Boletín UNAM-DGCS-126
Ciudad Universitaria
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Trabajar o estar muy activo durante gran parte de la noche y,
además, ingerir alimentos cuando se debiera estar descansando, podría
contribuir a la obesidad y a padecimientos asociados, como la diabetes y la
hipertensión
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Ruud Buijs, del IIBm, explicó que como
consecuencia de los cambios en los horarios de alimentación, el ambiente
metabólico interno del cuerpo –conducido por el cerebro–, se vuelve arrítmico
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Comer en abundancia por la noche conduce a
una respuesta endócrina anormal, precisó el especialista
El estilo de vida que
provoca en algunas personas trabajar o estar activas durante gran parte
de la noche y, además, ingerir alimentos cuando debieran estar descansando,
podría contribuir a la obesidad y a padecimientos asociados como la diabetes y
la hipertensión conocidos, en su conjunto, como síndrome metabólico.
Así lo revelan estudios de Ruud M. Buijs, integrante del Instituto de
Investigaciones Biomédicas (IIBm) de
Éste último se sitúa en el llamado núcleo supraquiasmático, en el
hipotálamo cerebral; se encarga de organizar la fisiología las 24 horas del
día, regula la secreción de hormonas y la actividad del sistema nervioso
autónomo, explicó el científico.
El reloj varía las concentraciones de glucosa, pues en la noche no se
necesita gran cantidad; a lo largo del sueño el nivel es el más bajo. No
obstante, incluso antes de que el despertador suene, el reloj biológico
incrementa los niveles de glucosa y de cortisol, a modo de prepararse para el
periodo de actividad.
Pero toda la fisiología cambia cuando no se escucha al reloj biológico
y se vive de noche. "Suena raro que la gente que duerme menos sea más
susceptible de padecer el síndrome metabólico, porque se pensaría que son
personas más activas". Sin embargo, probablemente comen más en la noche y
el cuerpo no está preparado para esa condición, apuntó.
Experimentos con ratas realizados por Buijs han demostrado que cuando
se les alimentan en el día (que es su periodo de inactividad, de descanso)
engordan más, y no sólo eso, las que cambian el tiempo de actividad son más
susceptibles a enfermedades, especialmente del sistema inmune.
Lo mismo podría ocurrir con los humanos, pues al comer de noche se
provocan trastornos en la fisiología: los altos niveles de glucosa son
peligrosos y el organismo necesita disminuirlos; entonces, envía los
carbohidratos que no requiere al tejido graso, donde comienzan a acumularse.
Comer en abundancia en periodos nocturnos conduce a una respuesta
endócrina anormal, precisó el especialista, quien ha dado a conocer este
trabajo en publicaciones como Diabetes, Endocrinology y Neuroendocrinology Briefings, de
Como un efecto posterior al cambio en la fisiología, también se
transforma la actividad del sistema nervioso autónomo y se produce un
desequilibrio que con el tiempo derivará en hipertensión.
En personas que fallecen luego de una larga historia de hipertensión,
se han encontrado evidencias de que su reloj biológico experimentó una severa
disminución y no preparaba al enfermo para su vida diaria; la explicación
podría residir en que esa reducción se debió a la retroalimentación de una alta
presión sanguínea al núcleo supraquiasmático, explicó Buijs.
Asimismo, el investigador holandés ha demostrado que en el hipotálamo y
en el núcleo supraquiasmático, existen neuronas especializadas que controlan en
forma diferenciada las señales de salida al sistema nervioso autónomo, y que
los órganos intra-abdominales, en particular la grasa visceral, el hígado y el
páncreas, reciben señales de control de las células cerebrales.
El estilo de vida, caracterizado por múltiples comidas y un aumento de
la actividad nocturna, podría provocar que el cerebro, en especial el núcleo
mencionado, no detecten las señales temporales internas generadas por el cuerpo
ante el estado anabólico (noche) y catabólico (día).
La evidencia de que la congruencia de esas señales es importante para
el reloj biológico se obtuvo de roedores, a los que se les practicó una
vagotomía (corte del nervio vago). Con este procedimiento, se interrumpe la
comunicación del hígado y el cerebro, y la ingestión de comida aumenta en la
fase de reposo, lo que conduce al incremento de peso y al desarrollo de
resistencia a la insulina en el músculo.
De tal modo, la hipótesis del ex subdirector del Netherlands Institute
for Brain Research, es que un desequilibrio en el sistema autónomo induce, en
parte, el síndrome metabólico.
Otro argumento que soporta la teoría del también doctor en biología por
"Con el ejercicio se consume energía, lo que es detectado por el
cerebro; se facilita el flujo sanguíneo y la pérdida de tejido adiposo, lo que
deriva en presión arterial baja y una mejora de la sensibilidad del músculo a
la insulina”, puntualizó.
Otra alternativa para mejorar la salud es intervenir directamente en el
reloj biológico (núcleo supraquiasmático) para “resincronizarlo”. La hormona
"de noche" llamada melatonina, es un factor determinante en la
transmisión de señales de tiempo, que influye de manera importante en
el supraquiasmático y en los receptores de ese núcleo.
En pacientes hipertensos, un suplemento de esa hormona resincroniza el
núcleo y restaura la variación diurna en la presión arterial. En ratas induce
la pérdida de tejido adiposo visceral y mejora el síndrome metabólico.
En los humanos aún debe confirmarse si la resincronización, que permite
el restablecimiento de los ritmos de balance energético, propiciará la
supresión de dicho síndrome, concluyó Ruud Buijs.
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Foto 01
Ruud M. Buijs, del IIBm de