12:30 hrs. 10 de Enero de 2009

  

Boletín UNAM-DGCS-019

Ciudad Universitaria

 

Carlos Álvarez Asomoza

Pie de foto al final del boletín

 

REVELAN UNIVERSITARIOS, COSTUMBRES DE LOS MAYAS DEL POSCLÁSICO

 

·          Realizaron excavaciones en la zona arqueológica de los Cimientos de Las Margaritas, en los altos orientales de Chiapas, considerada una de las más importantes del periodo Posclásico Tardío y Colonial

·          Integrantes del Centro de Estudios Mayas del IIFL de la UNAM, encabezados por Carlos Álvarez Asomoza, exploraron casas que existieron en el lugar

·          Aunque su población fue pequeña, tuvo acceso a las principales rutas de comercio mesoamericano y, por lo tanto, a artículos suntuarios

 

En la zona arqueológica los Cimientos de Las Margaritas, en los altos orientales de Chiapas, considerada una de las más importantes del periodo Posclásico Tardío y Colonial, investigadores del Centro de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM, descubrieron nuevas costumbres de ese pueblo.

 

De las más de 100 casas que existieron en el lugar, explicó el investigador Carlos Álvarez Asomoza, se exploraron dos, una de estatus elevado, y otra, de la gente del pueblo; la primera, se ubica en una terraza superior, y la segunda, en el nivel inmediato inferior.

 

La perteneciente a la clase gobernante, aparece con patio cerrado y un altar al centro; la otra, denominada montículo 75, resultó ser una construcción con dormitorio y cocina separados, con un patio abierto. En esta última, se encontró una urna, y dentro, el esqueleto de un infante de un año de edad, lo que señala cambios en los enterramientos, apuntó.

 

Durante el Clásico maya, las inhumaciones eran extendidas en tumbas de lajas, como la del rey Pakal, en Palenque; para el Posclásico, se modificaron las costumbres funerarias por cremaciones. Los huesos calcinados y las cenizas eran colocados dentro de ollas que, a su vez, se ponían en oquedades naturales de las rocas, como en este caso, o en cuevas, especificó el arqueólogo.

 

La tinaja tiene una pequeña perforación, lo que indica que fue "matada" para contener el entierro e irse con el difunto. “En este caso el cuerpo no fue cremado, porque cupo perfectamente en ese recipiente de barro”, explicó.

 

La cocina de la unidad habitacional explorada, se identificó porque en uno de sus muros de roca caliza había caracoles de agua dulce, abundantes en los arroyos cercanos, con la punta rota, indicativo de que fueron comidos.

 

De igual manera, en un el rincón de la terraza se encontró una edificación circular con piso de estuco pintado de rojo. "Se supo que era un baño de vapor, pues en pueblos coloniales indígenas de la segunda mitad del siglo XVI, que luego fueron abandonados por las epidemias traídas por los españoles – como tifo, viruela y cólera–, también se encontró ese sistema constructivo", puntualizó.

 

Aunque la población de esa zona arqueológica maya fue pequeña, tuvo acceso a las principales rutas de comercio mesoamericano y, por lo tanto, a artículos suntuarios que los comerciantes de la época –entre los años 1250 y 1500 de nuestra era– vendían a larga distancia, señaló Carlos Álvarez.

 

Así, llegaron a la localidad productos desde el Caribe, Belice, Sonora, y del Occidente de México, pero resulta más interesante el descubrimiento que algunos de esos objetos provienen de la basura doméstica. "Si se excava un palacio, es razonable encontrarlos; pero en Cimientos ocurre entre la población que no era de la élite", indicó.

 

En esas tierras, habitadas en la actualidad por indígenas tojolabales, justo en el límite entre Las Margaritas y el municipio de La Independencia, existió lo que hasta los años 70 fue una ciénaga. "Estaba inundado, y la comunicación entre las 'islas' y tierra firme, se hacía con ayuda de puentes", dijo.

