06:00  hrs. 13 de julio de 2009

  

Boletín UNAM-DGCS-416

Ciudad Universitaria

 

Judith Zurita  Noguera

 

Pie de foto al final del boletín

 

 

PERMITEN LOS FITOLITOS CONOCER PARTE DE LA VIDA DE LOS ANTEPASADOS

 

 

Los restos botánicos son una fuente de información que puede revelar distintos aspectos de la vida de poblaciones antiguas. Las plantas no sólo son utilizadas como alimento, sino como elementos sociales y ceremoniales y al recuperarlas en contextos arqueológicos, como un piso olmeca o un basurero de Teotihuacán, constituyen grandes aportaciones para estudios en la materia.

 

Por ello, el análisis de fitolitos –cristales de sílice que se forman en la epidermis de las plantas–, es una de las técnicas arqueobotánicas usadas para identificar restos vegetales.

 

La responsable del Laboratorio de Fitolitos del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, Judith Zurita Noguera, indicó que estas partículas son como moldes de las células epidérmicas de las plantas, y aunque éstas mueren y la materia orgánica desaparece, los cristales permanecen y se depositan en esos contextos.

 

Los fitolitos son restos de células vegetales que se han mineralizado y que presentan una estructura cristalina similar a la del ópalo, por lo que se las ha denominado ópalo biogenético. Se forman por la precipitación del sílice disuelto en agua, que las plantas absorben del suelo y se acumula en los espacios intercelulares del tejido epidérmico de hojas, tallos y raíces, explicó.

 

Al depositarse, continuó, toman la forma de las células que recubren y encapsulan formas distintivas, que se conservan en el suelo cuando la materia desaparece.

 

Cuando los fitolitos son recuperados de contextos arqueológicos permiten identificar la flora existente en el pasado. Su análisis provee información para determinar patrones de subsistencia, dieta, desarrollo de técnicas agrícolas, uso botánico y reconstrucción de antiguas vegetaciones, apuntó.

 

Esas muestras, dijo, pasan por un proceso de análisis: Primero, se limpia la tierra para eliminar materia orgánica y carbonatos que puedan contaminarla con ácido clorhídrico y peróxido; posteriormente, se rompen los cúmulos de la misma y se seca la muestra.

 

Después, acotó, se coloca en la centrífuga con bromoformo y acetona; finalmente, cuando éstos son recuperados se examinan en un microscopio para identificar las plantas que utilizaban entonces.

 

El tipo de contexto arqueológico al que se asocian los restos botánicos, la fecha, cerámica e instrumentos permiten interpretar la forma en que las plantas eran usadas: como alimento, combustible o materiales de construcción, según los lugares estudiados, que pueden ser centros ceremoniales, casas-habitación o fogones, comentó.

 

Un ejemplo es el sitio olmeca de San Lorenzo, en Veracruz, donde se revisaron muestras del interior de fogones y se concluyó que eran especialmente construidos para ahumar pescado, y usaban la palma como combustible.

 

También, explicó que se pueden recuperar fitolitos de vasijas o metates, instrumentos empleados en diversas tareas como cocinar, almacenar y formular medicinas, entre otras.

 

Zurita Noguera informó que la aplicación del análisis de los fitolitos en arqueología es prácticamente reciente de apenas 25 años, aunque en otro tipo de disciplinas, como la edafología, se ha usado por largo tiempo. En la época de Darwin, recordó, iniciaron los estudios relacionados, pero la recolección de muestras en zonas arqueológicas es relativamente nueva.

 

Al principio no se creía que fuera funcional, pero los resultados positivos han ganado terreno; este tipo de indagación tiene bondades para la arqueología, porque cada vez se busca adquirir mayor evidencia y elementos interpretativos. “Se pueden obtener datos de restos materiales y encontrar las voces de quienes ahí vivían”.

 

Al evocar lo realizado en el Laboratorio, señaló que se han analizado más de 400 especies de plantas para la colección de referencia; sin embargo, aclaró, no todas tienen fitolitos. Han participado en el estudio de cientos de muestras en sitios como Teotihuacán y San Lorenzo; colaboran en investigaciones etnobotánicas y examinan las actividades humanas relacionadas con plantas.

 

Actualmente, laboran en cuatro proyectos de distintas áreas. Cada arqueólogo tiene necesidades diferentes, según los objetivos de su investigación; algunos pretenden saber cuál era el medio ambiente de la zona que analizan y otros, la alimentación o el estilo de vida, todo ello relacionado de manera directa con el estudio del pasado, concluyó.

 

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Foto 01.

 

Los fitolitos son cristales de sílice que se forman en la epidermis de las plantas.

 

 

Foto 02

 

Con el estudio de los fitolitos se pueden obtener datos de restos materiales y encontrar las voces de quienes vivían en poblaciones antiguas, señaló Judith Zurita Noguera, del IIA de la UNAM.