Cierto escritor solía decir “a la
muerte se le toma de frente con valor y luego se le invita
una copa”, una máxima que describe a detalle
cómo celebramos a “La Flaca” en su día:
con fiestas y no con misas; con comida y no con cirios;
con aguardiente y no con agua bendita; con risas en vez
de llanto. Cualquier mexicano podría ser el autor
de esa frase, pero no es así, su autor fue un estadounidense
que respondía al nombre de Edgar Allan Poe.
Por esta razón, la megaofrenda que se monta año
con año en el campo central de la UNAM, estará
dedicada a este literato que no sólo redefinió
lo que es un cuento de terror, sino que introdujo en el
imaginario colectivo a cuervos que anuncian que el ser amado
nunca volverá, a gatos negros que acechan desde el
inframundo o a fantasmas que persiguen a sus asesinos para
acosarlos con la culpa.
“Elegir a este personaje para conmemorar los 200 años
de su nacimiento no fue cosa nuestra, fue una propuesta
de los estudiantes, a quienes se convocó desde el
mes de mayo para que nos hicieran saber su parecer”,
destacó Roberto Zozaya Orantes, director general
de Atención a la Comunidad Universitaria (DGACU).
Para ello, cerca de dos mil estudiantes de toda la UNAM
se aprestaron desde el martes para instalar los tres foros
y cerca de 65 ofrendas que se distribuirán alrededor
de las islas y que podrán ser visitadas hasta el
2 de noviembre.
Cuentos clásicos como “El pozo y el péndulo”,
“El gato negro”, “El cuervo”, “La
casa de Usher” o “El corazón delator”,
fueron recreados por alumnos de las diferentes facultades
y escuelas de la UNAM.
Evolución de una tradición
Las historias de Edgar Allan Poe están íntimamente
ligadas a la celebración del Halloween en Estados
Unidos, tanto que no resulta raro ver en las puertas figuras
de cartón que representan a gatos negros con el lomo
erizado, o que los niños compren guantes que emulan
la extremidad de un gorila, como aquel que mataba víctimas
inocentes en el cuento “Los asesinatos de la calle
Morgue”, elementos que se retomaron en las ofrendas
de CU.
Se espera que varias decenas de miles de personas visiten
las ofrendas.
Quien no se pasee por Las Islas antes del 2 de noviembre,
no podrá —como decía el cuervo de la
obra de Poe— ver las ofrendas “nunca más”.
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