En el orbe, alrededor de 285 millones de personas
la padecen
La epidemia de diabetes que afecta a México
requiere de un nuevo modelo de atención médica,
centrado en la educación terapéutica para el paciente
y en un tratamiento multidisciplinario. “No se puede seguir
como hasta ahora, y la prueba está en que la afección
nos está rebasando”, afirmó la académica
de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM,
Irene Loo Morales.
Ese padecimiento, que en el país provoca 13
de cada 100 muertes, y uno de cada tres fallecimientos como
causa secundaria, debe tener como eje principal el autocuidado
permanente de la persona que la padece, e ir más allá
de la simple administración de insulina o un hipoglucemiante
oral.
Requiere, además, la intervención de
varios expertos como médicos, nutriólogos, podólogos,
cardiólogos, psicólogos, y hasta entrenadores,
añadió.
En el marco del Día Mundial de la Diabetes,
explicó que ésta es una enfermedad crónica
irreversible y sistémica, ataca a los aparatos del
cuerpo humano y, por el aumento en su incidencia, sobre todo
la tipo 2, se ha vuelto un grave problema de salud.
La diabetes mellitus es un trastorno metabólico
que se caracteriza por carencia de insulina, o falta de efectividad
de la misma, y se traduce en elevadas concentraciones de azúcar
en la sangre.
La insulina es una hormona producida por el páncreas,
su función principal es facilitar la entrada de glucosa
(azúcar) a las células, fuente de energía
para realizar sus funciones.
El mal en cifras
La diabetes afecta a siete por ciento de la población
mundial adulta y, en total, a alrededor de 285 millones de
personas; México se encuentra entre los 10 países
con mayor número de casos, según datos de la
Federación Internacional de Diabetes, difundidos en
el Congreso Mundial de la especialidad, realizado recientemente
en Canadá.
En el encuentro, se dio a conocer que los sectores
de ingresos medios y bajos son los más afectados, y
que la enfermedad daña a muchos más individuos
en edad productiva de lo que se pensaba. En 1985, 30 millones
sufrían el mal; 15 años después, ascendió
a 150 millones.
Hoy, más de la mitad de los afectados tiene
entre 20 y 60 años, y se estima que si la tasa de crecimiento
se mantiene, para 2030 habrá 435 millones de enfermos.
La diabetes cobra cuatro millones de vidas al año,
y es una de las principales causas de ceguera, disfunciones
renales, infartos, apoplejías y amputaciones.
Las regiones con las tasas de prevalencia más
altas son América del Norte, donde 10.25 de la población
sufre la afección, seguida de Medio Oriente y el norte
de África, con 9.3 por ciento. Las regiones con el
mayor número (incidencia) de diabéticos son
el Pacífico Occidental (77 millones) y el sudeste asiático
(59 millones).
India es la nación con más enfermos,
con 50.8 millones; seguida de China, con 43.2 millones; Estados
Unidos, con 26.8 millones; Rusia, con 9.6; Brasil, con 7.6;
Alemania, 7.5; Pakistán y Japón, con 7.1 millones
cada uno; Indonesia, siete, y México, con 6.8 millones.
Según reportes de la Federación Mexicana
de Diabetes, el grupo de edad con más muertes por este
mal es el que se ubica entre los 40 y los 55 años.
Se trata de la tercera causa de defunción después
de las enfermedades del corazón y los tumores malignos;
la edad promedio de fallecimiento es de 66 años, es
la tercera causa de decesos en edad productiva y la segunda
en edad post productiva.
En el país, dos de cada tres personas tienen
sobrepeso u obesidad. Cada kilogramo de exceso de peso aumenta
cinco por ciento la posibilidad de contraer la enfermedad,
y en una persona con diabetes, la obesidad disminuye hasta
ocho años la esperanza de vida. La prevalencia del
sedentarismo en México es de entre 60 y 80 por ciento.
En la actualidad, los niños realizan 70 por
ciento menos actividad física que hace 30 años;
los infantes y adolescentes con sobrepeso tienen el mismo
porcentaje de probabilidades de mantenerse obesos en edad
adulta, informó la misma agrupación.
Tipos, factores de riesgo
La diabetes, explicó Loo Morales, se clasifica en Tipo
1, antes llamada juvenil; se caracteriza por la destrucción
de las células Beta del páncreas, que genera
una deficiencia absoluta de insulina; su proporción
es de, aproximadamente, uno de cada 600 a mil niños
o adolescentes mexicanos, y es autoinmune.
Eso significa, explicó la universitaria en
su libro Educación y autocuidado de la persona diabética
(en coautoría con Gloria Hernández Orozco),
que “nuestros anticuerpos, los que normalmente se encargan
de defendernos contra las infecciones, por alguna razón
que aún se desconoce, se confunden y atacan a las propias
células, productoras de insulina, y acaban destruyéndolas”.
También existe la diabetes gestacional, alteración
metabólica manifestada por intolerancia a la glucosa
con inicio o reconocimiento durante el embarazo. La mitad
de las pacientes tienen la predisposición a ser diabéticas
una vez concluido el mismo, si tienen estilos de vida y hábitos
alimenticios no saludables.