 

Ahora esas porciones de tierra se han convertido en cerros y de la antigua ciénaga sólo quedan dos pozas; allí se encontraron los postes de lo que fueron los puentes y así fue posible conocer la existencia de un muelle y un dique, que circundaba al islote para controlar las fluctuaciones del agua, explicó.

 

En el muelle, se localizaron un hacha, cinceles, un cascabel completo que tiene como badajo un canto de río, agujas, un anillo calado, una lámina, y gotas de soldadura de bronce, elaborado a partir del cobre de los yacimientos de Ucareo, Michoacán y la sierra oaxaqueña.

 

Al principio, se creyó que eran de cobre, pero en colaboración con José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física, y mediante el análisis PIXE, se determinó la composición química de la aleación que incluye arsénico, plomo, plata, antimonio y níquel, entre otros elementos. Se trata de aleaciones metálicas elaboradas por los mayas, lo que significa que fundían el metal en la localidad, para mezclarlo con otros elementos, añadió.

 

Asimismo, en las excavaciones fueron recuperados varios dientes humanos perforados, incisivos y molares que, probablemente, se usaban como amuleto, y 17 objetos de ámbar como cuentas, orejeras y narigueras, resina fósil proveniente de los yacimientos de Totolapa, cercano a Tuxtla Gutiérrez, y al norte chiapaneco en Simojovel.

 

La mayor parte de las piezas de ámbar se localizaron en el fondo de la extinta ciénaga, o en la orilla, como si hubieran sido lanzadas al agua a manera de ofrenda, consideró.

También, se encontraron botones de concha; pulseras del mismo material, cuyos talleres de manufactura se ubicaban en Sonora; placas de coral proveniente del Caribe, y fragmentos de láminas y discos de orejeras de obsidiana verde, de Pachuca, Hidalgo.

 

La obsidiana gris detectada podría provenir de Ucareo, Michoacán, y del Pico de Orizaba, pues "los pochtecas o comerciantes aztecas llevaban esos productos hasta Chiapas ", abundó.

 

Otro hallazgo destacado son las más de 260 pintaderas planas de cerámica para decorar el cuerpo; se trata fragmentos de sellos, recobrados en el desecho de las casas. "Se usaban frecuentemente y si se rompían, hacían nuevos", acotó.

 

Los antiguos mayas, de las tierras altas del Estado, usaban sólo pigmento rojo, posiblemente cinabrio de las minas de Querétaro. A diferencia del tatuaje, tardado y doloroso, las pintaderas eran fáciles de utilizar.

 

Prácticamente, toda la iconografía de esos objetos se refiere a la serpiente de cascabel tropical (Crotalus durissus), o la nauyaca (Bothrops asper): a su piel, cabezas, fauces o colas (en las representaciones de los gobernantes mayas, ellos siempre cargan una barra cermonial en forma de una serpiente bicéfala que representa la banda celeste, como es común observar en las estelas y relieves mayas de las tierras bajas).

 

Otros diseños se refieren a changos, venados, patos, aves acuáticas, o perros –éstos últimos acompañaban el alma de los difuntos al otro mundo–, recalcó Álvarez Asomoza.

 

La investigación, iniciada hace tres lustros, en los que se han realizado tres temporadas de excavaciones, sigue su curso para precisar qué sembraban y comían los mayas del Posclásico, pues también se han encontrado huesos de venado cola blanca, así como un cráneo de tapir, y restos de pavón, evidencia de una variada nutrición, concluyó.

 

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FOTO 01

 

Pobladores de la zona arqueológica maya, Cimientos de Las Margaritas, accedieron a las principales rutas de comercio mesoamericano de la época, dijo Carlos Álvarez, del IIFL de la UNAM.

 

 

FOTO 02.

 

A diferencia del tatuaje, tardado y doloroso, las pintaderas eran fáciles de utilizar; prácticamente, toda su iconografía se refiere a la serpiente de cascabel tropical: piel, cabezas, fauces o colas.