Boletín UNAM-DGCS-804
Ciudad
Universitaria
REALIZAN
HALLAZGOS EN UN SITIO IMPORTANTE DEL POSCLÁSICO EN LAS TIERRAS ALTAS DE CHIAPAS
En el sitio de los Cimientos de Las Margaritas, en los
altos orientales de Chiapas, investigadores universitarios hicieron hallazgos
concernientes a las costumbres de ese pueblo como tradiciones de enterramiento,
uso de temascales –baños de vapor–, y "pintaderas" para decorarse el
cuerpo.
Aunque la población de
esa zona arqueológica maya –considerada una de las más importantes del periodo
Posclásico Tardío y Colonial– fue pequeña, tuvo acceso a las principales rutas
de comercio mesoamericano y, por lo tanto, a artículos suntuarios que los
comerciantes de la época –entre los años 1250 y 1500 de nuestra era–, vendían a
larga distancia, señaló el integrante del Centro de Estudios Mayas, del
Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM, Carlos Álvarez Asomoza.
Así, llegaron a la
localidad productos desde el Caribe y Belice, pero también de Sonora y del
Occidente de México, aunque resulta más interesante el descubrimiento de que
algunos de esos objetos provienen de la basura doméstica. "Si se excava un
palacio es razonable encontrarlos; pero en Cimientos ocurre entre la población
que no era de la élite", indicó.
En las tierras altas
orientales de Chiapas (habitadas en la actualidad por indígenas tojolabales),
justo en el límite entre Las Margaritas y el municipio de La Independencia,
existió lo que hasta los años 70 fue una ciénaga. "Estaba inundado, y la
comunicación entre las 'islas' y tierra firme, se hacía con ayuda de
puentes", dijo.
Ahora, esas porciones
de tierra se han convertido en cerros y de la antigua ciénaga sólo quedan dos
pozas; allí, se encontraron los postes de lo que fueron los puentes y fue
posible conocer la existencia de un muelle y un dique, que circundaba al islote
para controlar las fluctuaciones del agua, explicó.
De las más de 100
casas que existieron, se exploraron dos, una de estatus elevado, y otra de la
gente del pueblo; la primera, se ubica en una terraza superior, y la segunda,
en el nivel inmediato inferior.
La perteneciente a la
clase gobernante aparece con patio cerrado y un altar al centro. La otra,
denominada montículo 75, resultó ser una construcción con dormitorio y cocina
separados, con un patio abierto. En esta última, se encontró una urna, y
dentro, el esqueleto de un infante de un año de edad, lo que señala cambios en
los enterramientos, apuntó.
Durante el Clásico
maya (250-60900 d.C.), las inhumaciones eran extendidas en tumbas de lajas,
como la del rey Pakal, en Palenque; para el Posclásico, se modificaron las
costumbres funerarias por cremaciones. Los huesos calcinados y las cenizas eran
colocados dentro de ollas que, a su vez, se ponían en oquedades naturales de
las rocas, como en este caso, o en cuevas, especificó el arqueólogo.
La tinaja tiene una
pequeña perforación, lo que indica que fue "matada" para contener el
entierro e irse con el difunto. “En este caso, el cuerpo no fue cremado, porque
cupo perfectamente en ese recipiente de barro”, explicó.
La cocina, de la
unidad habitacional explorada, se identificó porque en uno de sus muros de roca
caliza había caracoles de agua dulce, abundantes en los arroyos cercanos, con
la punta rota, indicativo de que fueron comidos.
De igual manera, en el
rincón de la terraza se encontró una edificación circular, con piso de estuco
pintado de rojo. "Se supo que era un baño de vapor, pues en pueblos
coloniales indígenas de la segunda mitad del siglo XVI, que luego fueron
abandonados por las epidemias traídas por los españoles –como tifo, viruela y
cólera–, también se encontró ese sistema constructivo", puntualizó.
En cuanto a los
objetos descubiertos en tres temporadas de excavaciones, Carlos Álvarez
mencionó que en el muelle se localizaron un hacha, cinceles, un cascabel
completo que tiene como badajo un canto de río, agujas, un anillo calado, una
lámina, y gotas de soldadura de bronce, elaborado a partir del cobre de los
yacimientos de Ucareo, Michoacán
y la sierra oaxaqueña.
Al principio, se creyó
que eran de cobre, pero en colaboración con José Luis Ruvalcaba, del Instituto
de Física, y mediante el análisis PIXE,
se determinó la composición química de la aleación que incluye arsénico, plomo,
plata, antimonio y níquel, entre otros elementos. Se trata de aleaciones
metálicas elaboradas por los mayas, lo que significa que en la localidad
fundían el metal, para mezclarlo con otros elementos, añadió.
Asimismo, durante las
excavaciones fueron recuperados varios dientes humanos perforados, incisivos y
molares, que probablemente se usaban como amuleto y 17 objetos de ámbar como
cuentas, orejeras y narigueras, resina fósil proveniente de los yacimientos de
Totolapa, cercano a Tuxtla Gutiérrez, y al norte chiapaneco en Simojovel.
La mayor parte de las
piezas de ámbar, se localizaron en el fondo de la extinta ciénaga, o en la
orilla, como si hubieran sido lanzadas al agua a manera de ofrenda, consideró.
También, se
encontraron botones de concha; pulseras del mismo material, cuyos talleres de
manufactura se ubicaban en Sonora; placas de coral proveniente del Caribe, y
fragmentos de láminas y discos de orejeras de obsidiana verde, de Pachuca,
Hidalgo.
La obsidiana gris
detectada podría provenir de Ucareo, Michoacán y del Pico de Orizaba, pues
"los pochtecas o comerciantes aztecas llevaban todos esos productos hasta
Chiapas ", abundó.
Otro hallazgo
destacado son las más de 260 pintaderas planas de cerámica para decorar el
cuerpo; se trata de fragmentos de sellos, recobrados en el desecho de las
casas. "Se usaban frecuentemente y si se rompían, hacían nuevos",
acotó.
Los antiguos mayas, de
las tierras altas de Chiapas, usaban sólo pigmento rojo, posiblemente cinabrio
de las minas de Querétaro. A diferencia del tatuaje, tardado y doloroso, las
pintaderas eran fáciles de utilizar.
Prácticamente, toda la
iconografía de esos objetos se refiere a la serpiente de cascabel tropical (Crotalus
durissus), o la nauyaca (Bothrops
asper): a su piel, cabezas, fauces o colas. En las representaciones
de los gobernantes mayas, ellos siempre cargan una barra ceremonial en forma de
una serpiente bicéfala que representa la banda celeste, como es común observar
en las estelas y relieves mayas de las tierras bajas.
Otros diseños, se
refieren a changos, venados, patos, aves acuáticas, o perros; se sabe que éstos
últimos acompañaban el alma de los difuntos al otro mundo, recalcó Álvarez
Asomoza.
La investigación,
iniciada hace tres lustros, sigue su curso para precisar qué sembraban y comían
los mayas del Posclásico, pues también se han encontrado huesos de venado cola
blanca, así como un cráneo de tapir, y restos de pavón, evidencia de una
variada nutrición, concluyó.
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Parte de las
tierras de los Cimientos de las Margaritas eran una ciénega, y la comunicación
de islas con tierra firme se hacía con ayuda de puentes, señaló Carlos Álvarez,
del IIFL de
FOTO 02.
En el sitio de
los Cimientos de las Margaritas, se encontraron más de 260 pintaderas curvas de
cerámica, una especie de sellos utilizados para decorar el cuerpo.