06:00  hrs. 17 de Diciembre de 2008

  

Boletín UNAM-DGCS-791

Ciudad Universitaria

 

 

Emilio Ibarra

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ESTUDIAN ACADÉMICOS DE LA UNAM, POLEN DEL INTERIOR DE LA PIRAMIDE DE LA LUNA

 

·              El Laboratorio de Paleoetnobotánica y Paleoambiente busca determinar los microelementos botánicos, presentes en muestras de tierra

·              Los teotihuacanos utilizaban ese material de las milpas para rellenar el interior de la cimentación

·              Para esa cultura, la construcción de edificios de culto religioso, era quizá más importante que la preservación de parcelas destinadas a la alimentación, señaló Emilio Ibarra, del IIA

 

Académicos de la UNAM analizan granos de polen depositados en el interior de la Pirámide de la Luna, en Teotihuacan, como un elemento de importancia ritual; lo que revela que para esa cultura prehispánica la religión en un momento dado, era aún más importante que la alimentación.

 

El integrante del Laboratorio de Paleoetnobotánica y Paleoambiente del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), Emilio Ibarra Morales, explicó que se han estudiado minuciosamente materiales arqueológicos y botánicos, a partir de una excavación arqueológica en el interior de la edificación.

 

Uno de los objetivos principales, es determinar los materiales botánicos presentes en las diversas etapas constructivas de la pirámide y de las estructuras anteriores subyacentes que se fueron integrando con los años, pues a simple vista sólo se ve la parte última del edificio. En la exploración, se hallaron entierros humanos y de animales, asociados a la edificación.

 

Al Laboratorio le corresponde estudiar los materiales botánicos, donde se encontraron entornos mortuorios, polen de maíz vinculado a elementos de culto, “lo que significa que a sus muertos les ofrendaban esos granos, lo que tenía valor simbólico y cultural”, abundó el especialista.

 

Con los estudios polínicos, se determinó que entre los materiales que los teotihuacanos utilizaron en el interior de la Pirámide, a manera de relleno para una nueva construcción, están componentes como granos de maíz, cucúrbitas, e incluso maleza, que crecen en las parcelas.

 

Ibarra recordó que Teotihuacan fue la primera metrópoli de la cuenca de México, que tenía la capacidad de albergar hasta 200 mil personas, y para su época de mayor esplendor era una ciudad impresionante.

 

Mucho se ha especulado del motivo por el que fue abandonada. Se ha dicho que agotaron su entorno natural, por erosión, o abuso de recursos naturales; ante el colapso, tuvieron que irse. “Lo cierto es que para ellos, en la época de edificación de la pirámide de la Luna, era más importante el culto que preservar los terrenos destinados a la alimentación de la población”, aseguró el especialista.

 

En la construcción de los edificios monumentales, se utilizaban elementos como piedra, ceniza volcánica, u otros sin importancia, o improductivos, como grava o gravilla; pero incluir zonas de cultivo, señala que la religiosidad era un punto importante, puntualizó.

 

Los integrantes del Laboratorio también han trabajado en otras zonas arqueológicas, como la de Cuicuilco; y el área lacustre del Estado de México, y en algunas regiones de la llanura costera de Veracruz, entre otras.

 

Un laboratorio de polen

Emilio Ibarra explicó que el polen es un elemento que perdura largo tiempo, no se descompone fácilmente y es posible obtenerlo de manera directa en los sitios arqueológicos; además, proporciona información sobre la flora o paleoflora de un lugar, lo que revelará usos, costumbres y rituales de la gente. Provee información de plantas utilizadas en una etapa y del entorno natural.

 

“El grano fosilizado ya no es polen como tal, sino una huella o impresión. En cambio, el polen arqueológico puede conservarse en condiciones óptimas hasta 10 mil años, y para la mayoría de las culturas mesoamericanas constituye un rango bastante bueno”.

 

La labor de los especialistas es estudiar restos paleobotánicos en excavaciones, donde toman muestras de tierra y sedimentos. Buscan estructuras, áreas de actividad, habitaciones o sitios antiguos que fueron ocupados por culturas prehispánicas.

 

Después de colectar las muestras en el campo, son llevadas al laboratorio, donde se les aplica un proceso fisicoquímico de separación, pues están mezclados con tierra, sedimentos y hojarasca, posteriormente, se montan en laminillas y se observan al microscopio óptico estándar.

 

Su morfología hace posible identificar al grupo o familia de plantas al que pertenece. Si acaso no está bien preservado por deformaciones, erosiones o ataques de microorganismos, el laboratorio cuenta con una colección de polen de referencia.

 

Se trata de materiales de plantas modernas, recolectadas en los sitios de excavación o sus alrededores. Cuando hay dudas de la ubicación taxonómica, se recurre a ella para equipararlo correctamente, concluyó el especialista.

 

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Foto 01.

 

El polen perdura largo tiempo y proporciona información sobre la flora o paleoflora de un lugar, lo que revelará usos y costumbres, señaló Emilio Ibarra Morales, del IIA de la UNAM.