Boletín UNAM-DGCS-802
Ciudad Universitaria
EL PERRO AMERICANO SIN CAMBIOS DRÁSTICOS EN LOS ÚLTIMOS 12 MIL AÑOS
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Los primeros ejemplares
que llegaron al continente eran similares a las que hoy habitan en el interior
de la República, consideró el investigador del IIA de la UNAM, Raúl Valadez
Azúa
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Los restos del ejemplar más antiguo de
la colección del Instituto tiene unos dos mil 500 años, y se localizó en un
entierro humano, señaló
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En las civilizaciones prehispánicas
tenía valor religioso, doméstico y alimenticio, pero con la mezcla de culturas
quedó sin identidad, relegado al papel de compañía
Desde
los últimos 12 mil años, cuando llegaron los primeros hombres a tierras
americanas, el cambio de los perros a los animales que se conocen en la
actualidad no ha sido drástico y de hecho conserva las mismas características,
reconoció el integrante del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA)
de la UNAM, Raúl Valadez Azúa.
A
lo largo de varios años, el encargado del Laboratorio de Paleozoología de esta
entidad universitaria, se ha dedicado a analizar los restos arqueológicos y el
ácido desoxirribonucleico (ADN) de los esqueletos de canes, encontrados en
diversos entierros prehispánicos.
En
este periodo la variabilidad no ha sido radical, pues cuando se habla del perro
como entidad física, se hace referencia a un organismo que se enfrenta a dos
procesos que se dan de manera simultánea: los biológicos y los culturales,
subrayó.
Los
primeros, explicó, incluyen las necesidades de alimentación, defensa,
procreación, aprovisionamiento de abrigo, sustento, así como la adaptación al ambiente; y los segundos,
tienen que ver con las circunstancias culturales que influyen sobre el
ejemplar: si será un animal con propósitos de crianza, para el hogar, o de
guarda y protección.
Cuando
esos dos elementos interactúan de manera simultánea, las diferencias ocurrirán en función del
factor predominante, puntualizó el autor de El
perro mexicano y La domesticación
animal.
Comentó que los primeros ejemplares que llegaron a América eran similares a
las que hoy habitan en el interior de la República, conocidos como “perros
comunes”. No se trata del canino callejero propio de las ciudades –mezcla de
razas–, sino de uno esbelto, de complexión mediana, no pesado ni corpulento;
hocico y orejas alargadas, unas veces paradas y otras bajas; de colores que
pasan por el amarillo, blanco, negro o moteado.
Pareciera que fueran el biotipo mejor adaptado a la convivencia humana y a
las circunstancias ambientales, es decir, el organismo con mejores
características para adecuarse al entorno.
Además,
cuando se han comparado los esqueletos arqueológicos del territorio con los de
Canadá o del sur de Bolivia, se han observado varias semejanzas, indicó el
autor de más de 60 artículos sobre el perro del México antiguo, y los perros
pelones mexicanos.
El
Laboratorio de Paleozoología del IIA cuenta con 50 restos antiguos completos,
que son los mejor conservados, mismos que se guardan en recipientes de madera,
cajas o bolsas, y son representativos para el cotejo y estudio, además de poner
a disposición datos como el origen y la fecha, además de estar completos, y
pertenecer a las razas reconocidas en el país.
EL
IIA tiene a su resguardo otros 300 y 400 más, de los que sólo se conserva
una o varias partes: el cráneo, las mandíbulas y los dientes, entre otras,
muestras que son de alto valor ya que fueron encontradas y asociadas a
determinados contextos o en proyectos que se trabajaron en una época específica,
dijo el investigador.
Los
restos del ejemplar más antiguo de la colección data de dos mil 500 años
aproximadamente, y se localizaron en un entierro humano por la autopista
México-Puebla, en una pequeña comunidad que se asentó en esa región. Precisó que los más recientes son de 450 ó
500 años, pues los proyectos de investigación arqueológica abarcan únicamente
la época prehispánica.
El
académico de la UNAM, señaló que los esqueletos de caninos más antiguos
identificados en el continente datan de hace 12 mil años, y en la nación, los más arcaicos son de hace cinco
mil 500, descubiertos en una
sepultura en la Cueva del Tecolote, en Hidalgo,
donde estaban en asociación varios perros.
Compañeros,
más allá de la muerte
La
importancia de los canes ha cambiado con los años y las épocas y citó que por
ejemplo, cuando el hombre llegó a tierras americanas e incluso poco antes de la
Conquista, los perros eran animales fundamentales para
la sobrevivencia de los individuos.
El
que existan entierros donde se depositó un perro al lado del difunto,
representa la necesidad del hombre de inhumar a su muerto, en actitud de
despedida, y procurarle que se vaya de la mejor manera posible.
Casi
todas las culturas antiguas del mundo tenían presente este vínculo, pues
afirmaban que el perro era el único
animal que hacía la diferencia entre la vida y la muerte. En las
civilizaciones prehispánicas cobra mayor valía este concepto, sobre todo en los
ámbitos religioso, doméstico y alimenticio ya que el perro, era visto no
sólo como compañero y guardia, sino también como marcador de los ciclos anuales.
Cuando
llegaron los españoles, el concepto cambió, pues en buena parte de la cultura
occidental basa sus creencias en la idea que Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza, y que todo lo demás está a su servicio. De ahí, se deriva que sean
animales de asistencia y, por lo tanto, que puedan ser modificados, utilizados
e incluso sacrificados sin mayor problema.
Al
fundirse ambas culturas, el perro quedó sin identidad, y con el paso de los
siglos, lo único que sobrevivió fue su valor como compañero.
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Foto 01.
Esqueleto de un perro común, que
data de hace mil 400 años; encontrado en el proyecto de túneles y cuevas de
Teotihuacan.
Foto 02