Boletín UNAM-DGCS-554
Ciudad Universitaria
Pie de foto al final del
boletín
EL CHIMPANCÉ Y EL
HOMBRE NO SON TAN SIMILARES COMO SE PENSABA
Aunque la creencia de
que el chimpancé es el animal más parecido al humano tiene mucho tiempo, ésta
ha despertado muchas suspicacias; tantas, que en el año de 1975 dos
investigadores formularon lo que hoy se conoce como la paradoja de King y
Wilson, que señala: “si la diferencia genética entre el hombre y el chimpancé
es tan pequeña, ¿por qué no nos vemos ni actuamos como esos simios?”.
Incluso en 2005,
cuando se presentó el primer estudio sobre el genoma completo del chimpancé, a
partir de los datos obtenidos se determinó que las diferencias entre el primate
y el hombre eran apenas del uno por ciento; sin embargo, “nuestras
investigaciones sugieren que estas discrepancias están por encima del seis por
ciento”, explicó Matthew Hahn, profesor del Departamento de Biología y Escuela
de Informática de
Invitado a participar
en el encuentro Fronteras en Ecología y Evolución Darwin 2009, organizado por
el Instituto de Ecología, el experto en biología computacional explicó que
quienes afirman que el hombre y el chimpancé son iguales en un 99 por ciento,
es porque sólo efectuaron comparaciones en la secuencia básica del ADN y no
prestaron atención a las duplicaciones segmentales (fragmentos de ácido
desoxirribonucléico que se repiten a lo largo del genoma).
Tomar en cuenta sólo a
los genes sencillos y excluir a los duplicados equivale a tener una partitura y
concentrarse en las notas que conforman la línea melódica, sin atender las que
integran el entramado armónico; aunque se trate de una misma pieza, analizar la
melodía o la armonía siempre arroja resultados distintos.
Al respecto, Hahn citó
a George E. P. Box, quien solía decir que “no hay modelos verdaderos, sino
útiles”, y a partir de esta reflexión, añadió que “ambos cálculos son
correctos; se puede usar uno u otro, según la pregunta que se desee responder”.
Y para Hahn la
pregunta es sencilla, ¿por qué el hombre es tan diferente del chimpancé? Desde
un principio, el investigador y su equipo sospecharon que la clave se halla en
las secuencias genéticas replicadas, que, al ser analizadas, demostraron ser
las responsables de aquello que nos distingue de los demás animales.
Al poner bajo la lupa
el genoma de los seres humanos, se descubrió que había una duplicación notable
en los genes que influyen en las funciones cerebrales. Al respecto, Hahn
inquirió, “¿por qué nadie había notado esto antes?”, a lo que él mismo señaló,
“lo más probable es que sí lo vieran, pero que no lo hayan notado. A fin de
cuentas, la evolución es mucho más que cambios nucleóticos simples”.
En la evolución,
“menos es más”
Cuando en 1871 Charles
Darwin publicó Sobre el origen del hombre,
no tardaron en aparecer caricaturas del naturalista, donde se le representaba
con una larga
Todos los dibujos,
fuesen a tinta o en carboncillo, además de ser una crítica de quienes negaban
las teorías evolucionistas, expresaban gráficamente algo que es evidente: no es
lo mismo un simio que un ser humano.
¿Pero cómo explicar
estas variantes tan obvias si hombres y chimpancés compartían el mismo ancestro
hace apenas seis millones de años? Hahn asegura que esto se debe, en gran
parte, a la gran cantidad de genes que nuestra especie ha perdido en ese
periodo. “En la evolución, menos es más”, apuntó.
Tradicionalmente, se
había creído que el proceso de transformación del homínido antiguo en el hombre
moderno es producto de la sustitución de nucleótidos en las secuencias
codificadas de proteínas, el problema es que este proceso es muy lento en los
primates, lo que explica que, a nivel nucleótico, humanos y chimpancés sean
prácticamente idénticos, explica Hahn.
Sin embargo, los
investigadores de
Uno de los genes que
con su desaparición otorgó al ser humano sus características es el de
Al respecto,
Para determinar cuánto
se ha perdido y cuánto se ha ganado, el grupo de Hahn analizó diversas familias
de genes (grupos de genes comunes a todo organismo por tener un mismo origen).
Tras estudiar cerca de
110 mil secuencias de nucleótidos de 9 mil 990 familias, presentes tanto en
humanos y chimpancés como en ratones perros y ratas, Hahn descubrió que el 56
por ciento de las familias estudiadas crecieron o se encogieron en cuanto a
número de genes.
“A través de estas
comparaciones y estudios pudimos determinar que mientras los humanos ganaron
675 genes, los chimpancés perdieron 740, lo que nos da una diferencia de mil
415 genes humanos que no están presentes en esos simios”, a final de cuentas,
no somos tan parecidos como se creía.
“Cada vez es mayor la
evidencia de que la duplicación genética y la pérdida y ganancia de genes son
mucho más importantes en los procesos evolutivos que las modificaciones
registradas en los genes sencillos”, y ahí hay una veta muy rica por explotar,
concluyó Hahn.
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Foto 01
Matthew Hahn
explicó que a diferencia de lo que se creía, la duplicación genética y la
pérdida y ganancia de genes son mucho más importantes en los procesos
evolutivos que las modificaciones registradas en los genes sencillos.
Foto 02.
La pérdida del
gen de la myocina hizo posible que los músculos masticatorios del humano disminuyeran,
el cráneo se agrandara y se produjera una encefalización acelerada.