Boletín UNAM-DGCS-402
Ciudad Universitaria
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En el planeta hay
cerca de 1.3 millones de personas que no supieron por qué de pronto su vida
cambió: comenzaron a escuchar voces, experimentaron delirios de persecución y alucinaciones,
sus pensamientos empezaron a sucederse en forma desorganizada, mostraron
tendencia a volverse apáticos, perdieron interés por el sexo y desarrollaron
una serie de conductas inusuales.
Estos son síntomas de
la esquizofrenia, padecimiento que provoca que el individuo se desconecte de la
realidad a tal grado, que puede llegar a no reconocerse a sí mismo o su
familia. Aunque los indicios son claros, en la mayoría de las ocasiones el
sujeto no sabe qué es lo que le sucede, porque son diagnosticados sólo el 0.02
por ciento de quienes sufren esta enfermedad.
“Muchos de los
afectados terminan vagando sin rumbo porque no son atendidos o son abandonados
por sus parientes”, explicó la coordinadora de Enseñanza, Psicología Médica I y
II, del Departamento de Psicología y Salud Mental de
Por éstas y otras
razones, se calcula que el 50 por ciento de los esquizofrénicos ha intentado
suicidarse al menos una vez, y que entre un 10 y un 15 por ciento, lo ha
logrado.
Un mal hereditario
En la mayoría de los
casos, este trastorno se origina en edades tempranas, entre los 15 y 24 años,
aunque ocasionalmente puede manifestarse en la madurez.
El problema es que los
padres con frecuencia confunden las primeras señales con conductas adolescentes,
lo que hace que el diagnóstico se posponga hasta que las actitudes se vuelven
demasiado “extrañas”.
Aún no se sabe con
exactitud cuál es el detonante, pero se piensa que su origen puede estar
asociado a los neurotransmisores cerebrales, sustancias que permiten la
comunicación entre neuronas y pasan información de un lado a otro. Cuando por
algún motivo la producción de estas biomoléculas es inadecuada o se detiene, se
presentan diferentes cuadros de alteración mental, expuso Petra Micu.
Por tratarse de un
asunto hereditario, la probabilidad de desarrollar esta enfermedad aumenta si
alguien en la familia la ha padecido, aunque ese factor no es definitivo.
Si uno de los dos
padres es esquizofrénico, el hijo tiene una probabilidad del 12 por ciento de
serlo, pero cuando se trata de los dos progenitores, el índice asciende hasta
un 40 por ciento. Si se trata de un gemelo monocigoto (idéntico), la cifra
alcanza el 48 por ciento, y si es un dicigoto, un ocho. Sólo el uno por ciento
de los afectados presenta este mal sin tener antecedentes familiares.
También se han
registrado casos en los que la afección “salta” y se presenta hasta dentro de
dos o tres generaciones.
Clasificaciones
Debido a la
sintomatología, los especialistas se han cuestionado si existe sólo un solo
tipo o varios de esquizofrenia, y para esto clasificaron los síntomas en dos
apartados: negativos y positivos.
Los individuos que
exhiben síntomas del primer grupo se caracterizan por mostrar “aplanamiento
afectivo” (nula expresión facial), disminución de movimientos corporales,
mirada desviada, afectos de cristal (celos desmedidos), empobrecimiento del
lenguaje, carencia de entonación o habla, conversación incoherente, apatía,
desinterés social y sexual, falta de apetito y abulia en la escuela o trabajo.
Los que caen en el
segundo conjunto presentan alucinaciones, auditivas en su mayoría (y en las que
el sujeto cree escuchar voces, palabras, conversaciones e incluso órdenes),
aunque también pueden ser visuales (el paciente observa entes o personas
imaginarias), táctiles (sensaciones raras, como que miles de arañas caminan por
el cuerpo del afectado) y, excepcionalmente, olfativas o gustativas. “Nada es
real, pero los esquizofrénicos aseguran que lo es”.