En estos casos, el producto puede presentar problemas
como obesidad, síndrome de resistencia a la insulina,
hipoglucemia o malformaciones congénitas.
Pero la más importante por su incidencia y
crecimiento es la diabetes mellitus Tipo 2 (DMT2), que da
cuenta de más de 95 por ciento de los casos, según
Alberto Lifshitz, catedrático de la Facultad de Medicina,
en el texto del Seminario El ejercicio actual de la Medicina
de la propia entidad universitaria.
En los tipos 1 y 2, se han encontrado indicios de
que se trata de enfermedades con un componente genético
importante. Así, las personas nacen con predisposición
y depende de que se expongan o no a ciertos factores ambientales
para que el mal se desarrolle. Hay un vínculo muy claro
entre la DMT2 y la obesidad, que también muestra una
tendencia hereditaria, explicó.
Entre los factores de riesgo para desarrollar la
afección se encuentran el sobrepeso o la obesidad;
familiares de primer grado con el mal; pertenencia a un grupo
étnico de alta prevalencia; bajo peso al nacer; sedentarismo;
exceso de alimentos energéticos, ricos en grasa o azúcar;
antecedente de diabetes gestacional o de recién nacidos
macrosómicos, entre otros, enumeró el experto.
Algunos de estos elementos, como el genético
y el grupo étnico, no se pueden controlar, mencionó
Irene Loo. Tampoco la edad, que va disminuyendo cada vez más,
porque la DMT2 ya se presenta en niños y jóvenes.
Pero otros sí pueden cuidarse, como el peso,
los hábitos alimenticios y la actividad física,
que aunados a una buena educación e información
pueden prevenir su manifestación y evitar que se presenten
complicaciones crónicas, que tanto afectan y requieren,
para su tratamiento, de recursos en los hospitales.
Síntomas y complicaciones
Según la Asociación Mexicana de Diabetes,
los principales síntomas son apetito voraz (polifagia);
exceso de orina (poliuria); levantarse durante la noche a
orinar (nicturia); boca y piel secas; sed excesiva (polidipsia);
cambios de visión y peso; glucosa en sangre mayor de
200 miligramos por decilitro en cualquier momento del día,
y heridas que no cicatrizan con facilidad.
A pesar de estas “señales” o “avisos”,
se trata de una enfermedad silenciosa, por lo que muchos de
los afectados no han sido diagnosticados, expuso Loo Morales.
En una persona puede existir prediabetes, cuando tiene la
glucosa alta (mayor de 109 miligramos de glucosa en sangre
en ayunas).
“Ahí es donde se debe actuar, ratificar
con otros exámenes el diagnóstico y empezar
con una buena asesoría nutricional para ingerir una
dieta saludable, y un plan de ejercicios de 30 minutos diarios,
entre otras acciones, porque si evoluciona la diabetes, no
hay vuelta atrás”, señaló.
Si la afección está confirmada, el
paso a seguir es prevenir las complicaciones agudas y crónicas.
“Una diabetes descompensada o tratada inadecuadamente
lesiona la integridad funcional y sistémica de quien
la padece en el corto plazo”.
La universitaria señaló que entre las
complicaciones agudas que se presentan intempestivamente por
una descompensación están la hipoglucemia o
disminución brusca del azúcar, con aparición
de síntomas como temblor, nerviosismo, sudoración,
angustia, taquicardia, hambre e irritabilidad, y deben tratarse
con urgencia.
Una más es la cetoacidosis y estado hiperosmolar,
debida a una deficiencia absoluta o relativa de insulina junto
con el aumento del glucagón y hormonas, que conducen
a la hiperglicemia con deshidratación e hipovolemia
y cetosis, con acidosis metabólica que causa daño
renal y neurológico.
La hiperglicemia, exceso de azúcar en sangre
originada por cantidad considerable de comida, poca insulina
y tensión, puede progresar a coma diabético.
Las crónicas, que ocurren después de
haber tenido elevada la glucosa en sangre por períodos
prolongados (años), van desde la retinopatía,
o daño a los vasos sanguíneos de la retina que
puede llevar a la pérdida de la visión; la neuropatía,
o lesiones en los nervios, que se puede manifestar como falta
de sensibilidad en extremidades (pueden terminar en gangrena;
además, la diabetes es responsable de la mayor parte
de las amputaciones no traumáticas).
La nefropatía, o pérdida progresiva
de las funciones de los riñones; cardiopatía,
que puede provocar un infarto, y "derrames" cerebrales
por aterosclerosis asociadas a la hipercolesterolemias.
¿Existen soluciones?
Irene Loo opinó que uno de los principales
problemas para enfrentar la diabetes es que no es vista como
un grave problema de salud, debido a la prevalencia de un
modelo médico que no previene, sino que cura, aunque
en este caso no hay remedio, sino únicamente control.
Cuando se hace el diagnóstico, pueden ocurrir
malinterpretaciones de las indicaciones médicas, la
no aceptación del problema y dejar de lado el tratamiento,
cuyos aspectos fundamentales son la dieta y control de peso,
ejercicio, y uso de medicamentos: pastillas (hipoglucemiantes
orales) o insulina, todo bajo la supervisión de especialistas,
concluyó