06:00  hrs. 6 de julio De 2009

  

Boletín UNAM-DGCS-403

Ciudad Universitaria

 

Andrés Medina Hernández

 

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AÚN POR ESCRIBIRSE LA HISTORIA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

 

 

Desde su fundación hispana, la Ciudad de México se ha asumido como una urbe europea renacentista.

 

Las referencias a las casas de los indios las ubican como espacios marginales, aunque la mano de obra, la servidumbre, los alimentos y la fuerza de trabajo para construir la metrópoli procedieron de los pueblos originarios.

 

Por ello, investigadores de la UNAM consideraron que se trata de una región con una historia eminentemente mesoamericana y que debe ser considerada como lo que es, un espacio pluriétnico.

 

Esa situación, destacó el integrante del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), Andrés Medina Hernández, comenzó a cambiar en el siglo XX a partir de dos procesos: las crecientes corrientes migratorias que llegaban a la capital y la expansión de la mancha urbana, que prácticamente devora a los antiguos pueblos indios.

Esos pueblos, agregó el doctor en antropología, despliegan una estrategia para negociar con la ciudad y sobrevivir; en este movimiento algunos desaparecen, otros se mantienen en un frágil equilibrio, y otros más, se fortalecen.

 

Actualmente, dijo Medina Hernández, en el Distrito Federal sobreviven alrededor de 200 pueblos originarios, y “el problema es entender cómo responden a las presiones que ejercen los inmigrantes y al propio desarrollo urbano”.

 

Su diversidad de respuestas y resistencia hace difícil cuantificar su presencia, y sólo a partir de la investigación de campo y del establecimiento de tipologías se podrá tener una mejor idea de sus procesos de transformación, reveló el especialista.

 

Por ello, opinó, la historia de la urbe está por escribirse, porque esos grupos comienzan a generar crónicas, y el rescate de los documentos con los que construyen su memoria es reciente, apenas a partir del año 2000.

 

Basado en los estudios que junto con su equipo ha realizado en los últimos 10 años al sur de la metrópoli, Medina Hernández consideró que ésta es una propuesta atractiva en términos de información, investigación, y para modificar la conciencia sobre lo que significa y representa la capital.

 

Es un proyecto a largo plazo que debe dar nueva historia; la ciudad dejará de ser una antigua urbe colonial española, para ser reconocida como lo que es, un espacio pluriétnico, subrayó el académico, quien encabeza la línea de investigación Etnografía de la cuenca de México.

 

Es necesario analizar el aspecto etnográfico, apuntó, porque hay mucho por trabajar en la historia colonial desde la perspectiva de los pueblos originarios; hay una historia posterior a la conquista, pero se conoce poco de las comunidades iniciales. “Se sabe que nutrían de alimento y recursos a la ciudad y que ésta era accesible por una red de canales, pero no más”.

 

 

Incluso, acotó, hay estudiantes de Mixquic, Tláhuac y otros lugares, que comienzan a investigar sus propios pueblos. Si a los orígenes se agrega el matiz que introducen los inmigrantes, algunos de los que van en su tercera generación sin perder su tradición, se tendrá un espacio rico y complejo.

 

La Ciudad de México ha estado erigida sobre una red de comunidades antiguas de las que se ignora el número y situación, porque en el contexto de la mancha urbana no es fácil verlas, explicó Andrés Medina.

 

Para el agitado habitante los grandes despliegues festivos son vividos como molestias, porque las procesiones que cruzan los ejes viales, el cierre de calles para rituales, el ruido de la pirotecnia y el estruendo de la música alteran el ritmo acelerado de la urbe. Sin embargo, en esas manifestaciones los pueblos recuperan simbólicamente su espacio histórico, donde se encontraban sus campos de cultivo, sus manantiales y sus sitios sagrados.

 

En el año 2000, rememoró, en el Distrito Federal comenzó a modificarse el Estatuto Político para que los miembros de las demarcaciones nombren a sus delegados. Se dio un proceso de politización y los pueblos del sur establecieron un diálogo con las autoridades, que derivó en el Programa de Apoyo a los Pueblos Originarios; a partir de ahí, se apoyó a los cronistas y se sensibilizó a los habitantes sobre sus tradiciones.

 

Actualmente, apuntó el investigador de la UNAM, esos pueblos son herederos de una rica tradición cultural que constituye su patrimonio histórico en lo que se refiere a sus construcciones antiguas, las pinturas y esculturas de sus templos, el mobiliario, su memoria histórica, y sus tradiciones musicales y dancísticas.

 

“Es precisamente su recuperación lo que conduce a replantear una historia que inicialmente, y por casi cinco siglos, sólo dio cuenta de sus habitantes españoles y de su usanza europea; esos anales tienen que incluir necesariamente a esos pueblos originarios, cuya tradición mesoamericana es milenaria”, concluyó.

 

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Foto 01.

 

Hay una historia posterior a la conquista en la Ciudad de México, pero poco se conoce de sus comunidades iniciales, dijo el integrante del IIA de la UNAM, Andrés Medina Hernández.