Otra manifestación de
estas percepciones falsas son los delirios, ya sean de persecución,
sentimientos de culpa o de grandiosidad (como sentirse superhéroe), pero los
más peculiares son los “de referencia”, en los que el susodicho cambia el
significado de las cosas y “siente que le introducen objetos en el cuerpo. En
estos casos, un paciente podría acudir al hospital por creer que tiene un radio
en el interior, cuyo sonido le molesta, y solicitar que le sea extraído”.
Estos sujetos
generalmente despliegan una conducta extravagante que puede traducirse en
acciones incoherentes, como levantarse
desnudos en la madrugada, lavar ropa mientras escuchan música a todo
volumen, comportarse de forma agresiva para “defenderse” y desarrollar patrones
verbales inconexos.
Según la
sintomatología, la esquizofrenia se puede clasificar en diferentes categorías,
como la “paranoide”, que es la más común y se caracteriza por una preocupación
desmedida, delirios, alucinaciones, deambulaciones, inquietud y tendencia a
creer que todas las personas son una amenaza potencial.
También está el tipo “desorganizativo”,
que corresponde a gente que exhibe una actitud extraña y no ordenada, se
expresa de forma incoherente, es apática y no muestra emociones ni entabla
relaciones personales.
Otro grupo es el de los
“catatónicos”, individuos que
permanecen inmóviles o se mueven frenéticamente. Se dice que quienes padecen
esta forma particular del trastorno tienen flexibilidad cérea, porque cuando el
médico les alza la mano y luego la suelta, los pacientes la mantienen en alto.
Con frecuencia, los
esquizofrénicos son renuentes a la actividad, a comunicarse y repiten la
terminación de las palabras (fenómeno conocido como ecolalia); sin embargo, hay
quienes tienen conductas mixtas, a éstos se les llama “residuales” y son personas que no padecen
delirios, alucinaciones, ni desorganización en el habla, pero que tienen
creencias “extrañas” sobre la vida.
Cada una de estas
variedades presenta una serie de características distintas, pero todas
coinciden en un mismo punto: una percepción que se escinde de la realidad, como
delata el hecho que la palabra esquizofrenia signifique “identidad
dividida”, por provenir de las voces griegas σχίζειν (‘separar’) y φρήν (‘mente’,
‘espíritu’, ‘ánimo’).
En general, los
esquizofrénicos tienen dificultades para trabajar o permanecer en la escuela;
sin embargo, Petra Micu aclaró que este trastorno no implica que sean “tontos”,
porque la inteligencia permanece intacta.
“Quizá se podría
pensar lo contrario, pero lo que sucede es que estos sujetos no tienen interés
por nada o están inmersos en su mundo y por eso dan una apariencia que no
corresponde con su verdadera forma de ser”, explicó.
El diagnóstico
Para diagnosticar la
enfermedad se debe tener un antecedente de evolución mínimo de seis meses,
porque se trata de un mal crónico-degenerativo.
Este padecimiento se
puede presentar abruptamente y en este caso las personas responden rápido a los
tratamientos; no obstante, cuando pasan tres o cuatro años para que el
trastorno mental aflore, los individuos responden lentamente a cualquier
procedimiento.
De recibir ayuda a
tiempo, los síntomas pueden ser controlados. Es de suma importancia que los
padres observen con atención la conducta de sus hijos para facilitar cualquier
diagnóstico, lo que redundará en el bienestar del paciente e incluso podría
evitar un posible suicidio, enfatizó Petra Micu.
Desafortunadamente,
estos individuos son objeto de segregación ocasionada por mitos o prejuicios
sociales reproducidos incluso por parientes que con frecuencia optan por
“esconder” al enfermo simplemente porque lo consideran “loco” o porque les
provoca vergüenza.
Aunque se trata de una
enfermedad incurable, están disponibles medicamentos que favorecen el control
del paciente. Además, la sociedad ha comenzado a generar espacios y opciones
para que los esquizofrénicos no sólo se mantengan ocupados, sino en contacto
permanente con otros humanos, porque resulta “fundamental el afecto familiar
para que permanezcan más tiempo anclados en la realidad”, concluyó.
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Foto 01.
Ileana Petra Micu
explicó que los esquizofrénicos frecuentemente son segregados por prejuicios y
tachados de “tontos”, pese a que poseen una inteligencia y capacidad normales.