta se realice
investigación y se implementen medidas que controlen la
emisión de aerosoles, concluyó Telma Castro.
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