06:00  hrs. 23 de Diciembre de 2008

  

Boletín UNAM-DGCS-804

Ciudad Universitaria

 

 

Carlos Álvarez Asomoza

Pie de fotos al final del boletín

 

REALIZAN HALLAZGOS EN UN SITIO IMPORTANTE DEL POSCLÁSICO EN LAS TIERRAS ALTAS DE CHIAPAS

 

 

 

En el sitio de los Cimientos de Las Margaritas, en los altos orientales de Chiapas, investigadores universitarios hicieron hallazgos concernientes a las costumbres de ese pueblo como tradiciones de enterramiento, uso de temascales –baños de vapor–, y "pintaderas" para decorarse el cuerpo.

 

Aunque la población de esa zona arqueológica maya –considerada una de las más importantes del periodo Posclásico Tardío y Colonial– fue pequeña, tuvo acceso a las principales rutas de comercio mesoamericano y, por lo tanto, a artículos suntuarios que los comerciantes de la época –entre los años 1250 y 1500 de nuestra era–, vendían a larga distancia, señaló el integrante del Centro de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM, Carlos Álvarez Asomoza.

 

Así, llegaron a la localidad productos desde el Caribe y Belice, pero también de Sonora y del Occidente de México, aunque resulta más interesante el descubrimiento de que algunos de esos objetos provienen de la basura doméstica. "Si se excava un palacio es razonable encontrarlos; pero en Cimientos ocurre entre la población que no era de la élite", indicó.

 

En las tierras altas orientales de Chiapas (habitadas en la actualidad por indígenas tojolabales), justo en el límite entre Las Margaritas y el municipio de La Independencia, existió lo que hasta los años 70 fue una ciénaga. "Estaba inundado, y la comunicación entre las 'islas' y tierra firme, se hacía con ayuda de puentes", dijo.

 

Ahora, esas porciones de tierra se han convertido en cerros y de la antigua ciénaga sólo quedan dos pozas; allí, se encontraron los postes de lo que fueron los puentes y fue posible conocer la existencia de un muelle y un dique, que circundaba al islote para controlar las fluctuaciones del agua, explicó.

 

De las más de 100 casas que existieron, se exploraron dos, una de estatus elevado, y otra de la gente del pueblo; la primera, se ubica en una terraza superior, y la segunda, en el nivel inmediato inferior.

 

La perteneciente a la clase gobernante aparece con patio cerrado y un altar al centro. La otra, denominada montículo 75, resultó ser una construcción con dormitorio y cocina separados, con un patio abierto. En esta última, se encontró una urna, y dentro, el esqueleto de un infante de un año de edad, lo que señala cambios en los enterramientos, apuntó.

 

Durante el Clásico maya (250-60900 d.C.), las inhumaciones eran extendidas en tumbas de lajas, como la del rey Pakal, en Palenque; para el Posclásico, se modificaron las costumbres funerarias por cremaciones. Los huesos calcinados y las cenizas eran colocados dentro de ollas que, a su vez, se ponían en oquedades naturales de las rocas, como en este caso, o en cuevas, especificó el arqueólogo.

 

La tinaja tiene una pequeña perforación, lo que indica que fue "matada" para contener el entierro e irse con el difunto. “En este caso, el cuerpo no fue cremado, porque cupo perfectamente en ese recipiente de barro”, explicó.

La cocina, de la unidad habitacional explorada, se identificó porque en uno de sus muros de roca caliza había caracoles de agua dulce, abundantes en los arroyos cercanos, con la punta rota, indicativo de que fueron comidos.

 

De igual manera, en el rincón de la terraza se encontró una edificación circular, con piso de estuco pintado de rojo. "Se supo que era un baño de vapor, pues en pueblos coloniales indígenas de la segunda mitad del siglo XVI, que luego fueron abandonados por las epidemias traídas por los españoles –como tifo, viruela y cólera–, también se encontró ese sistema constructivo", puntualizó.

 

En cuanto a los objetos descubiertos en tres temporadas de excavaciones, Carlos Álvarez mencionó que en el muelle se localizaron un hacha, cinceles, un cascabel completo que tiene como badajo un canto de río, agujas, un anillo calado, una lámina, y gotas de soldadura de bronce, elaborado a partir del cobre de los yacimientos de Ucareo, Michoacán y la sierra oaxaqueña.

 

Al principio, se creyó que eran de cobre, pero en colaboración con José Luis Ruvalcaba, del Instituto de Física, y mediante el análisis PIXE, se determinó la composición química de la aleación que incluye arsénico, plomo, plata, antimonio y níquel, entre otros elementos. Se trata de aleaciones metálicas elaboradas por los mayas, lo que significa que en la localidad fundían el metal, para mezclarlo con otros elementos, añadió.

 

Asimismo, durante las excavaciones fueron recuperados varios dientes humanos perforados, incisivos y molares, que probablemente se usaban como amuleto y 17 objetos de ámbar como cuentas, orejeras y narigueras, resina fósil proveniente de los yacimientos de Totolapa, cercano a Tuxtla Gutiérrez, y al norte chiapaneco en Simojovel.

 

La mayor parte de las piezas de ámbar, se localizaron en el fondo de la extinta ciénaga, o en la orilla, como si hubieran sido lanzadas al agua a manera de ofrenda, consideró.

 

También, se encontraron botones de concha; pulseras del mismo material, cuyos talleres de manufactura se ubicaban en Sonora; placas de coral proveniente del Caribe, y fragmentos de láminas y discos de orejeras de obsidiana verde, de Pachuca, Hidalgo.

 

La obsidiana gris detectada podría provenir de Ucareo, Michoacán y del Pico de Orizaba, pues "los pochtecas o comerciantes aztecas llevaban todos esos productos hasta Chiapas ", abundó.

 

Otro hallazgo destacado son las más de 260 pintaderas planas de cerámica para decorar el cuerpo; se trata de fragmentos de sellos, recobrados en el desecho de las casas. "Se usaban frecuentemente y si se rompían, hacían nuevos", acotó.

 

Los antiguos mayas, de las tierras altas de Chiapas, usaban sólo pigmento rojo, posiblemente cinabrio de las minas de Querétaro. A diferencia del tatuaje, tardado y doloroso, las pintaderas eran fáciles de utilizar.

 

Prácticamente, toda la iconografía de esos objetos se refiere a la serpiente de cascabel tropical (Crotalus durissus), o la nauyaca (Bothrops asper): a su piel, cabezas, fauces o colas. En las representaciones de los gobernantes mayas, ellos siempre cargan una barra ceremonial en forma de una serpiente bicéfala que representa la banda celeste, como es común observar en las estelas y relieves mayas de las tierras bajas.

 

Otros diseños, se refieren a changos, venados, patos, aves acuáticas, o perros; se sabe que éstos últimos acompañaban el alma de los difuntos al otro mundo, recalcó Álvarez Asomoza.

 

La investigación, iniciada hace tres lustros, sigue su curso para precisar qué sembraban y comían los mayas del Posclásico, pues también se han encontrado huesos de venado cola blanca, así como un cráneo de tapir, y restos de pavón, evidencia de una variada nutrición, concluyó.

 

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FOTO 01

 

Parte de las tierras de los Cimientos de las Margaritas eran una ciénega, y la comunicación de islas con tierra firme se hacía con ayuda de puentes, señaló Carlos Álvarez, del IIFL de la UNAM.

 

FOTO 02.

 

En el sitio de los Cimientos de las Margaritas, se encontraron más de 260 pintaderas curvas de cerámica, una especie de sellos utilizados para decorar el cuerpo.